La explosión social en la austral ciudad de Aysén impulsa a poblaciones de otras zonas de Chile que soportaban pasivas un «abandono histórico». En las norteñas Arica y Calama también salieron a las calles con demandas económicas, de impulso al desarrollo y contra el centralismo.
"La historia de las explosiones regionales tiene sus atisbos en la última década. Hay aquí un itinerario de una rebelión anunciada, algo que se está incubando, desarrollando y va adquiriendo fuerza", explicó a IPS el antropólogo Juan Carlos Skewes.
El levantamiento de Aysén, 1.640 kilómetros al sur de Santiago, comenzó el 18 de febrero, luego de meses de reclamos por mejoras económicas para el desarrollo de la región y para subsidiar el alto costo de la vida en una de las zonas más inhóspitas del país.
Le siguió Arica, en el extremo norte, limítrofe con Perú y Bolivia y a 2.051 kilómetros de Santiago, con una pacífica marcha callejera el sábado 17 en reclamo de "años de abandono por parte del Estado central".
Calama, una ciudad minera y pobre, fue el escenario de la protesta del martes 20 en busca de que finalmente se queden en el lugar cinco por ciento de los recursos que deja la extracción de cobre, la principal riqueza del país.
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"Hoy día Calama está construyendo un proceso social. Tal vez algunos no creen, pero tenemos un proyecto político y social serio y desde esta ciudad y el norte hoy estamos generando pensamiento, nos estamos sacudiendo el centralismo que asfixia", afirmó el alcalde local, Esteban Velásquez.
Un día antes, Velásquez y otros alcaldes de 13 comunas del norte de Chile expresaron la urgencia de dar inicio a un proceso de descentralización, con un petitorio de siete puntos entregado al presidente de Chile, el derechista Sebastián Piñera, que fue entregado directamente en el palacio de La Moneda, la sede de gobierno.
"Este es un desborde previsible que debería incrementarse en los próximos meses, y eso es bueno, porque lo que hacen los grandes desbordes es ensanchar las avenidas de la participación", afirmó Skewes.
A juicio Skewes, director del Departamento de Antropología de la Universidad Alberto Hurtado, lo que ocurre en Aysén genera un mensaje claro para las otras regiones, en el sentido de que existe la posibilidad de ser escuchados.
Agregó que seguramente las manifestaciones se mantendrán mientras no haya una respuesta concreta respecto de la distribución equitativa de recursos a nivel nacional o la elección democrática de las autoridades regionales.
En Chile, los intendentes (gobernadores) son designados por el gobierno central, al igual que las autoridades provinciales. Solo los alcaldes son elegidos por el voto popular.
"En el fondo, este descontento social, este malestar de las bases, se sale de la representación política, de los partidos políticos, de los representantes locales, porque no encuentra respuesta en ellos", según Skewes.
Las manifestaciones en Aysén llevaron al gobierno nacional a darle carácter de suma urgencia al proyecto de ley que establece la elección de consejeros regionales, pero desde el parlamento advirtieron que no podrá ser aprobado para octubre, cuando debía implementarse en paralelo a los comicios municipales.
Pero las demandas regionales son históricas y sus habitantes, que dicen estar acostumbrados a sufrir el abandono, resisten en una lucha desigual en la que son duramente castigados por el Estado.
En Aysén, la represión policial ha sido denunciada por organizaciones defensoras de los derechos humanos y por parlamentarios.
La situación se agudizó el lunes 19, cuando el gobierno dispuso el envío, por aire y por mar, de más fuerzas especiales de la policía de Carabineros para controlar y reprimir las protestas.
Los ayseninos pretendieron bloquear el paso de los vehículos policiales, lo cual desató una batalla campal. Testimonios aseguran que la policía disparó balines en la cara a los manifestantes, y lanzó bombas lacrimógenas y piedras al interior de las casas.
"Hubo varias noches que fueron casi relatos de guerra", narró a IPS la periodista Claudia Torres, de la radio comunitaria Santa María de Aysén, uno de los principales medios de comunicación de la región.
"Ha sido bastante cruel la represión, hay relatos de la gente que recibió golpes, disparos, que fue detenida, mujeres que fueron desnudadas frente a los funcionarios (policiales) varones", afirmó.
Torres agregó que la represión de Carabineros fue brutal en "nuestra región, y como radio la hemos constatado, hemos visto cómo quedan las calles, como si hubiera una verdadera guerra".
La represión policial llevó al estatal Instituto Nacional de Derechos Humanos a presentar un recurso de protección a favor de la población local, especialmente niñas, niños y adolescentes.
También pidieron a los legisladores de la oposición evaluar una posible acusación constitucional contra el ministro del Interior, Rodrigo Hinzpeter, quien en la noche del jueves 22 dialogó por más de tres horas en La Moneda con dirigentes sociales de Aysén. Las partes acordaron continuar las conversaciones, pero con condiciones.
El gobierno pidió el fin del bloqueo, mientras que los ayseninos exigieron el retiro de las fuerzas especiales y el levantamiento de las 22 querellas presentadas ante la justicia por el Poder Ejecutivo invocando la ley de Seguridad Interior del Estado.
"Uno siempre tiene la esperanza de que el gobierno comprenda que el movimiento social quiere ser escuchado, pero creo que esta es una estrategia más del ministro Hinzpeter en busca de descomprimir el ambiente y demostrar que ha querido dialogar", opinó Torres.
Para Skewes, las autoridades actuales de Chile "no tienen cultura política ni experiencia previa que les diga cómo enfrentar conflictos".
El experto indicó que "las explosiones sociales también cumplen ciclos y llega un momento en que el conflicto se vuelve contra sus propios protagonistas y eso produce una aparente distensión".
Sin embargo, advirtió que las regiones se tranquilizarán solo cuando vean gestos concretos a favor de la descentralización y la dignidad de sus pueblos.
"La reivindicación de derechos, el enojo, el malestar ciudadano, es parte de la escena de restricción de la vida social, de diferencia de oportunidades, de abandono, de contradicciones profundas en la sociedad chilena, de reclamos tan sencillos como el no sentirse reconocido", concluyó.