Surgidas al calor de la crisis económico-financiera que estalló a fines de 2001, las cooperativas en Argentina pasaron a constituir un atajo para la participación de mujeres en ámbitos tradicionalmente considerados masculinos.
"Al principio no fue fácil para los hombres aceptar a la mujer como compañera en rubros de la construcción, pero ahora que las cooperativas nos van integrando, ellos se van acostumbrando a vernos", contó Roxana Jiménez a IPS.
Jiménez integra una cooperativa de construcción conformada por 10 hombres y seis mujeres, y es además presidenta de la Federación de Cooperativas de Trabajo de la septentrional provincia de Santiago del Estero, que cuenta con más de 800 asociados.
"Ahora se lo ve como normal, se valora que las mujeres aprendemos rápido el oficio, no solo de la construcción sino también de electricidad, plomería, colocación de cerámicos y todo lo que haga falta", aseguró Jiménez.
Su cooperativa es contratada para obras de infraestructura de los municipios de la provincia, pero también para proyectos particulares.
[related_articles]
Esta modalidad de trabajo surgió a impulsos del propio Estado en 2003, como respuesta primaria a los elevados niveles de pobreza, desempleo y otros graves problemas sociales que dejaron tres años de recesión y el estallido de la crisis en diciembre de 2001, que terminó con el gobierno centrista de Fernando de la Rúa a la mitad de su mandato de cuatro años.
Al comienzo, el Estado instó a formar 50 cooperativas de 16 miembros cada una que brindaran a los desocupados capacitación y empleo. Como muchos de los hombres que se sumaban no conocían los oficios, los fueron aprendiendo junto a las mujeres.
El presidente de la Federación de Cooperativas de Trabajo Unidas de Florencio Varela, Cristian Miño, comenzó como desempleado en 2003 y hoy no sólo trabaja sino que lidera un movimiento de 600 asociados, una "empresa social", según la llama.
Miño contó a IPS que en la Confederación Nacional de Cooperativas de Trabajo (CNCT), a la que pertenecen 3.000 cooperativas y de la cual es también su secretario, entre 35 y 40 por ciento de asociados son mujeres y cada vez tienen un rol más protagónico en el movimiento.
De hecho, las entrevistas de IPS fueron realizadas durante el I Encuentro Nacional de Mujeres Cooperativistas de la CNCT, celebrado en Buenos Aires el viernes 18 y el sábado 19 para intercambiar experiencias.
Según Miño, hay cooperativas exclusivamente formadas por mujeres en al menos cuatro provincias del país, pero la mayoría son mixtas, aún cuando los rubros sean considerados históricamente masculinos como ocurre con los de la construcción.
"Al principio, los hombres no las aceptaban, hasta que comenzaron a ver la fuerza de voluntad que tienen y ahora comienzan a tomarlas como un eje fundamental dentro de la cooperativa", aseguró.
"Con la actitud machista que muchos tenemos, nos parecía que ellas no tendrían fuerza para hacer lo mismo que nosotros, pero con el tiempo, cuando las vimos cargando bolsas de 50 kilogramos de cemento, nos dimos cuenta que sí pueden", añadió.
El cooperativismo promovido desde el Estado tuvo un impulso mayor en 2009, cuando el gobierno centroizquierdista de Cristina Fernández lanzó desde el Ministerio de Desarrollo Social el plan Argentina Trabaja, que instó a la formación de cooperativas de 60 miembros para 100.000 personas.
Las cooperativas se dedican además al rubro textil, gastronómico, horticultura, producción de materiales para la construcción, alimentos, imprenta. El ingreso mínimo que obtienen equivale a unos 300 dólares mensuales para cada asociado.
Pero tienen además derecho a percibir la asignación universal por hijo, que otorga 64 dólares por cada hijo menor de 18 años que estudia, a los servicios de salud y a los aportes a la seguridad social para tener derecho a una jubilación al momento del retiro laboral.
Según un estudio realizado en 2010 por el Ministerio, la mitad de los asociados son mujeres y todos tenían dificultades de empleo. Casi 80 por ciento de los integrantes de las cooperativas no terminaron la escolaridad básica obligatoria primaria y secundaria— y 77 por ciento carecían de oficio.
Este movimiento también brindó oportunidades a minorías sexuales tradicionalmente marginadas del empleo como es el caso de los travestis y transexuales, que se hicieron presentes en el encuentro.
Lohana Berkins, líder de la Escuela y cooperativa textil Nadia Echazú, es travesti y comentó a IPS que ellas comenzaron hace cinco años con un intento de organización y ahora son 60, y hay además otras cuatro cooperativas en distintos rubros.
"Nosotras tenemos problemas de acceso al empleo, pero no por las mismas razones que aquel que se queda sin trabajo y no puede volver a insertarse sino por un tema de discriminación y marginalidad", explicó Berkins.
Formaron la cooperativa Nadia Echazú en 2006 y se acercaron al Estado para lograr capacitación y herramientas de trabajo. "No evaluamos los resultados en términos económicos, porque para nosotras eso no es lo importante", aclaró.
"Lo que valoramos es el impacto que esto tiene en nuestra comunidad, porque las travestis no aceptamos que la prostitución sea un trabajo, queremos generar una dialéctica con el Estado y la sociedad y mostrar que podemos tener un empleo", afirmó.