Agricultura aporta 29 por ciento de la contaminación climática

La huella de carbono alimentaria se mide desde el fertilizante hasta el tenedor, dicen Thornton y Vermeulen Crédito: Divulgación CCAFS
La huella de carbono alimentaria se mide desde el fertilizante hasta el tenedor, dicen Thornton y Vermeulen Crédito: Divulgación CCAFS

La agropecuaria y la producción de alimentos contribuyen con hasta 29 por ciento de las emisiones de gases que recalientan la atmósfera, alertan científicos del Grupo Consultivo sobre Investigación Agrícola Internacional (CGIAR por sus siglas en inglés).

Alimentar hoy a la población mundial significa liberar cada año a la atmósfera hasta 17.000 megatoneladas de dióxido de carbono (CO2), indican dos análisis publicados este miércoles 31 en Copenhague por el Programa de Investigación de CGIAR sobre Cambio Climático, Agricultura y Seguridad Alimentaria (CCAFS, por sus siglas inglesas).

El aumento de la temperatura global y la alteración de las lluvias van a afectar la producción de alimentos como maíz, arroz y trigo. Las estimaciones indican que, para 2050, los cambios climáticos causarán daños en 13 por ciento de las áreas de cultivo en países en desarrollo.

Esto es parte de los análisis "Recalibrating Food Production in the Developing World: Global Warming Will Change More Than Just the Climate" (Recalibrando la producción de alimentos en el mundo en desarrollo: El calentamiento cambiará más que el clima), de Philip Thornton, y "Climate Change and Food Systems" (Cambio climático y sistemas alimentarios), elaborado por la coordinadora de CCAFS, Sonja Vermeulen. IPS dialogó por teléfono con los dos investigadores.

IPS: ¿En qué consiste el alerta de estos reportes?

PHILIP THORNTON: El mensaje general es que el cambio climático puede tener impactos considerables en la agricultura de países en desarrollo, pero hay mucho que se puede hacer para reducir la carga de los pequeños productores.
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Se necesita acción ahora a muchos niveles, no solo para adaptarse, sino para mitigar (el cambio climático) y hay una amplia variedad de medidas que pueden servir tanto a la adaptación como a la mitigación.

IPS: La agricultura y la cadena de producción alimentaria son grandes contribuyentes de emisiones de gases invernadero. ¿Alimentar al mundo está dejando una gran huella de carbono?

SONJA VERMEULEN: La huella de carbono de la producción de alimentos incluye las emisiones combinadas de todos los procesos, desde el fertilizante hasta el tenedor. Abarca la manufactura de insumos, como ese fertilizante, luego la agricultura en sí misma, la distribución y las ventas, el uso de los alimentos en el hogar y el manejo de los desperdicios.

Hay grandes variaciones de un país a otro, pero la producción de alimentos aporta entre 19 y 29 por ciento de las emisiones antropogénicas (de origen humano). Sin embargo, el sector que más contribuye es la energía. Una parte importante del impacto de la agricultura y la producción alimentaria en las emisiones es desde luego la energía que consumen: la maquinaria agrícola, la refrigeración, el transporte de larga distancia.

Alimentar al mundo representa entre 10.000 y 16.000 megatoneladas de CO2 equivalente.

IPS: ¿Cómo puede afectar el cambio climático la vida de la gente en cuanto a su seguridad alimentaria?

SV: Se trata de realzar el imperativo de prestar ayuda a quienes la necesitan para adaptarse; la mayoría de ellos están en países en desarrollo y contribuyen muy poco a la huella mundial de carbono de la agricultura.

Y, al mismo tiempo, hay que hacer todo lo que podamos para reducir la huella de la agricultura en los países desarrollados. Lograr seguridad alimentaria para 9.000 millones de personas (que se estima vivirán en el planeta en 2050) debe ser prioridad; pero debemos hacerlo de forma que se reduzcan las emisiones.

IPS: ¿Qué acciones pueden tomar países y empresas de alimentos para mitigar y adaptarse al cambio climático?

SV: Hay una variedad de opciones que pueden ayudar a los pequeños productores a adaptarse y a reducir sus emisiones: abatir los residuos, recuperar tierras degradadas, mejorar la dieta del ganado para minimizar la cantidad de emisiones por kilogramo de carne y litro de leche, por ejemplo.

IPS: ¿Cuáles son las consecuencias del aumento de la temperatura y la reducción de las temporadas de lluvias?

PT: Las temperaturas en alza y los cambios en la cantidad y patrones de las precipitaciones cambiarán inevitablemente la naturaleza de las estaciones de siembra en algunos lugares y la compatibilidad de ciertos sitios con ciertos cultivos.

En esos casos, puede haber distintas variedades que sean más tolerantes al calor; quizás las zonas de siembra pueden mudarse a áreas más adecuadas, por ejemplo trasladar los cultivos de papa a terrenos más elevados que son más frescos.

Sobre las plagas y enfermedades, es cierto que su prevalencia y distribución van a cambiar, y en algunos casos serán muy importantes.

IPS: ¿Qué cambios puede haber en la dieta humana?

PT: Puede haber transformaciones sustantivas en los costos relativos de distintas fuentes de calorías y proteínas. En países industriales, deberíamos considerar la reducción del consumo excesivo de ciertos alimentos y abatir el desperdicio, porque así se puede ayudar a abatir las emisiones.

En países en desarrollo, las organizaciones de investigación y desarrollo deben reflexionar sobre cómo ayudar a los productores a sembrar y emplear nuevos cultivos sobre los que tienen poca o nula experiencia. La cuestión aquí es ayudarlos con opciones para diversificar sus dietas cuando sea necesario.

IPS: ¿Es posible lograr un sistema agrícola inteligente?

PT: Los pequeños agricultores poseen enorme experiencia, pero el ritmo de los cambios determina que muchos de ellos deban operar en condiciones que ya les resultan poco familiares. En esos casos, las tecnologías probadas y los conocimientos científicos pueden contribuir a mejorar sustentos y seguridad alimentaria.

Eso implica el uso de nuevas variedades tolerantes a la sequía, o el empleo de pronósticos climáticos estacionales para adaptar el manejo. En definitiva, sí, ayudarlos a caminar hacia una agricultura inteligente y resiliente.

IPS: ¿Cómo pueden manifestarse estos cambios globales en distintas partes del planeta?

PT: Varios estudios muestran que grandes zonas de África subsahariana y partes de Asia meridional y del sudeste asiático pueden resultar particularmente vulnerables.

IPS: ¿Es cierto que la agricultura mundial será una actividad más y más impredecible?

PT: Es muy probable que en lo que resta de este siglo el clima se vuelva más variable (más sequías e inundaciones, más eventos extremos). Como resultado, la producción agropecuaria puede ser más cambiante, particularmente en cultivos de secano en países en desarrollo. Por eso es tan importante mejorar la resiliencia y capacidad de adaptación de los agricultores.

IPS: Estos análisis proyectan escenarios catastróficos para un futuro cercano. ¿Cómo lidiar con esas perspectivas negativas?

PT: Mi respuesta es que no tiene por qué ser así. Si nos sentamos y no hacemos nada, el futuro en efecto se ve mal, en especial para aquellos menos culpables de la trayectoria de emisiones en la que estamos.

Pero lo que tomo de estas dos publicaciones es que existen muchas medidas prácticas que podemos adoptar. Hay que actuar en todos los planos: local, nacional, regional y global.

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