Atmósfera, agua, flora y fauna de la península de Paraguaná, en el noroeste de Venezuela, resultarán afectadas por el humo de los más de 200.000 barriles de combustible que ardieron durante tres días tras la explosión de gases en la refinería de Amuay, una de las más grandes del planeta. El estallido dejó al menos 40 muertos y 150 heridos, y en un radio de un kilómetro causó destrozos a unas 500 casas y a un cuartelillo militar, así como pérdidas que podrían superar los 1.500 millones de dólares, amén de paralizar durante días la refinería.
Las nubes negras que dejaban las llamaradas – mostradas por fotografías satelitales como una columna que se adentraba en el Caribe– "contienen partículas de naftas que miden menos de 2,5 micras y son tóxicas, aunque no producen gases de efecto invernadero", dijo a Tierramérica el consultor en cambio climático Juan Carlos Sánchez.