EL FONDO MONETARIO INTERNACIONAL NO ES INTERNACIONAL NI DEMOCRÁTICO

Las potencias europeas parecen estar decididas a perpetuar su arbitrario “derecho” para elegir al Director General del Fondo Monetario Internacional (FMI) tras las circunstancias que precipitaron la renuncia de Dominique Strauss-Kahn. Pese a las afirmaciones hechas desde el FMI de que
ahora, contrariamente al pasado, la selección del nuevo Director General “tendrá lugar de una manera abierta, basada en los méritos y transparente”, así como el antiguo compromiso de abrir esa posición a ciudadanos de todos los estados integrantes, la mayoría de los países desarrollados han expresado claras preferencias por candidatos europeos, incluso antes de las propuestas abiertas oficialmente el 23 de mayo.

Entre los países en desarrollo y la sociedad civil prevalece la convicción de que las promesas de abordar la designación del gobierno de las instituciones de Bretton Woods de un modo represemtativo son pura fachada. Los delegados de los países desarrollados están en directa contravención de la recomendación explícita que surgió de las negociaciones del año pasado con la sociedad civil en el sentido de que la elección debería ser conducida “sin preselección por parte de cualquier subgrupo de países poderosos”. Por otra parte, los argumentos dados por esos delegados a favor de candidatos europeos van en contra de la razón y de la lógica.

En un acto de amnesia colectiva, algunos europeos han argüido que sus actuales aflicciones económicas exigen el nombramiento de un europeo al timón del FMI, afirmando que la objetividad era necesaria en el enfoque del Fondo que se siguió en la crisis económica de Asia a fines de los años 90. Olvidan el viraje de 180 grados
al pasar los paíeses europeos de contribuyentes netos cuando la institución fue fundada tras la Segunda Guerra Mundial a receptores netos de ayuda en la actualidad.
Es un tanto irónico que la actual candidata favorita para el cargo de Director General sea francesa, dado que Francia fue el primer receptor de un préstamo del FMI.

El aparente cambio de posición declarado en las reuniones a principios de este año fue entonces elogiado por el Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz y otros economistas progresistas por “marcar el esfuerzo del Fondo para distanciarse de sus antiguos principios sobre controles del capital y flexibilidad del mercado de trabajo”. Junto con la reforma del sistema de cuotas, esas declaraciones revivieron las largamente frustradas esperanzas en la posibilidad de un nuevo FMI. El propio Strauss-Kahn abogó por una mayor cooperación para conjurar los peores efectos de la crisis financiera. “Estamos ahora en un mundo interconectado que no deja espacio para soluciones locales a los desafíos globales que son decididos por algunos países sin tomar en cuenta las consecuencias que pueden sufrir otros”, dijo.

Tal cooperación es improbable cuando se percibe que el Director General sirve a los intereses de unos pocos países. Como dijo Jesse Griffiths, del Bretton Woods Project, “El director del FMI debe ser –y debe ser visto como- independiente de gobiernos poderosos y ser experto en los problemas de los países de bajos y medianos ingresos, en los que tienen lugar la mayoría de las operaciones del Fondo. Esas operaciones deberían mostrar un compromiso para reducir los niveles de desigualdad y pobreza globales”.

Los países en desarrollo y las economías emergentes, que cuentan con la mayor parte de la población mundial, más de la mitad de la producción mundial y que están siendo presionados para que incrementen sus contribuciones de capital, tendrán un peso insignificante en la decisión del FMI para designar a un nuevo Director General a menos que deseen tomar una firme postura colectiva a favor de un candidato de consenso.

Los países desarrollados con visión de futuro también harían bien en mirar más allá de intereses estrechos, provincianos y a corto plazo en sus opciones, pues de lo contrario arriesgarán una ulterior erosión de la legitimidad del Fondo en momentos en los que la falta de confianza de sus accionistas podría socavar fatalmente su papel potencial en la apremiante reforma del sistema monetario internacional. En las palabras de la portavoz de Oxfam, Sarah Wynn-Williams, “El único camino para dar legitimidad y autoridad al nuevo Director General del FMI es a través de una votación abierta, con el ganador respaldado por una mayoría de países, no precisamente por una mayoría de cuotas. Ha llegado la hora de que el FMI acepte un enfoque abierto y basado en los méritos para elegir a sus dirigentes.” (FIN/COPYRIGHT IPS)

(*) Ingrid Srinath, Secretaria General de CIVICUS: Alianza Mundial para la Participación Ciudadana

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