Nadie que viva en esta localidad pesquera de la costa sur, a unos 70 kilómetros de la capital de Cuba, puede olvidar el devastador impacto de los huracanes de 2008. Ahí están, como recordatorio, las casas destruidas, la erosión y una playa que perdió el brillo de antaño.
"El mar inundó toda esta zona. También botó arena, tanta que luego tuvieron que llevársela en camiones. Dicen que con el ciclón de 1944 pasó algo parecido y hubo muertos. Ahora no, porque, como siempre, evacuaron a toda la población ", cuenta Mario, un locuaz cantinero del pequeño complejo turístico, totalmente vacío en esta época invernal.
Los planes de prevención que se activan ante cada temporada ciclónica, de junio a noviembre, evitan o reducen al mínimo la pérdida de vidas humanas. No así los daños económicos.
Los huracanes Gustav, Ike y Paloma, que en menos de tres meses azotaron Cuba en 2008, causaron perjuicios evaluados oficialmente en unos 10.000 millones de dólares.
Entonces, ya no quedaron dudas de que, si buena es la prevención, no lo es menos la adaptación para afrontar las consecuencias del cambio climático, entre las cuales la más temida es la elevación del nivel de las aguas oceánicas. Un riesgo que no siempre asimilan las familias que viven en la línea costera.
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"Sí, sí, sabemos eso, estamos cerca del mar, pero aquí no subió mucho el agua. Además, la casa nueva la estamos haciendo en un lugar más alto", dijo una vecina que construye su nuevo hogar con sus propios recursos. "Mi hijo recibe remesa (de dinero) de su padre, y él me ayuda a mí con la construcción, que hacemos poco a poco, según las posibilidades", añadió.
Estudios de científicos cubanos sobre vulnerabilidades de los sistemas costeros en la región caribeña alertan que el aumento del nivel del mar entre 2050 y 2100 estará en un rango de entre 27 y 85 centímetros, realidad con fuertes implicaciones geográficas, demográficas y económicas para los estados insulares.
Estimaciones oficiales indican que, para 2050, podría quedar sumergido de forma permanente 2,32 por ciento del territorio de Cuba, lo cual implicaría que, de no tomarse las medidas de adaptación necesarias, se afectarían no menos de 79 asentamientos costeros y 15 desaparecerían totalmente.
El ecosistema costero representa cinco por ciento del área total del país, con un estimado de 250 kilómetros urbanizados a lo largo de las costas y una población de 1,4 millones de habitantes residentes en 244 asentamientos, 63 de ellos urbanos y 181 rurales, así como 588 kilómetros de playas.
"Ante todo, hay que saber por qué y en qué es necesaria la adaptación", dijo a IPS la presidenta de la gubernamental Agencia de Medio Ambiente, Gisela Alonso. "En Cuba estamos haciendo estudios de clima y tenemos nuestras propias apreciaciones y nuestros propios modelos para saber los niveles de impacto que debemos asumir", agregó.
La experta advirtió que hacen falta recursos financieros, conocimiento, tecnología y una infraestructura propia, tanto material como humana, para poder enfrentar problemas de los cuales las naciones en vías de desarrollo no son las principales responsables. "¿Cómo asimilar la adaptación sin educación, salud, ni garantía de alimentación?", preguntó.
Un estudio realizado en ocho países del Caribe insular, difundido en 2010 por Facilidad Caribeña de Seguros contra Riesgos de Catástrofes (CCRIF, por sus siglas en inglés), indicó que países de esa área podrían perder al año hasta nueve por ciento de su producto interno bruto (PIB) debido a las tormentas e inundaciones que se cree son consecuencia del cambio climático.
Cuba afronta "sobre todo el incremento e intensidad de los eventos hidrometeorológicos extremos, que no solo son los ciclones tropicales, sino también la sequía, las grandes inundaciones, el aumento de la temperatura y, como archipiélago que somos, uno de los peligros más grandes: la elevación del nivel del mar", afirmó a su vez Alonso.
Sin embargo, la especialista consideró que esta isla tenía "una cierta ventaja", porque cuenta con un potencial científico que le ha permitido comenzar desde hace muchos años a evaluar y ofrecer alternativas de medidas sociales, "en que el tema salud es indispensable", y de corte económico y ambiental. De acuerdo con la experta, esta nación caribeña dispone de un programa de atención al cambio climático que abarca tanto los estudios previos de peligro, vulnerabilidad y riesgo, incluidos los impactos posibles del aumento del nivel del mar, como las medidas sectoriales que se deben adoptar.
En los planes, que no han sido publicados, figuran disposiciones de ordenamiento territorial que establecen cuan lejos de la costa deben ejecutarse las inversiones turísticas y las nuevas zonas urbanas, así como la resiembra y recuperación de los manglares, que junto con los arrecifes son importantes barreras naturales en la línea costera. En el caso de la agricultura, se hace un seguimiento muy de cerca el agua de riego. "Cuba está montada sobre una superficie cársica y la elevación del nivel del mar incrementa la intrusión salina.
El agua que no es de calidad saliniza el suelo y perjudica la producción agrícola", comentó Alonso.
Finalmente, la especialista consideró que desde el punto de vista educativo y social, la comunidad debía saber a lo que se enfrentaba, porque el cambio climático se añade a la degradación de los suelos y a la contaminación y escasez de agua para el consumo humano, entre otros problemas ambientales que configuran un complejo panorama a nivel mundial.