Esfuerzos parciales contra la contaminación del lago Titicaca lograron más resultados en la peruana bahía de Puno, mientras en la zona boliviana de Cohana apenas hay paliativos, coinciden pescadores y autoridades entrevistadas por Tierramérica.
El Titicaca es el lago navegable más alto del mundo, situado a 3.810 metros sobre el nivel del mar. Tiene una extensión de 8.562 kilómetros cuadrados, de los que 3.790 corresponden a territorio boliviano y 4.772 a Perú.
Sus aguas azules son fuente de vida para unas 400.000 personas que viven de la pesca, de la vegetación, que se emplea como alimento del ganado, y de la ancestral técnica de construcción de balsas de totora.
Pero el estado de sus aguas preocupa a los habitantes de la región de Puno, en el extremo sudeste peruano.
En mayo, los pobladores aymaras protagonizaron un bloqueo de 15 días en la ruta internacional que conduce los productos bolivianos hacia el océano Pacífico, en rechazo a nuevas concesiones mineras que podrían empeorar el estado del Titicaca. Seis minas de oro y uranio peruanas ya drenan sus residuos hacia esas aguas.
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"Hay un ineficiente tratamiento de las aguas residuales y se ha sobrepasado la capacidad que tienen las plantas (para purificarlas), debido al crecimiento de la población", señaló a Tierramérica el técnico Javier Bojorquez, quien lidera un proyecto de control de la calidad hídrica que lleva a cabo desde 2009 la organización no gubernamental peruana Suma Quta ("buen lago", en aymara).
Se trata de vigilar, con participación de la población local, el agua de los ríos Ramis y Coata, que desembocan en el Titicaca, identificar contaminantes y diseñar estrategias para eliminarlos o atenuarlos en origen. Estudios de laboratorio muestran residuos fecales con alta presencia de la bacteria Eschericha coli.
Del otro lado de la frontera, los pescadores bolivianos Roberto Villcacuti y Ricardo Chasqui dijeron casi al unísono que "no hay" ninguna tarea para limpiar las aguas del lago. Líderes de sendas comunidades aymaras de las provincias Camacho y Los Andes, en el occidental departamento de La Paz, extraen del Titicaca pescado y forraje.
Las aguas son "oscuras, gelatinosas, con restos de óxido" y una permanente amenaza para la vida de los peces, describieron a Tierramérica. Según ellos, el río Suches, que nace en una laguna peruana y discurre en dirección norte-sur hasta el Titicaca, es la fuente de residuos tóxicos y restos de minerales.
La caída de la pesca es dramática, dijo a Tierramérica Valentín Calisaya, habitante de Camacho que se gana la vida con ella. Con 69 años de edad, recuerda que hace tres décadas las redes de paja brava capturaban en una faena nocturna hasta 40 kilogramos de karachi, una variedad del género Orestias.
Hoy, en dos noches de trabajo las redes no dejan más de 10 pescados. "El lago ha cambiado, el clima y la gente también", reflexionó Calisaya.
La extinción de especies nativas es constatada en un diagnóstico del Proyecto de Apoyo a la Gestión Integrada y Participativa del Agua en el Sistema Lago Titicaca, Río Desaguadero, Lago Poopó y Salar de Coipasa, que lleva a cabo el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) junto con la Autoridad Binacional Autónoma de ese sistema hídrico, conocida por la sigla ALT.
Allí se cita la desaparición del umanto (Orestias cuvieri) y la boga (Orestias pentlandii). Otras especies están en peligro: el suche (Trichomycterus rivulatus), el karachi amarillo (Orestias albus) y el ispi (Orestias ispi), por la pesca irracional y selectiva, la depredación de especies introducidas y la influencia de la intensa producción de los criaderos de truchas.
La familia de Villcacuti pesca en una semana unos 20 kilogramos de ispi, que vende por unos tres dólares en los mercados urbanos, urgida por la necesidad de adquirir otros alimentos que no se producen en la zona altiplánica, como arroz y fideos.
El Titicaca es "el ecosistema acuático de la región más estudiado desde hace varias décadas", señala el diagnóstico del PNUMA. Sin embargo, la contaminación es "preocupante y peligrosa", sobre todo en el lago Menor o Wiñay Marka, al que pertenece la boliviana bahía de Cohana.
Desde que las cancillerías de los dos países acordaron, en octubre de 2006, la recuperación conjunta de las zonas más contaminadas, la ALT dirigió la limpieza de la capa formada por la lenteja de agua (Lemna giba), convertida en plaga por su capacidad de asimilar los nutrientes de la abundante materia en descomposición, describió a Tierramérica Néstor Loayza, integrante del Componente de Desarrollo Hidrológico de la institución binacional.
La lenteja bloquea la luz solar y mata la vida lacustre, explicó el experto.
En la bahía de Puno, técnicos y obreros apoyados por maquinaria retiraron 40.000 toneladas de lenteja de agua en una extensión de 500 hectáreas, explicó. La respuesta de la naturaleza fue inmediata: retornaron los peces y las aves, y ahora operan cinco equipos para inyectar oxígeno a las profundidades del lago.
En la zona de Puno hay 1.200 hectáreas lacustres contaminadas con la lemna.
Pero en la bahía de Cohana, del lado boliviano, hay unas 5.000 hectáreas afectadas, sólo se retiraron 5.000 toneladas de lemna, y está pendiente la aprobación de la cancillería de Bolivia de un proyecto de 16 millones de dólares para continuar con la tarea, según Loayza.
Entretanto, la zona recibe una descarga de 4.000 litros por segundo de aguas servidas e industriales, ricas en cadmio, arsénico y plomo, de las ciudades de El Alto, Viacha y Laja, en las que viven un millón de personas.
En Lima, el jefe de la Reserva Nacional del Titicaca, Víctor Hugo Apaza, describió avances de conservación de aves y vegetación en virtud de un trabajo de concientización en las comunidades campesinas.
Hasta el momento, su institución ha registrado 109 aves, entre las que se destaca la keñola (Rollandia microptera), que no puede volar y se alimenta de la flora del lago. Es endémica de la región y hace algunos años estuvo en peligro de extinción, dijo Apaza a Tierramérica.
Aunque la ALT tiene 18 años de existencia, está lejos de dar respuesta a los desafíos ambientales que soporta el Titicaca.
Ante la evidencia de esta debilidad, en octubre de 2010, los presidentes de Perú, Alan García, y de Bolivia, Evo Morales, acordaron crear una comisión binacional para preparar, en un plazo de seis meses, las bases de la recomposición institucional, estatutaria y operativa de la Autoridad.
Los seis meses terminaron en abril. "La reciente coyuntura electoral en Perú ha impedido culminar estas labores dentro de los plazos previstos", admitió a Tierramérica el funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores de ese país, Luis Felipe Isasi.
* El autor es corresponsal de IPS. Con aportes de Milagros Salazar (Lima). Este artículo fue publicado originalmente el 2 de julio por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.