«Las comadronas en Guatemala atienden el preparto, parto y posparto. Les dan mucha calidez a las mujeres, porque hablan el mismo idioma y pertenecen a la misma cultura», destacó Silvia Xinico, de la no gubernamental Red de Organizaciones de Mujeres Indígenas por la Salud Reproductiva.
Xinico, de la etnia cakchiquel, narró a IPS que las comadronas o parteras "son consideradas parte de las familias; les aconsejan cómo solucionar sus dificultades". También son convocadas cuando hay algún problema de salud en la comunidad.
El liderazgo de estas mujeres queda plasmado en las estadísticas oficiales, las cuales reportan que casi la mitad de los nacimientos en el país son atendidos por comadronas.
La oficial Encuesta Nacional de Salud Materno Infantil 2008-2009 indicó que 48,3 por ciento de los embarazos en el país eran atendidos en casa de la embarazada o de la comadrona, cifra que en algunos departamentos, con mayoría indígena, alcanzó 79 por ciento.
También confirmó esa medición que 43,4 por ciento de los nacimientos eran atendidos por los servicios estatales de salud y solo 7,9 por ciento se producían en hospitales o clínicas privadas.
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El Ministerio de Salud reportó que 45,7 por ciento de los 115.997 nacimientos registrados de enero a octubre de 2011 fueron atendidos por comadronas.
Según la estatal Encuesta Nacional de Condiciones de Vida realizada el año pasado, 54 por ciento de los 14 millones de guatemaltecos viven en la pobreza y 13 por ciento de ellos en la indigencia, enraizada en particular en los territorios indígenas, carentes de servicios de salud y educación.
No todo es fácil para las parteras tradicionales guatemaltecas. "Por su condición de indígenas son discriminadas y tratadas con menosprecio por personal del servicio médico estatal", al que acuden para trasladar a pacientes con complicaciones, sostuvo Xinico.
"Los médicos no nos dejan entrar al hospital, solo le permiten hacerlo a la paciente, y nosotros nos sentimos mal", aseguró Regina Patzán, una comadrona originaria de San Juan Comalapa, en el central departamento de Chimaltenango.
Esto ocurre a pesar de que muchas veces la mujer embarazada no habla español, solo un idioma indígena, relató Patzán a IPS.
Patzán, con 16 años de ejercer como comadrona, cree que su habilidad responde a un don que Dios le dio.
"Desde muy pequeña quería saber cómo vienen al mundo los bebés. Mis bisabuelas y abuelos se enojaban cuando les preguntaba", incluso, alguna vez recibió un par de latigazos por consultar sobre "cosas de adultos", añadió.
Pero su deseo iba más allá. "Yo quería recibir a los niños cuando nacieran", recordó. Así fue como con 30 años se involucró en una organización no gubernamental, mediante la cual logró capacitarse como comadrona y hacer realidad su sueño.
"Cuando llegan con complicaciones, las mandamos de inmediato al hospital. También recibimos niñas de 14 y 15 años que llegan con dolor de estómago y le explicamos que se trata de la menstruación", relató.
Sus ansias de conocimiento siguen intactas. "Quisiéramos aprender cómo detectar una hemorragia cuando estamos en la comunidad y cómo podemos ayudar a las señoras", indicó.
María Clara Mux, de 55 años, otra comadrona de Chimaltenango, heredó el oficio de su abuela. "La primera vez que lo hice fue cuando atendí a mi nuera porque había visto cómo lo hacía mi abuelita. Gracias a Dios todo salió bien. Mi nieto ahora tiene 13 años", contó a IPS.
Ella hace mucho énfasis en la necesidad de planificar. "Ahora hay muchos métodos de planificación para usar. No es como antes, que las familias tenían 16 hijos. La situación está difícil y debemos pagar el estudio, ropa y alimentos", apuntó.
Mux ahora recibe capacitación del centro de salud y continúa atendiendo a embarazadas, aunque con precariedades.
"Necesitamos equipo, guantes, tijeras y un aspirador artificial. El Ministerio de Salud nos dio unos, pero se arruinan con el tiempo. Además, es necesaria una linterna porque hay quienes no tienen ni luz y así no podemos ver", requirió.
La ausencia de los servicios de salud en las zonas más recónditas del país hace que el papel de las comadronas sea fundamental para atender los partos y evitar muertes maternas.
Según Aracely Tórtola, de la no gubernamental Asociación Pro Bienestar de la Familia de Guatemala, estas parteras "cumplen un rol muy importante en la sociedad, buscando el descenso de la mortalidad materna, sabiendo que muchas mujeres están en áreas donde no hay cobertura hospitalaria".
"Además, estas mujeres encuentran limitaciones económicas, culturales y de accesibilidad para acercarse a los centros de salud", según la experta.
Tórtola dijo que los derechos de la mujer, métodos de planificación, prevención de enfermedades de transmisión sexual, prevención de riesgos y la lactancia materna, son asuntos en las cuales las comadronas deben estar formadas.
"Si la comadrona está dando una buena orientación, si les dice a las mujeres que tienen derecho a planificar, si las traslada a un hospital cuando el embarazo está en riesgo, está ayudando a descender la mortalidad materna", explicó.
La Encuesta Nacional de Mortalidad Materna publicada en diciembre del año pasado y que contiene los últimos datos al respecto, concluyó que ese indicador disminuyó de 153 mujeres fallecidas por cada 100.000 nacidos vivos en 2000 a 139 decesos en 2007.
No obstante, esa cifra se triplica cuando se trata de mujeres indígenas, según el Observatorio de Salud Sexual y Reproductiva.
Leonor Calderón, delegada del Fondo de Población de las Naciones Unidas en Guatemala, dijo a IPS que el papel de las comadronas en la sociedad es fundamental por su contribución a la salud materna, razón por la cual el Estado debe reconocer sus conocimientos.
La funcionaria exaltó la labor de estas mujeres al considerarlas "agentes de desarrollo" por su contribución social en la atención del parto, la reducción de las muertes maternas y la planificación familiar.