SRI LANKA: Discapacitados no tienen paz

A veces, el srilankés Thiyagarajah Santhirakumaran, de 35 años, siente que preferiría haber muerto en la guerra civil de su país. Ahora hay paz, pero como perdió sus piernas en un bombardeo cree que solo puede esperar una vida de dependencia.

Sobrevivió a las heridas que lo lisiaron en 2006 y entre 2008 y 2009, ya en la etapa final de la guerra, vio a su distrito natal, el nororiental Mullaittivu, ser escenario de las peores luchas entre el ejército srilankés y los separatistas tamiles.

"Fue el infierno, no hay otra palabra para describirlo. Y cuando la gente corre para salvar su vida, ¿quién quiere ayudar a un lisiado?", planteó.

Pero su esposa y otros familiares lo llevaron a un lugar seguro, atravesando una laguna llana.

El 17 de mayo de 2009, los rebeldes Tigres tamiles, que combatieron por la separación del norte y este de Sri Lanka, se declararon derrotados por las fuerzas regulares del gobierno.
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El conflicto había comenzado en 1983, tras una serie de ataques de la comunidad cingalesa, mayoritaria en este país, contra la tamil, predominante en esta zona.

Ahora, la normalidad vuelve lentamente al lugar, y Santhirakumaran ya no teme que su esposa y sus dos hijos sean víctimas de alguna bala perdida. De todos modos, su vida es gris atraviesa severas dificultades.

Desempleado e incapaz de circular por una región donde el transporte público es un lujo y el concepto de accesibilidad para los lisiados prácticamente no se menciona, pasa la mayor parte de su tiempo en la choza de lodo a la que llama hogar.

"No salgo, y mi esposa mantiene a la familia. Si yo tuviera un trabajo no me sentiría tan deprimido. No puedo hacer nada por mí mismo, ni siquiera ir al baño", explicó.

El suyo no es un caso aislado. Miles quedaron lisiados a raíz de la guerra. Se estima que entre 10 y 15 por ciento de los 1,1 millones de habitantes de la Provincia del Norte están físicamente lisiados, según la Fundación de Sri Lanka para la Rehabilitación de los Discapacitados.

La mayoría quedaron en esta situación siendo jóvenes, por culpa de heridas sufridas durante la guerra, dijo a IPS el secretario de la Fundación, Cyril Siriwardene.

"Aun para una persona común es una situación difícil. Las presiones físicas y mentales de una discapacidad severa la vuelven más difícil", señaló.

Vellayan Subramaniyam, presidente de la Organización para la Rehabilitación de los Discapacitados, dijo a IPS que en la zona de conflicto prácticamente no había ningún mecanismo para que quienes quedaban discapacitados pudieran hacer frente a su nueva situación.

Aunque se cuidaba a los combatientes severamente heridos, programas similares para civiles eran inusuales en áreas controladas por los separatistas, planteó.

"Cuando alguien queda discapacitado en su vida adulta, el programa de rehabilitación tiene que tener eso en cuenta. Lleva años acostumbrarse", subrayó Subramaniyam, quien quedó parcialmente ciego en un accidente que sufrió cuando rondaba los 20 años.

Expertos que trabajan con personas como Santhirakumaran enfatizaron ante IPS que los discapacitados tienden a ser marginados por la sociedad.

"Derribar la barrera psicológica (de la aceptación) lleva tiempo", expresó Ivan Rasiah, especialista del proyecto de asistencia humanitaria de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid) en Sri Lanka.

En los últimos tiempos Usaid donó 30.000 dólares para un proyecto piloto que ayudará a cinco organizaciones de la sociedad civil que trabajan con discapacitados en el norte. Primero entrenará a activistas de la sociedad civil, y en la segunda fase se centrará en financiar proyectos en base a propuestas.

Siriwardene coincidió con el funcionario de Usaid en que generar aceptación social implicará un largo camino en cuanto a aliviar la carga que pesa sobre los discapacitados.

La mayoría de los srilankeses que no padecen ninguna discapacidad todavía ven a los lisiados como incapaces de cuidarse a sí mismos, dijo a IPS.

"Este es un caso clásico de estigma que funciona en ambos sentidos. Las personas sanas tienen sus prejuicios, pero los discapacitados también", opinó.

"Se trata de un sistema de valores muy arraigado que tenemos que cambiar", añadió.

Entidades como la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y la Federación de Empleados de Ceilán (nombre con el que previamente se conoció a Sri Lanka) crearon programas para brindar formación vocacional y puestos laborales a los discapacitados del norte del país.

En esta región, el desempleo llega a 20 por ciento de los activos y la pobreza afecta a 30 por ciento de la población.

"Hemos desarrollado programas similares en otras partes del país, y esperamos que la experiencia nos ayude aquí", declaró Ravi Peiris, director ejecutivo de la Federación.

"Tengo formación para mi puesto, pero ellos quieren evaluar si puedo hacer el trabajo", dijo Perambalan Janakumar, a quien le ofrecieron realizar un curso de seis meses en un banco luego de asistir en noviembre al programa de capacitación de la OIT y la Federación.

Según dijo a IPS, sintió que le ofrecieron el empleo no por estar calificado para el mismo sino porque un bombardeo lo dejó ciego.

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