La pakistaní Shazia Kiran está en el séptimo mes de su tercer embarazo y le preocupa no poder combinar su trabajo con los cuidados del bebé. Lo que más la inquieta es no tener beneficios por maternidad y no haber cobrado en tres meses su salario como trabajadora de la salud femenina.
"Nosotras no tenemos licencia maternal y lo máximo que me permitirá mi supervisora serán 10 días, tras los cuales tendré que volver a trabajar", dijo Kiran a IPS.
"Por el modo en que se han disparado los precios del petróleo, es cada vez más difícil administrar la casa con el salario de una sola persona", agregó, preguntándose cómo subsistirá su familia de cinco integrantes con el sueldo de su esposo, empleado en una oficina gubernamental.
Kiran se desempeña desde hace 16 años como trabajadora de la salud femenina en su barrio de Korangi, una de las 18 unidades administrativas de la sureña ciudad de Karachi.
Va puerta por puerta hablando con las mujeres sobre su bienestar y les explica cómo cuidarse durante y después del embarazo, además de instruirlas sobre el uso de métodos anticonceptivos y la inmunización contra enfermedades infantiles.
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Kiran ayudó a convertir el programa de trabajadoras de la salud femenina en todo un éxito. Se trata de la mayor iniciativa comunitaria de Pakistán y ya lleva casi dos décadas en funcionamiento.
Pero este programa no ha brindado cobertura a su propio personal, según estas mujeres, al mantener a unas 130.000 empleadas contratadas sin concederles beneficios médicos ni de otro tipo, e incluso no pagándoles en los últimos tres meses.
Los coordinadores distritales y provinciales de esta experiencia dijeron a las trabajadoras que el gobierno no ha librado a tiempo los fondos para el programa, y que por eso no les pagaron los sueldos.
"Nos tomamos en serio nuestro trabajo. ¿Por qué no nos toman en serio a nosotras?", preguntó Bushra Arain, presidenta de la asociación nacional que agrupa a las trabajadoras de la salud femenina.
Según ella, el éxito logrado por Pakistán en el avance hacia el cuarto y quinto Objetivo de Desarrollo de las Naciones Unidas para el Milenio, sobre reducir la mortalidad infantil y mejorar la salud materna, se debe en buena medida al programa.
En marzo, unas 2.500 trabajadoras de la salud femenina y representantes de la sociedad civil y los partidos políticos se congregaron en una autopista ubicada entre las provincias de Sindh (sudoriental) y Punjab (oriental), bloqueando el tráfico y permitiendo el paso solamente a ambulancias.
La manifestación duró 16 horas y finalizó apenas cuando al policía recurrió al uso de bastones y gas lacrimógeno para dispersarla. Cientos fueron detenidos y apresados.
En 1994, la entonces primera ministra Benazir Bhutto (1953-2007) creó un equipo de mujeres a ser entrenadas y desplegadas en las comunidades donde vivían. Se las llamó trabajadoras de la salud femenina y se buscó que fueran el nexo entre el sistema formal de la salud, del que dependían, y las comunidades a las que consideraban su hogar, brindando educación sanitaria a un promedio de 1.000 personas cada una.
El sitio web oficial del Programa Nacional para la Planificación Familiar y la Atención Primaria a la Salud dice cubrir a más de 65 por ciento de su público objetivo.
A las trabajadoras del plan se les exige haber concluido por lo menos el octavo grado, preferentemente estar casadas y no ser menores de 18 años. Y, principalmente, ser aceptadas por la comunidad.
Cuando se inició el programa, en 1994, se suponía que las trabajadoras que iban puerta por puerta recibirían un estipendio mensual de 14 dólares, con un incremento anual de 1,17 dólares.
Para 2010 el estipendio se más que duplicó, pero no fue sino hasta septiembre que el ministro de Justicia Iftikhar Muhammad Chaudhry ordenó que se les pagara un mínimo de 82,35 dólares, salario que recibe una trabajadora calificada.
Actualmente estas mujeres reclaman ser tratadas como empleadas regulares. Sostienen que tienen más trabajo que antes pero que su remuneración no ha acompasado este cambio.
"Cuando empezamos no teníamos que trabajar en la campaña contra la poliomielitis y el sarampión. Si hay un paciente que sufre tuberculosis en nuestra comunidad, tenemos que ir y darle el medicamento cada mañana", explicó Kiran.
En desastres naturales como el terremoto de 2005 y las inundaciones de 2010, estas trabajadoras continuaron brindando atención sanitaria a sus comunidades pese a ser víctimas ellas mismas.
"Nuestras leyes laborales establecen claramente que para un programa que continúa durante nueve meses, sus empleados, luego de completar su periodo de prueba de tres meses, son confirmados automáticamente", dijo Farhat Parveen, directora de la Organización Nacional para las Comunidades Trabajadoras, que defiende los derechos laborales.
"Y este programa existe desde hace 17 años", enfatizó.
Otros sostienen que las trabajadoras de la salud femenina no lo son a tiempo completo y que disfrutan de una flexibilidad en sus horarios, por lo que no pueden reclamar los salarios y beneficios de los empleados permanentes.
Pero Parveen dijo que el alcance de las tareas de estas mujeres ha aumentado y ellas no se han negado a cumplir nada de lo que les han pedido, además de mantener sus responsabilidades originales.
"En muchas áreas rurales, donde faltan incluso las unidades básicas de salud del gobierno, estas mujeres son el personal más cercano cuando hay emergencias. Están de guardia todo el tiempo", dijo Parveen.
Syed Taj Haider, asesor del ministro jefe de Sindh, aseguró a las trabajadoras de la salud femenina que una vez que se transfieran los servicios del sector a las cuatro provincias se las regularizará y se les pagará adecuadamente, pero les pidió paciencia.
En un discurso que pronunció en una reunión de organizaciones de la sociedad civil en la que participaron estas trabajadoras, explicó que la transferencia del sector de la salud de manos del gobierno central a las provincias puede insumir algunos meses.