Las dificultades para la srilankesa Magei Kasai no terminaron hace dos años con el fin de la guerra civil de casi tres décadas. La lucha de mujeres como ella es por sobrevivir y recomponer lo que quedó de su familia.
Kasai, de 45 años, tenía tres hijos, uno de ellos muerto en la guerra, al igual que su marido.
Más de 300.000 sobrevivientes regresaron a sus aldeas tras el fin del conflicto armado, en mayo de 2009.
Cuando Kasai llegó a la aldea de Allankulam, 320 kilómetros al norte de Colombo, en el distrito de Mulaithivu y escenario de lo peor de la guerra, no encontró casi nada. "Ni casa ni huerto ni verduras ni nada", dijo a IPS.
Ahora cocina, limpia y hace todas las tareas del hogar en su choza de barro con techo de lata y goteras. Pero su trabajo no termina ahí. Tiene una granja con otras cinco mujeres para llevar comida a la mesa.
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Cada una de las integrantes aportó el equivalente a 240 dólares. Lograron ahorrar esa suma gracias a la asistencia que recibieron cuando retornaron a sus aldeas o de los programas de efectivo a cambio de trabajo.
"Nos dieron el equivalente a 200 dólares cuando nos fuimos del campamento para desplazados para construirnos casas provisorias. Lo más importante era el dinero para vivir, así que no gasté todo en la vivienda", relató Kasai.
La granja le deja unos 2,50 dólares al día, apena les alcanza para alimentar y vestir a dos adolescentes. Uno de sus hijos dejó la escuela para buscar trabajo.
"Trabajo, si no hay nada, solo propuestas zafrales", se lamentó Kasai, con lágrimas en los ojos. "Hubiera sido mejor que siguiera en la escuela". El menor se rebela y quiere seguir los pasos de su hermano.
La presión de ganarse la vida hace que todas las mujeres busquen la forma de conseguir ingresos. En una aldea vecina a la de Kasai, Selvanayagi Chellathurai, es una de las propietarias de una granja. La señora, de 62 años, invirtió sus ahorros en un pequeño terreno con cinco compañeras.
"Somos 12 en mi familia viviendo en un solo espacio. Hay un hombre que trabaja, no tuve más opción que hacerlo", dijo Chellathurai a IPS. Es una decisión que miles de personas están obligadas a tomar.
Más de 30.000 de las 110.000 familias que regresaron al excampo de batalla están encabezadas por mujeres, según informes realizados por el gobierno y donantes.
"Es una situación que puede estar sub-evaluada por la falta de datos", señaló Saroja Sivachandran, directora del Centro para Mujeres y Desarrollo, con sede en la ciudad de Jaffna. Los maridos están desaparecidos o detenidos y todavía ellas todavía no se han registrado ante las autoridades.
El Banco Mundial descubrió que más de dos tercios de los participantes en el programa efectivo a cambio de trabajo en las zonas de conflicto el año pasado eran mujeres. La iniciativa, que entregó 5,5 millones de dólares por 290.000 días trabajados, facilitó la participación de mujeres solteras.
"Dejamos que los participantes decidieran cómo integrarse al programa", señaló Susrutha Goonasekera, economista del Banco Mundial. Se hicieron arreglos para que las ancianas cuidaran a los menores y las mujeres pudieran trabajar, dijo a IPS.
Se necesitan más programas para las mujeres solteras en las zonas de conflicto, dijo Sivachandran a IPS. "Mucha gente habla de su situación, en especial de las que tienen hijos, pero pocas toman medidas al respecto", añadió.
La evaluación de mitad de año de un plan de desarrollo del gobierno y de la Organización de las Naciones Unidas para esa zona identificó los hogares encabezados por mujeres solteras como grupo que necesita una atención especial.
"Hay que romper algunas barreras. En la sociedad tamil del norte, el papel tradicional de la mujer está en el hogar. Es un sistema muy patriarcal. Pero ahora tenemos que competir con los hombres por trabajo", sostuvo Sivachandran.
La mayor parte del empleo existente en las zonas donde se desarrolló el conflicto se concentra en la construcción, la agricultura y la pesca. "Se necesitan programas especiales para las mujeres, de lo contrario siempre quedarán en segundo lugar", añadió.