La agroforestería emerge como una herramienta de adaptación y mitigación de cambios climáticos en América Central, una región donde el recalentamiento planetario podría generar pérdidas de 19 por ciento del producto interno bruto.
"La única alternativa que nos queda es la agroforestería para adaptar y mitigar los cambios climáticos", dijo a Tierramérica el director ejecutivo de la Asociación Coordinadora Indígena y Campesina de Agroforestería Comunitaria Centroamericana (Acicafoc), Alberto Chinchilla.
Un encuentro paralelo a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible (Río+20), celebrada entre el miércoles 20 y este viernes 22 en Río de Janeiro, discutió el concepto de esta agricultura climáticamente inteligente, que puede ayudar a reducir la vulnerabilidad del istmo.
En la reunión estuvieron presentes ministros, científicos, técnicos y agricultores.
Un sistema agroforestal incorpora árboles a las labores agrícolas y agropecuarias. Su práctica, acompañada de investigación científica, permite encontrar métodos y tecnologías amigables con el ambiente, explicó Chinchilla.
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Por ejemplo, los árboles permiten recuperar nacientes de agua, protegen con su sombra los cultivos, conservando más la humedad, y mantienen más frescos los predios de pasturas, lo que reduce el estrés de calor del ganado.
Además, así se pueden recuperar especies nativas o en extinción y mejorar la seguridad alimentaria de las comunidades.
"La agroforestería es vincular la agricultura, la producción de alimentos y la árboles. No podemos seguir con políticas agrícolas con el Ministerio de Agricultura separado del Ministerio del Ambiente. Tenemos que armonizar esas políticas, y que árbol sea parte de la agricultura", apuntó Chinchilla.
Los efectos de los cambios del clima son las principales amenazas que sufre la región, formada por siete países con una población de 43 millones de habitantes, casi la mitad de ellos pobres.
La superficie de la región tiene apenas 27,5 por ciento de áreas protegidas. Pero posee una gran biodiversidad, según Rigoberto Cuéllar, titular de la Secretaría de Recursos Naturales y Ambiente de Honduras.
Cuéllar apoya la implementación del sistema agroforestal en su país.
"El cambio climático es uno de los aspectos que limitan el desarrollo sustentable de la región. Estamos apoyando fuertemente la agroforestería y el impulso a las actividades productivas. Hay que definir políticas claras para cruzar acciones coordinadas en los países", dijo.
El PIB centroamericano crece cinco por ciento al año, pero se estima que la región ha perdido 1,7 puntos del PIB en las últimas dos décadas, debido a los desastres climáticos.
De acuerdo con Chinchilla, la práctica agroforestal avanzó en la última década en la región. Los países centroamericanos pueden convertirse en vanguardia por una serie de proyectos que promueven la agroforestería y la seguridad alimentaria.
El Fondo Internacional para el Desarrollo Agrícola y el Fondo Japonés a través del Banco Mundial están destinando recursos para reforzar sistemas agroforestales en cultivos de cacao, café, silvopastoriles y de reforestación.
En los próximos cuatro años, se invertirán unos 10 millones de dólares en agroforestería comunitaria mediante proyectos de socios de Acicafoc. Los beneficiarios son miembros de comunidades indígenas y campesinas.
Chinchilla indicó que el desafío es aliar el conocimiento tradicional y el científico.
Para ello, Acicafoc está organizando, junto al Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza (Catie), un programa de capacitación para reforzar el conocimiento tradicional y el académico en materia de sistemas agroforestales tropicales.
La guatemalteca Asociación de Desarrollo Productivo y de Servicios Tikonel es un ejemplo de trabajo local con productos agroforestales. Su director ejecutivo, Francisco Xanté Lobos, explicó que Tikonel actúa con 16 comunidades rurales, la mayoría mayas k'iche', que cultivan especies como pino y ciprés, en plantaciones que consiguieron certificados de sello verde.
También producen café, macadamia y cacao, combinados con las especies maderables.
"Tras 20 años nos dimos cuenta de que hemos hecho muchas cosas en el desarrollo sostenible. Queremos pedir a los gobiernos que apuesten más al desarrollo integral para que contribuyan a una mejor calidad de vida", dijo Xanté Lobos a Tierramérica.
Costa Rica es un ejemplo de esfuerzo nacional de reforestación y de pago por servicios ambientales. Según el ministro del Ambiente, René Castro, la cobertura forestal de ese país llegó a ser de apenas 21 por ciento del territorio nacional en 1987, pero en 2010 se había recuperado y cubría alrededor de 52 por ciento.
"Este año vamos a alcanzar 4,8 millones de árboles, uno por habitante. Esto hace parte de un esfuerzo nacional" a través de "un impuesto a los combustibles", siguiendo la idea de que "quien contamina paga", mediante el instrumento de pago de servicios ambientales, explicó Castro en su presentación.
Un programa adicional en Costa Rica se focaliza en reforestar con árboles nativos y en peligro de extinción. "Se le da un premio de 50 por ciento del pago al ganadero o agricultor que planta especies amenazadas. Es un instrumento simple", que demuestra "que se puede recuperar", dijo.