A nivel mundial, para la Organización Internacional del Trabajo (OIT) el desafío es crear 600 millones de empleos el próximo decenio y remontar el aumento de 27 millones de desempleados provocados por la crisis.
Muy en especial hay que contener el desempleo de las jóvenes cuya tasa mundial es de 12,7 y cada vez son más las que encuentran trabajo a tiempo parcial y con un contrato temporal.
Las tendencias mundiales 2012 señalan que la economía mundial ha reducido drásticamente su capacidad para crear nuevos empleos y que la proporción de mujeres en situación de vulnerabilidad laboral es de 50,5 por ciento, excediendo a la de los hombres (48,2 por ciento).
Para la economía mexicana se vislumbran dos grandes retos: la creciente informalidad con desempleo y la pobreza alimentaria, ya que los bajos salarios hacen inalcanzable la canasta básica de alimentos.
Según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), en 2011 la economía creció 3,9 por ciento, menos que el año anterior, con un déficit de aproximadamente 900 mil empleos.
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El sector primario (agricultura, ganadería y pesca) reportó en el cuarto trimestre una gravísima caída de 6,92 puntos porcentuales, respecto al tercer trimestre de 2011.
Los incrementos en la importación de granos básicos han crecido en forma desmesurada y le restan soberanía alimentaria al país, además tiene mayor vulnerabilidad a la volatilidad de los precios. En la última década (2000-2011), la importación de frijol creció anualmente a una tasa escandalosa de 43,8 por ciento y su precio en el mercado ha fluctuado hasta en 20 por ciento.
El maíz, que es esencial en la dieta mexicana, aumentó su importación 24,3 por ciento anual; en diciembre del 2000 se importaron 21 millones 862 mil dólares, para 2011 esta cifra creció a 297 millones 531 mil dólares.
Por lo consiguiente los precios de los alimentos están en las nubes. Solamente en los últimos seis años (2005-2011) los valores de las canastas alimentarias urbana y rural aumentaron 45 y 46,8 puntos porcentuales, respectivamente, mientras que el ingreso laboral promedio real no ha crecido entre 1992 y 2010.
También aumentó el porcentaje de personas con un ingreso menor a la línea de bienestar: en las áreas rurales pasó de 63 a 66 por ciento, según datos del Consejo Nacional para la Evaluación de la Política Social, la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de Hogares e Inegi.
Son la informalidad con bajos ingresos y el desempleo los que provocan más pobreza. Cumplen dos funciones: abaratar los costos laborales y someter a la clase trabajadora.
Congruente con esta situación, en enero para las áreas urbanas hay 3,1 millones de mujeres trabajadoras en la informalidad, de acuerdo al criterio del Inegi, por cierto criterio ampliamente rebasado; la cifra más cercana a la realidad es de 6,1 millones.
El concepto tradicional de medición que utiliza Inegi está en función del tipo de establecimiento donde se labora, mientras que la OIT lo hace en función de las condiciones y relaciones de trabajo, esto permite identificar la informalidad o subcontratación que se produce en las empresas formales.
Se estima que 40 de cada 100 son empleos informales.
Para la maquila, el outsourcing (contratación de empresas a firmas externas de operaciones y servicios) o subcontratación prácticamente representa la cuarta parte de los empleos (24,1 por ciento), con un crecimiento anual de 8,3 puntos porcentuales.
Son empleos sin prestaciones para obreras y técnicas, en tanto que el empleo directo o formal solo aumento 3,0 por ciento, según datos de noviembre de 2011 de Inegi.
Tanto en la tasa de ocupación en el sector informal como en la de ocupación parcial y desocupación las mujeres superan a los hombres.
Esta última se refiere a la población desocupada y ocupada que trabajó menos de 15 horas. La tasa femenina es de 15,26, casi el doble de la masculina (8,62), y representa más desigualdad laboral para las mujeres con menores ingresos, según la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo de Inegi, de enero de 2012.
En una jornada de 40 horas los ingresos promedio de las mujeres son del equivalente a 103 dólares, 4,8 por ciento menos que los hombres, situación que se repite en los llamados trabajos por cuenta propia.
Un «apretón al trabajo», como lo llamó León Bendesky, en el diario La Jornada, el 20 de febrero, en el caso del trabajo femenino es un «súper-apretón». La situación obliga a que los partidos políticos mantengan tres temas en la agenda: crecimiento económico, pobreza y desigualdad.
*Este artículo fue publicado originalmente por la agencia mexicana de noticias Comunicación e Información de la Mujer AC, Cimac. La autora es economista especializada en temas de género.