Talata Nsor, originaria de la norteña comunidad ghanesa de Bolgatanga, lleva buena parte de sus 54 años de vida tejiendo las cestas típicas de la zona. Pero en los últimos tiempos se le hace muy difícil conseguir la materia prima.
La actividad fue redituable para Nsor en el pasado, pues le permitió incluso pagar la escuela de sus hijos. Sin embargo, ahora cada vez se puedan producir menos cestas bolga, famosas en África occidental y vendidas en mercados de Europa y América, porque el material usado, conocido como hierba de elefante, se extingue, debido al cambio de las condiciones climáticas.
"Hace 10 años caminaba hasta cualquier pantano cercano, en el norte de Ghana, y cortaba la hierba sin costo alguno. En cambio, ahora tengo que ir muy lejos o, incluso, llegar hasta Kumasi, a unos 400 kilómetros, para comprarla", explicó.
La hierba de elefante solo crece en pantanos, que ahora la población de la zona los utiliza para cultivar y paliar la inseguridad alimentaria ante la falta de lluvias.
"La gente prefiere convertir los pantanos en granjas hortícolas frente al fracaso de la agricultura dependiente de la lluvia", indicó Nafisatu Yussif, oficial de programa de Abantu, organización que promueve políticas con perspectiva de género en África.
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"Las precipitaciones ya no son confiables y la gente necesita cultivar en zonas donde la irrigación esté asegurada", apuntó.
Nafisatu Yussif es una de las muchas representantes de comunidades rurales de todo el mundo que lograron llegar hasta esta ciudad sudafricana para alzar su voz en la 17 Conferencia de las Partes (COP) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, de dos semanas que terminará este viernes 9.
"Recibimos a diferentes mujeres de distintos ámbitos", señaló Samantha Hargreaves, de ActionAid Internacional, una de las organizadoras de la Asamblea de Mujeres Rurales, que se realiza en forma paralela a la COP 17, que comenzó el 29 de noviembre.
"Más de 500 mujeres en este foro comparten experiencias de diferentes países sobre cómo seguir adelante y mostrar las mejores prácticas. El resultado de la asamblea se presentará al Grupo Africano de Negociadores como posición común de las representantes de los países más pobres", indicó Hargreaves.
Según las participantes de la asamblea, las mujeres de países pobres afrontan dificultades similares.
"En mi país, las mujeres trabajan duro en la huerta, pero a la hora de cosechar, los hombres asumen la responsabilidad de recaudar el dinero. Me acabo de enterar de que lo mismo ocurre en África y otros países asiáticos", indicó María Estela Jocón González, quien representa a las campesinas de tres regiones de Guatemala propensas a inundaciones, fenómeno que se agravó en los últimos tiempos.
"Cuando hay inundaciones, los pozos se llenan de agua sucia. Según nuestra cultura, es responsabilidad de la mujer garantizar la suficiente cantidad de líquido para beber y otros usos domésticos", dijo a IPS.
González pide a la comunidad internacional, reunida en Durban, que asegure la implementación de sistemas para contener las crecientes inundaciones.
"Quiero escuchar que los países se comprometen a reducir las emisiones de gases contaminantes que causan el calentamiento global. Es bueno pensar en el desarrollo, pero no tiene sentido sin un ambiente sano", observó.
Mientras hay inundaciones en Guatemala, faltan lluvias en el sur de Senegal.
Faty Khody, de la comunidad rural senegalesa de Kaulak, dijo a IPS que las lluvias en esa zona disminuyeron de 900 milímetros, en 2001, a entre 300 y 400 milímetros, en la actualidad.
"Solíamos cultivar verduras que vendíamos en el mercado local. Pero ya no es posible, a menos que tengamos irrigación", indicó Khody, oficial de promociones de Interpench, una organización que reúne a más de 7.700 campesinas senegalesas.
"El patrón de lluvias cambió, las sequías son más pronunciadas y, cuando llueve, hay inundaciones, que causan sufrimiento en la población rural, en especial mujeres, niños y niñas, añadió."
Con apoyo de la organización no gubernamental Horizon 3000, Interpench lanzó un proyecto llamado "Una mujer, un árbol frutal", como forma de adaptación al cambio climático.
"Decimos un árbol porque es el primer paso. Se entrega el almácigo de forma gratuita para plantar el primero y se le da el nombre del que lo haga, como recordatorio. Pero la idea es motivar a las mujeres a participar, no solo en la plantación de un árbol, sino en que este sea frutal", explicó Khody.
"Esperamos que los debates en la COP 17 concluyan con ideas que apoyen iniciativas femeninas de adaptación al cambio climático", remarcó Hargreaves.
Pero para que esos proyectos tengan éxito, deben erigirse sobre los sistemas de conocimiento indígenas, insistió.
"El Grupo Africano de Negociadores no debe sucumbir ante la presión de los países ricos en la COP 17", remarcó.
"La mayoría de las negociaciones se realizan en salas de reuniones sin involucrar a la gente de a pie", coincidió Elizabeth Kakukuru, oficial de programa de la Unidad de Género de la Comunidad de Desarrollo de África Austral.
"Pero las recomendaciones elaboradas deben ser implementadas por campesinas. Llegó la hora de que las partes afectadas participen de forma directa en estas importantes negociaciones", indicó.
En lo que respecta a la transferencia de tecnología para adaptarse al cambio climático, Kakukuru observó que todos los proyectos deben ser apropiados y desarrollados en consulta con las comunidades indígenas.