EL FMI:DEBE CAMBIAR DE PIES A CABEZA

Gran parte de la discusión pública sobre el Fondo Monetario Internacional (FMI) estuvo centrada sobre el candidato a sucesor de Dominique Strauss Kahn y el defectuoso sistema de elección de sus autoridades.

Sin embargo, una cuestión aún más significativa es la necesaria reforma del mandato, la agenda y las políticas del FMI.

El Fondo define su propósito principal como la prestación del “bien público global de la estabilidad financiera”.

Los antecedentes del FMI en la prevención de la inestabilidad y las crisis financieras dejan mucho que desear. En las recientes décadas se han visto repetidas fluctuaciones en las relaciones de cambio de las principales monedas, persistentes y crecientes desequilibrios comerciales y recurrentes crisis en los balances de pagos, deuda y finanzas en muchos países.

El FMI ha sido incapaz de hacer frente a las desacertadas políticas de países con fuerte influencia en las finanzas globales o a la inestabilidad causada por los mercados financieros y los flujos de capitales desencadenados por la extendida liberalización a la que ha prestado constantemente su adhesión.

Una razón es que el Fondo no tiene poderes efectivos sobre los países que no toman sus préstamos. Aún más importante, es que el FMI ha sido en general incapaz de identificar el incremento de las fragilidades financieras, de predecir la inestabilidad y las crisis y de hacer públicas advertencias tempranas al respecto, en gran parte debido a su fe ciega en los mercados.

En el grave problema de los créditos inmobiliarios de riesgo, el FMI fue incapaz de avizorar la mayor crisis de su existencia. También fracasó constantemente en advertir a los países en desarrollo acerca de los desestabilizadores flujos de capitales y las insostenibles situaciones de las tipos de cambio, los pagos y la deuda.

Desde mediados de los años 90 varios países que operaban bajo programas del FMI confrontaron severas situaciones de inestabilidad y crisis, así como algunos (Rusia y Argentina) no pudieron evitar la insolvencia.

Cuanto más ha fracasado el FMI en prevenir las crisis, más ha quedado involucrado en el manejo de las crisis y en la concesión de préstamos, que es ahora su actividad primaria.

Sin embargo, la evidencia muestra que los préstamos del Fondo raramente evitan deterioros económicos en países que enfrentan crisis; contrario, están a menudo condicionados a la adopción de políticas pro-cíclicas que en realidad profundizan el impacto de las crisis financieras sobre la desocupación y los ingresos.

Los préstamos de emergencia suelen crear más problemas de los que resuelven. Argentina y Rusia terminaron en quiebra mientras recibían el apoyo del FMI y no hay garantía de que lo mismo no suceda a Grecia.

Dado que los préstamos del FMI se otorgan para que los países puedan hacer frente al pago de su deuda externa, con frecuencia se establece una carga desigual entre acreedores y deudores.

La deuda comercial es reemplazada por una deuda con el FMI, que generalmente es más difícil de renegociar. La deuda privada es descargada sobre el sector público, de manera que la deuda soberana invariablemente aumenta después de las crisis financieras como consecuencia del excesivo endeudamienteo del sector privado. Todo esto impide el funcionamiento de la disciplina de mercado porque permite a los inversores y acreedores escapar sin cargar con los costos de los riesgos que asumieron.

Por ello, la tarea primaria del Fondo debería ser la prevención de crisis en lugar de la concesión de préstamos en casos de crisis. Esto requiere un significativo mejoramiento en la calidad de la vigilancia financiera y económica del FMI. También exige una reforma de las obligaciones de sus miembros para que puedan alcanzar un grado razonable de disciplina multilateral sobre las políticas macroeconómicas y financieras y los tipos de cambio de sus principales miembros.

Hay una razón sustancial para reclamar disciplina multilateral en el crédito y las finanzas, dado que la incidencia externa adversa de las políticas monetaria y financiera de países sistémicamente importantes tiende a ser mucho más perjudicial.

Pero incluso con reformas radicales en esas áreas las crisis de balanzas de pagos y financieras continuarán sucediendo. Los préstamos de emergencia no son ni la única ni la mejor manera de encarar esos problemas. Un método alternativo es el de establecer procedimientos acordes con ampliamente reconocidos principios para las situaciones de insolvencia que aseguran la participación de los prestamistas y los inversores involucrados en las crisis.

Esto es más equitativo entre deudores y acreedores y entre entidades de crédito privadas y oficiales, así como más efectivo desde el punto de vista de su impacto en el comportamiento de los prestamistas e inversores y, por lo tanto, en la estabilidad financiera.

Se trata de un componente vital de las reformas necesarias para fortalecer el papel del FMI en la prevención de las crisis. De otro modo, el FMI podría convertirse cada vez más en un cuasi prestamista internacional “de última instancia”, sin contar con la requerida capacidad y poder de supervisión, lo que probablemente causaría más mal que bien. (FIN/COPYRIGHT IPS)

(*) Yilmaz Akyuz, economista jefe del South Center, Ginebra ( www.southcentre.org).

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