El occidente de Túnez se vuelve a rebelar

Un mes después del primer aniversario de su revolución, Túnez es sacudido por protestas laborales apoyadas por la Unión General Tunecina del Trabajo (UGTT), con epicentro en las regiones pobres occidentales.

Históricamente, el oeste de Túnez ha tenido poco desarrollo y ha sido ignorado por las regiones costeras dominantes. Esta desigualdad ha sido una importante causa de malestar social desde por lo menos la independencia nacional, en 1956.

La revolución del año pasado empezó en la ciudad de Sidi Bouzid. Muchos creen que una huelga organizada ya en 2008 por el ala insurgente de la UGTT en la vecina Gafsa fue la precursora de los últimos levantamientos.

Gafsa y sus aledaños son conocidos por su riqueza en minas de fosfato. La minería es extremadamente redituable, pero quienes trabajan en el sector y los habitantes del lugar ven pocas de esas ganancias, que históricamente fueron cosechadas por las elites costeras.

La huelga de 2008 rápidamente se topó con la dura y fatal represión del gobierno.
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La población de Gafsa esperaba que la revolución del año pasado y las posteriores elecciones pusieran fin a décadas de corrupción en la zona. Pero se desilusionó.

La semana pasada, dos hermanas veinteañeras de Gafsa, Sousou y Asma Didi, hablaron con IPS en el área de cafeterías del hotel Jugorta, en las afueras de la ciudad. Pese al lujoso diseño del hotel, sus piscinas y fuentes estaban secas a causa de la escasez de agua.

Sousou nació en Gafsa y se mudó a la capital para buscar trabajo. Su hermana Asma todavía vive en su ciudad natal. "No hay ningún cambio. Ojalá que dentro de 10 años veamos alguno…", dijo Asma.

Las dos hermanas votaron al Hizb Muqtamar (Congreso por la República), un partido centrista que integra la coalición gobernante junto con el izquierdista Ettakatol y el islamista Ennahda.

Al preguntarle si pensaba que la coalición de gobierno estaba haciendo un buen trabajo, Asma respondió: "No lo creo…", agregando que los nuevos partidos deberían combatir más la corrupción endémica. La población ya empobrecida tiene que pagar para acceder a servicios básicos y empleo, afirmó.

Pero pese a esta frustración, ambas hermanas se apresuraron a culpar de los problemas de Gafsa a la vieja dictadura. "Estamos en cero; no es fácil hacer cambios ahora", dijo Asma.

Los problemas no terminan con la emigración hacia las regiones costeras, comparativamente prósperas. Los habitantes de Gafsa y regiones aledañas son fácilmente reconocibles porque hablan un dialecto del árabe. A consecuencia, sufren una discriminación flagrante y generalizada.

La indignación por esta injusticia frecuentemente se desbordó, incluso durante la dictadura, cuando el régimen de Zine El Abidine Ben Ali (1987-2011) apoyó con firmeza el statu quo.

Tras una ola de despidos en 2008, los habitantes de Gafsa organizaron una huelga masiva que solo terminó cuando la policía empezó a arrestar y torturar a los organizadores, así como a dispararles a los manifestantes en las calles.

La UGTT desempeñó un rol ambiguo, tanto en el levantamiento de Gafsa de 2008 como en la posterior revolución. Esa central sindical era reconocida por la dictadura, y sus principales cargos siempre fueron ocupados por aduladores más leales al régimen que a sus propios integrantes.

Pero pese a esto, las bases de la UGTT fueron conocidas por ser abiertamente progresistas y prodemocráticas. Antes de la revolución, la UGTT era la única insitución nacional importante donde los críticos del régimen podían alcanzar cierto grado de autoridad.

Desde la revolución, la Unión estuvo en la primera línea de las demandas de una mayor igualdad regional y económica.

Por teléfono desde su oficina en Gafsa, el secretario general regional de la UGTT, Mohamed Sghaiyer Miraoui, apoyó las manifestaciones y transmitió las quejas de otras personas en su región.

"Los obreros de la mina ya se dirigieron al gobierno anterior reclamando más derechos", dijo a IPS.

"Demandamos el derecho al empleo -el desempleo se acerca a 60 por ciento en partes de Gafsa-, compensaciones a las familias de los mártires (que murieron en los levantamientos de 2008 y 2011), seguro médico por accidente en el lugar de trabajo, y seguridad social para los empleados retirados. Ningún gobierno respondió jamás a estos derechos. Solo palabras", continuó.

"La UGTT da la bienvenida y apoya sentadas que sean pacíficas y no alteren el orden público, así como el funcionamiento de las empresas. Sin embargo, condena toda huelga que bloquee carreteras y prohiba que otros trabajadores hagan su tarea", agregó.

En Gafsa y en las áridas aldeas circundantes, la pobreza y los persistentes grafitis revolucionarios son recordatorios de cuán lejos llegó Túnez en el último año, y cuánto le queda aun por recorrer. El gobierno libra una dura batalla para crear empleos y combatir la desigualdad.

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