COLUMNA: Democracias musulmanas entre lo sagrado y lo secular

La presencia de la religión en el espacio público pone a prueba nuestras ideas sobre el rol de la fe en la vida diaria y en la política, y puede definir el rumbo que seguirá Medio Oriente tras la Primavera Árabe.

En los últimos siglos, los proponentes de la secularización han sostenido que, al modernizarse las sociedades, se reduce el rol de la religión en las esferas pública y privada. Para ellos, la racionalidad moderna, la ciencia y el ideal de gobiernos soberanos representativos reemplazan a la religión como fuente de autoridad, regulación y seguridad.

Pero un nuevo argumento es que actualmente la religión nos resulta necesaria, no pese a la modernidad sino precisamente a causa de ella. La religión se requiere en el espacio público, sostienen, porque solamente la fe puede enmendar las carencias y aliviar el dolor que genera la vida moderna.

Desde los años 70, la tesis de la secularización se utilizó a la defensiva, mientras una marea de religiosidad –a menudo de naturaleza "fundamentalista"— cobraba renovada influencia en las principales tradiciones, entre ellas el cristianismo, el hinduismo, el islamismo y el judaísmo. Por lo tanto, la religión volvió a los asuntos abiertamente públicos y políticos.

Pero ¿hasta qué punto sirven las enseñanzas sagradas a la política y a la gobernanza? El prisma del Medio Oriente musulmán muestra cómo ha variado el rol público de la religión con el paso del tiempo.
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En el Medio Oriente de fines del siglo XIX surgieron varios movimientos religiosos en respuesta al encuentro del Islam con los conquistadores coloniales europeos y la modernidad. Tradicionalistas como los wahabíes buscaron preservar su específico patrimonio cultural islámico.

La tendencia modernista, guiada por líderes cosmopolitas como Jamal Eddin Al-Afghani y Mohammad Abdou, promovió un Islam en evolución que coexistiera y floreciera dentro de esta modernidad emergente. Y algunas personas reclamaron separar por completo el Islam del Estado.

Durante un siglo, la vida pública del Medio Oriente musulmán fue escenario de rivalidades entre una minoría que quería secularizar enteramente sus sociedades y los tradicionalistas islámicos o fundamentalistas, que se oponían a muchas ideas e instituciones civiles modernas.

Mientras, la mayoría de los ciudadanos comunes intentan en sus vidas cotidianas unir sus aspiraciones modernas de derechos básicos y vidas más prósperas con sus tradiciones religiosas.

Los años 70 acarrearon un renovado y agresivo compromiso religioso en la sociedad y la política.

La Revolución Islámica de 1979 en Irán impulsó una nueva era global de política religiosa en Medio Oriente y más allá, ofreciendo un modelo tangible de régimen islámico. Ese mismo año, insurgentes islámicos tomaron la Gran Mezquita de La Meca en un fallido intento por derrocar a los gobernantes sauditas.

Ese ataque disparó la radicalización y aceleró la rivalidad entre wahabíes y salafistas. Para mediados de los años 90, el espacio público en Medio Oriente estaba dominado por movimientos, instituciones y sensibilidades islámicas en las mezquitas, los medios de comunicación, las organizaciones no gubernamentales, el sistema educativo, el Poder Judicial y en las calles. Más concretamente, organizaciones religiosas en Sudán, Arabia Saudita, Afganistán e Irán gobernaron a través de Estados islámicos.

Pero la concreción de un Estado islámico conlleva en sí misma las semillas contradictorias de su propia derrota. La historia ha mostrado que Estados religiosos de cualquier fe inevitablemente llevan a la secularización de la teología, dado que los líderes, religiosos o no, deben responder a las exigencias cotidianas de la gobernanza.

Los mandamientos sagrados se adaptan, se revisan o se hacen a un lado para ajustarse a los requisitos de la gobernanza, o meramente para justificar el poder.

Como ocurrió en Irán, las autoridades ignoran las leyes, incluida la Constitución, si se considera que esto es necesario para garantizar el Estado "religioso". La religión, por lo tanto, desciende de las alturas de la devoción y la espiritualidad para ser un instrumento maleable y funcional a los objetivos seculares.

Una secularización cínica de lo sagrado por parte de estados "islámicos" está alienando a muchos ciudadanos musulmanes. Seculares, fieles e incluso muchos miembros de la ulema (líderes espirituales musulmanes) han reclamado separar la religión del Estado, a fin de restablecer la santidad de la primera y la racionalidad del segundo.

La mayoría de ellos buscan una trayectoria post-islamista donde la fe se fusione con la libertad y el Islam con la democracia, en la cual un Estado civil democrático pueda funcionar dentro de una sociedad piadosa.

Los ejemplos en el mundo musulmán, desde el Partido de la Justicia Próspera en Indonesia hasta el Partido Justicia y Desarrollo de Marruecos, además de la actual Primavera Árabe, se dirigen hacia sistemas de gobierno post-islamistas.

Para las sociedades musulmanas, no modernizarse ya no es una opción. Solamente un Estado democrático y secular, que respete los derechos humanos básicos de todos puede brindar una gobernanza buena y moderna para creyentes y seculares por igual.

En un Estado democrático y secular, la religión puede florecer mientras los no religiosos y las minorías religiosas permanecen seguros.

* Asef Bayat es profesor de sociología y estudios de Medio Oriente en la Universidad de Illinois. Su último libro, "Life as Politics: How Ordinary People Change the Middle East" ("La vida como política: Cómo la gente común cambia Medio Oriente", 2010), fue publicado por Stanford University Press.

Este artículo es parte de la serie "Religión, política y espacio público", que se realiza en colaboración con la Alianza de Civilizaciones de las Naciones Unidas y su proyecto de Expertos Mundiales (http://www.theglobalexperts.org/).

Los puntos de vista expresados en estos artículos son de los autores y no necesariamente reflejan los de la Alianza de Civilizaciones de las Naciones Unidas o de las instituciones a las que están afiliados los autores.

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