«Nosotros debemos responder las preguntas que corresponden a nuestra época», porque somos las principales víctimas de «las políticas voraces del capitalismo», sentencia Alexis Jiménez, un etnólogo de 23 años que lleva dos meses acampando frente a la bolsa de valores en la capital mexicana.
Originario del sureño estado de Oaxaca y curtido en luchas sociales desde 2006, Jiménez participa en el movimiento pacifista encabezado por el poeta Javier Sicilia, que demanda un cambio en la estrategia de seguridad militar del gobierno mexicano del conservador Felipe Calderón.
Se juntó con otros jóvenes para sumarse el 15 de octubre al movimiento internacional de "indignados" por los efectos de las políticas económicas que prevalecen en el mundo y que han llevado a la severa crisis que afecta especialmente a los países del Norte.
"En mi casa ya me quieren desheredar por no ir en Navidad, pero tenemos que estar aquí", cuenta en una larga conversación con IPS, rodeados de ratones en una fría noche mexicana.
A este campamento, instalado en la principal avenida de la capital de México, han llegado jóvenes de corrientes de pensamiento muy diversas, como anarquistas, ecologistas, pacifistas y miembros del Movimiento de Regeneración Nacional que lidera el izquierdista Andrés Manuel López Obrador.
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La mayoría son estudiantes universitarios, pero también hay funcionarios del Senado, cuya sede está ubicada en las cercanías, un reportero de un diario local al que sus jefes le prohibieron salir en cualquier fotografía o entrevista, y el cocinero de un importante hotel céntrico, que pidió hacer uso de sus vacaciones para convertirse en el chef del campamento.
Pero no todos se quedan. Los indignados de la capital mexicana son una población flotante que se mueve sobre todo en redes sociales y que tiene como base dos campamentos.
Uno es el de la Bolsa Mexicana de Valores, con actividades más bien políticas y que recibe visitas de académicos reconocidos como el filósofo Enrique Dussel o Edgardo Buscaglia, consultor de la Organización de las Naciones Unidas en temas de seguridad.
El otro es el instalado en la plaza de la delegación Coyoacán, en el centro del Distrito Federal de México, que históricamente fue residencia de artistas e intelectuales. En ese lugar, las actividades son más lúdicas y han intentado desarrollar un sistema de subastas y de trueque.
"Tratamos de construir alternativas organizacionales donde el poder esté realmente entre ciudadanos", explicó a IPS el ingeniero en mecatrónica Miguel Barousse, de 26 años, en el campamento de Coyoacán. "No manejamos dinero, solo aceptamos donaciones en especie, y tratamos de mantener la limpieza y el orden dentro", apuntó.
En México hay más de siete millones de jóvenes que no realizan ninguna actividad productiva y, según datos de los ministerios de Educación y de Trabajo, 78 por ciento de ese universo son mujeres.
México aparece como el tercer país con mayor proporción de desocupados entre las personas de 15 a 29 años del total de países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, detrás de Turquía y Brasil, según el estudio Education Glance 2011, presentado en septiembre por este bloque en cuyo seno están todas las economías industrializadas.
Sin embargo, el desempleo y la falta de educación no son los únicos problemas de los jóvenes mexicanos. También son los más afectados por la violencia ciudadana que cruza el país.
Reportes del oficial Instituto Nacional de Estadística y Geografía indican que la cantidad de asesinatos de hombres de 15 a 29 años aumentó 154 por ciento entre 2007 y 2009, mientras que los de mujeres lo hicieron 89 por ciento.
A pesar de que en esta estadística falta aún el saldo de los años más cruentos, los homicidios son ya la primera causa de muerte entre mexicanos de esa franja de edad, superando por mucho a los accidentes automovilísticos.
Por eso los jóvenes han empezado a organizarse. Unos espontáneamente, como Aldo García, estudiante de historia de 24 años, que con un grupo de amigos empezó a recorrer distintas plazas para recoger propuestas. Su método es sencillo: les da un pizarrón donde les pide que escriban una idea o propuesta, y luego le toma una foto y la sube a las redes sociales.
"Se trata de recolectar las fotos que podamos y hacer exposiciones callejeras", dijo a IPS en su paso por la capital del país, mientras tomaba lo que llamó "La Foto Roja" en el Monumento a la Revolución, donde cada sábado se reúnen jóvenes del colectivo México Toma la Calle, formado antes del 15 de octubre y que promueve acciones como las jornadas de besos y abrazos.
"Que la gente salga a la calle para convivir, no solo para consumir", definió una joven de la comisión de medios, que como todos en la comisión, pidió ser identificada con el personaje creado para los medios: Tomás Calles.
"Hay una indignación masiva, que no se expresa en movilización, una bomba de tiempo que no ha explotado, en mucho porque los medios de comunicación han sabido meterse en los oídos de la gente para atomizar los esfuerzos", dijo otro integrante del grupo.
En ese marco de movilización, el 26 y el 27 de noviembre se reunieron en esta capital decenas de universitarios, campesinos, sindicalistas y activistas de derechos humanos para definir una estrategia de acciones comunes.
El llamado Campamento de Jóvenes ante el Desastre y la Emergencia Nacional emitió entonces una declaración que plantea como prioridad el fortalecimiento de los movimientos sociales de cada región y la creación de medios de comunicación propios.
"En nuestras manos está no reproducir las prácticas y las formas que han impedido el cambio social", señalaron.
"Reconocemos como formas básicas de articulación y vinculación con las poblaciones la toma de espacios públicos que integran a la comunidad en los debates, haciendo uso de herramientas de educación popular y de arte liberador generadoras de una esperanza activa, como motor de la felicidad humana", continúa el texto.
El asesinato de dos estudiantes del sureño estado Guerrero, a manos de policías, y el hallazgo de los cuerpos de cuatro bachilleres, que habían sido reportados como desaparecidos en Jalisco, dejaron trágicamente en claro a la violencia que se enfrentan los manifestantes en este país.
"No es fácil. Estamos muy acostumbrados a seguir figuras, entonces cuesta trabajo entender un movimiento horizontal y sin líderes donde todas las decisiones se toman por consenso. Pero esto es un proceso, que esperamos que se vaya replicando", admitió Barousse en el campamento de Coyoacán.