Granada bajo estrés climático

James Nicholas ha vivido siempre del mar. Pescador de las islas de Granada, Carriacou y Pequeña Martinica, recuerda el próspero negocio de vender sus capturas diarias a residentes y restaurantes, o de exportar pescado a lujosos hoteles de la vecindad caribeña.

Una mujer compra jacks, pescados que se usan como carnada, en un mercado de Saint George Crédito: Desmond Brown/IPS
Una mujer compra jacks, pescados que se usan como carnada, en un mercado de Saint George Crédito: Desmond Brown/IPS
Pero las cosas han cambiado últimamente en este archipiélago que lleva el nombre de su isla mayor, Granada.

Especialistas locales culpan al cambio climático y aseguran que sus efectos están causando un significativo agotamiento de las pesquerías.

En 2010, la industria pesquera de Granada llegó al pico de emplear a unas 4.000 personas en este país de unos 90.000 habitantes y de aportar a la economía 5,2 millones de dólares solo por concepto de exportaciones.

"Había abundancia de peces cerca de las áreas costeras. Ahora, algunas especies desaparecieron por completo", dijo Nicholas, presidente de la Southern Fishermen Association (Asociación de Pescadores Sureños), uno de los grupos que representan a los productores del sector.
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"He contado ocho especies que ya no se encuentran. No puedo decir que sea el cambio climático porque no soy científico. Tengo que guiarme por lo que ellos dicen", dijo a Tierramérica. Pero es indudable que los afiliados a la Asociación pescan cada vez menos y eso se refleja en sus menguados ingresos, apuntó.

Para Karl Hood, actual canciller y exministro de Ambiente de Granada, la reducción de las pesquerías es consecuencia directa del cambio climático.

Hay una drástica caída de "jacks", unos peces pequeños que suelen usarse como carnada. "No se capturan desde el año pasado", dijo Hood en una entrevista en su oficina del complejo ministerial situado en los Jardines Botánicos, en las afueras de la capital.

"Habitualmente en noviembre hay muchos jacks. Pero esta vez no aparecieron, a tal punto que los pescadores no consiguen carnada", explicó. "Si uno va al mercado, verá que no hay pescado".

Ante la alternativa de guardar sus artes de pesca e irse a casa, dijo Nicholas, muchos pescadores se vieron obligados a importar sardinas de Estados Unidos para usarlas como carnada.

Una causa de la desaparición de peces está en los corales.

Los arrecifes de coral albergan 25 por ciento de las especies marinas, incluidos los peces, a los que dan un ámbito especial para la reproducción y la cría. Hoy son objeto de ataques varios, sostuvo la doctora en ciencias del mar Clare Morrall, directora del Programa de Biología Marina de la St. George's University.

En los últimos años, el agua de la superficie del mar está más caliente de lo habitual, indicó Morrall. Así desaparecen las algas unicelulares que dan color a los corales. Estos se blanquean y mueren.

El calor del agua atenta contra la relación simbiótica de las algas y los pólipos que fabrican las construcciones calciformes conocidas como arrecifes coralinos.

Pero "no solamente tenemos efectos del cambio climático ante los cuales los corales podrían exhibir cierta capacidad para recuperarse. Hay además mayores cargas de sustancias nutrientes" que van al mar arrastradas por las lluvias, dijo. Esto último también podría vincularse al calentamiento, que prolonga las sequías.

Cuando llueve luego de una larga sequía, el torrente tiene mayor capacidad de arrastre y erosiona más los suelos. Esto, sumado a los fertilizantes y las aguas servidas, es una mezcla desastrosa para los arrecifes, pues multiplica la cantidad de nutrientes de los que se alimentan las macroalgas.

Si además "sacamos a los peces que normalmente se alimentan de esas algas y las mantienen a raya, tenemos una situación que se repite en todo el Caribe: pasamos de sistemas dominados por los corales a sistemas dominados por las algas", explicó Morrall.

Para la bióloga, "la forma en que juegue el cambio climático en ese proceso es otro factor al que deben adaptarse los corales".

Pero la pesca es apenas una de las varias industrias afectadas por la transformación del clima, dijo Hood.

Hace dos años, una marejada devastó la atracción turística emblemática de este país: la sureña playa Grand Anse, de más de tres kilómetros de largo, recordó el ministro. Y las aguas de esa playa se hicieron más profundas, otro indicio de erosión.

Un informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) estima que un aumento de 50 centímetros en el nivel del mar podría causar inundaciones graves en más de 60 por ciento de las playas de Granada.

El informe habla de medio metro, pero aunque la elevación del mar fuera menor, su efecto igualmente sería dañino, enfatizó Hood. El cambio climático "es una amenaza real para nosotros", añadió.

El funcionario señala que los agricultores también se ven perjudicados. Dos años atrás, el país soportó la peor sequía de su historia reciente. "Vimos secarse cocoteros y cítricos. Eso nunca había ocurrido".

"Ahora, como llueve tanto, cultivos tradicionales que se plantarían y cosecharían en cierto momento ya no funcionan", agregó.

El ministro también sigue con preocupación los acontecimientos en la vecina isla de Dominica, donde fuertes precipitaciones causaron en septiembre de 2011 deslizamientos de tierras y derrumbes, dañaron viviendas y arrastraron puentes y vehículos. Algunas zonas pobladas se quedaron sin agua ni electricidad.

Hood concluye que el cambio climático es un problema monetario, porque hay que obtener los fondos necesarios para la adaptación.

Las economías caribeñas se recuperan lentamente de una larga y profunda recesión y no tienen los recursos para abordar este desafío, dijo.

Granada y sus vecinos entendieron que la fuerza también es cuestión de números. Así se formó la Alianza de Pequeños Estados Insulares, de 39 miembros plenos y cuatro observadores de todas las regiones del planeta, que pretende actuar como voz única para el cabildeo y las negociaciones en el ámbito de las Naciones Unidas.

Buscamos que "los países más grandes, los emisores más grandes (de gases de efecto invernadero), los que más contaminan, nos escuchen y entiendan de dónde venimos. Estamos muy decididos a continuar luchando hasta que consigamos transformaciones", dijo Hood.

"Todavía hay quienes se toman esto a la ligera", agregó. "Tenemos por delante una tarea de enormes proporciones".

* Este artículo fue publicado originalmente el 24 de marzo por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.

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