En un rincón del Centro Médico de Trípoli, muchas personas se juntan cada mañana para postularse a recibir tratamiento médico en el exterior, o revisan con inquietud las nuevas listas de seleccionados que empapelan las paredes.
Kaltoum Alhadi Marwan, de 29 años, es una de las personas afortunadas. Esta mujer obtuvo una visa y el visto bueno para operarse en Italia y así corregir una deformidad ósea congénita en su pierna derecha. Fue al Centro Médico de Trípoli, el más grande de la capital, para recibir un cheque con el que el gobierno libio le paga su pasaje aéreo.
Marwan es directora de una clínica local especializada en discapacidades. Pero tiene poca fe en la calidad de los servicios de salud libios. "Tenía otra deformidad en un dedo y me realicé una cirugía correctiva en Trípoli. Fue inútil. La empeoré", relata.
Arbi Gomati, un cirujano formado en Gran Bretaña, toma un descanso durante otro día ajetreado. Es uno de los 11 integrantes de un comité con poder de decisión para eligir candidatos a los tratamientos en el exterior, bajo los auspicios del Ministerio de Salud.
Su grupo de Trípoli es uno de los tres existentes en todo el país. Los demás están en la norteña localidad de Bengasi y en la central Sebha. Pronto se inaugurarán otros cinco.
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Según Gomati, desde que su comité empezó a funcionar en noviembre de 2011, evalúa las historias clínicas de unos 250 pacientes por día. De esa cantidad, alrededor de 20 por ciento califican para atenderse en el exterior.
Habitualmente son libios que padecen enfermedades graves, como cáncer, insuficiencias renales o cardiacas congénitas, o casos en que se requiere cirugía pediátrica.
Los destinos más comunes para los tratamientos preaprobados son Alemania, Francia, Gran Bretaña, Italia, Jordania, Egipto y Túnez.
"En Libia escasea la medicación. Hay modernos aparatos para realizarse resonancias magnéticas o tomografías computadas, pero no hay ni un solo radiólogo que pueda mirar los resultados o realizar un informe preciso. Muchos de los casos que enviamos se deben simplemente a que necesitamos que alguien intervenga en materia radiológica", explica Gomati.
"Como inmediatamente después de la revolución no había servicios de salud y sí muchas personas que los necesitaban, la única manera (de lidiar con la situación) era enviar gente al exterior. Pero no nos gusta el sistema y quisiéramos cesarlo", agrega.
El comité de Gomati es una entidad separada del programa del gobierno de transición para enviar a los combatientes rebeldes heridos a tratarse fuera del país.
En los últimos tiempos, una serie de abusos al plan, en detrimento de algunos candidatos que realmente lo necesitaban se apoyaron procedimientos como cirugías plásticas, tratamientos de fertilidad e internaciones hospitalarias extendidas, y hubo casos de sobrefacturación- le costaron al gobierno libio unos 800 millones de dólares. Esto obligó a revisar los controles.
En las paredes de la sala de emergencias del Hospital Central de Trípoli, construido en la era de dominio italiano en el centro de la capital Libia, tiene afiches de personas desaparecidas.
Durante la guerra civil "era riesgoso salir, y la sala de emergencias también era muy insegura: la mayoría de las personas estaban armadas. Escaseaban las medicinas, los médicos y el personal en general", dice Ezdeen Elnaam, un joven neurocirujano que pasó muchas noches consecutivas trabajando allí.
Algunas cosas no han mejorado. "Muchos días el tomógrafo no funciona, y el resonador magnético tampoco, y no tenemos ecógrafos", explica su colega Naili Samar.
"En cuanto a la mayoría de los médicos, el énfasis está en el salario y no en el tratamiento", agrega.
Fawzia Toshani, portavoz del Ministerio de Salud, opina sin tapujos: "Los hospitales de aquí son terribles".
En el último presupuesto, el gobierno asignó al Ministerio 2.300 millones de dólares. "Hay un problema con la burocracia y la mala administración. ¿Corrupción? Sí, es verdad", dice Toshani.
"Los médicos libios van primero al exterior para estudiar o para recibir mejores salarios. Aquí ganan unos 800 dólares al mes. Los pacientes preferirían ir a una clínica privada si tuvieran dinero. Pero eso no significa que recibirán mejor tratamiento", añade.
Rami Ben Ahmeida, médico general del privado Centro Médico Libio-Británico, equipado con una ambulancia y un block quirúrgico, discrepa. "Este lugar es mejor. Tiene una buena higiene, mejor personal, y está bien organizado. No hay lista de espera para las operaciones, mientras que en el hospital del gobierno puede tener que esperar hasta un mes", señala.
Un sistema de salud en dos niveles, madurado bajo el régimen de Muammar Gadafi (1969-2011), hizo florecer una enorme cantidad de clínicas privadas, como el Centro Médico Libio-Británico.
Mientras enfermeros de Filipinas van y vienen por los pequeños corredores blancos, pacientes entrevistados por IPS dicen tener seguros de salud gracias a que trabajan en bancos, en la construcción y en empresas petroleras.
En la Libia post-Gadafi, conforme aumentan los ingresos petroleros de los que tanto depende la economía, y los negocios e inversiones empiezan a volver, se intensifica el debate en torno a un nuevo modelo de gobernanza para el país y el sistema de salud.
Gomati, del Centro Médico de Trípoli, dice que le gustaría que las empresas de seguros médicos operaran en todo el país y alentaran un sistema público-privado. "La gente debería pagar por los servicios de salud", que en este momento le resultan muy costosos a Libia, drenando fondos hacia el exterior, sostiene.
"Es necesario mejorar la calidad de los servicios de salud aquí, o tal vez comercializarlos mejor", dice un funcionario de la reabierta embajada de Estados Unidos en Trípoli.
"Los libios realmente tienen la firme creencia de que no pueden recibir cuidados de salud adecuados en su país", agrega.
"Hemos hecho relevamientos médicos extensivos de los centros de salud de aquí, justo cuando estábamos volviendo, y en términos de planificación de contingencia, y realmente en Libia hay muy buena atención", tanto en los centros públicos como en los privados, enfatiza.
En la privada Clínica Al Mokhtar, ubicada en uno de los barrios más adinerados de Trípoli, Salma Gouma, quien supervisa a los enfermeros mayoritariamente extranjeros, que llegan de Filipinas, Ucrania, Marruecos, Túnez y Argelia, dice que estos reducen los precios para atender a las familias más pobres.
"No sé por qué la gente se va al exterior para atenderse. No confían en Libia, pero nosotros hemos efectuado muchos procedimientos corrigiendo fallas de hospitales tunecinos", señala.