BIRMANIA SIGUE SIENDO UNA DICTADURA MILITAR EN TODO MENOS EN EL NOMBRE

Aunque la junta militar birmana está montando un gran espectáculo con su aparente cesión del poder al Parlamento y proclama una victoria para el pregonado “mapa de ruta para la democracia” del general Than Shwe, la realidad indica que se trata de una farsa.

Como es bien sabido, para lograr la verdadera democracia se requiere un arduo trabajo y mucho más que un “mapa de ruta”. Por ejemplo, hace falta cumplir con “molestos” requerimientos tales como la celebración de elecciones libres, el respeto de los derechos humanos y la igualdad ante la ley. Por eso la mayoría de los birmanos, incluyendo a las mujeres y a las minorías étnicas, no cree en el engaño.

Más de 2.000 presos políticos languidecen en las prisiones birmanas en detestables condiciones. Las comunidades étnicas viven en el temor y deambulan por la jungla noche tras noche para evitar que sus miembros sean obligados a cumplir trabajos forzados o ejecutados. Las jóvenes y las mujeres están a merced de pandillas de militares que las violan, mutilan y torturan. Los niños son secuestrados y obligados a trabajar para los soldados o usados para barrer minas terrestres y muchas veces morir en ello. Seguramente, esto no es lo que la democracia implica.

La líder moral de Birmania, Aung San Suu Kyi, ha llamado repetidamente a la reconciliación nacional, un proceso en el cual la Liga Nacional por la Democracia, las nacionalidades étnicas y el régimen podrían comprometerse en un diálogo genuino. Pero no hay indicaciones de que tal diálogo esté en la agenda del régimen.

Las elecciones de noviembre de 2010 no fueron ni libres ni justas, por lo que no puede sorprender que el “nuevo” parlamento se parezca tanto al viejo gobierno militar. Su dirigencia incluye a Thein Sein, jefe del partido pro-militar y estrecho aliado del general Than Shwe. Recientemente, la Economic Intelligence Unit resumió sucintamente la situación: “El país sigue siendo una dictadura militar en todo menos en el nombre.”

Extrañamente, muchos países están haciendo la vista gorda pese a la evidente ausencia de un cambio real en Birmania. Algunos países democráticos como India y Alemania, tomaron la liberación de Aung San Suu Kyi de su arresto domiciliario en noviembre pasado como una señal de que era hora de que la comunidad internacional relajara sus esfuerzos para democratizar a Birmania.

La triste verdad es que Aung San Suu Kyi no está en libertad.

Sólo tres meses después del cese de su arresto domiciliario, un comentario en el diario estatal New Light, incluyó la siguiente amenaza: “Si Daw Suu Kyi y su partido siguen en el camino equivocado…tendrán un fin trágico”. Y después de meses de silencio, todavía no se han otorgado las visas a las Premio Nobel que han apoyado continuamente a Aung San Suu Kyi y pretenden visitar a su colega en Rangún.. Es una clara señal de que el régimen percibe el trabajo de Aung San Suu Kyi junto con activistas internacionales como una amenaza para el statu quo.

Entretanto, Birmania está violando día a día las leyes internacionales y no hay indicaciones de que la situación vaya a cambiar en algún momento cercano. El Relator Especial de las Naciones Unidas sobre la situación de los derechos humanos en Birmania, Tomás Ojea Quintana, por cierto reconoce esta realidad; en la más reciente sesión del Consejo de Derechos Humanos de la ONU reiteró sus recomendaciones de establecer una Comisión Investigadora de la ONU sobre la situación en Birmania.

Tal acción tiene un fuerte apoyo de las mujeres de Birmania.

En representación de miles de otras mujeres, el año pasado 12 valientes birmanas viajaron a Nueva York para testificar frente a un tribunal internacional y allí describieron las atrocidades sufridas bajo la dictadura militar. Ellas creyeron que sus testimonios iban a poner las bases para el establecimiento de una Comisión Investigadora de la ONU. Pero es triste ver que un año después la comunidad internacional no ha igualado el coraje de esas mujeres. La situación actual en Birmania no representa el amanecer de una nueva sino una siniestra continuidad. Con los militares aferrados al poder, las mujeres y las comunidades étnicas seguirán sufriendo las mismas atrocidades a manos del nuevo régimen “civil”.

Es hora de que la comunidad internacional demuestre que está comprometida con el pueblo de Birmania así como lo está con los movimientos pro democracia en Libia.
El establecimiento de una Comisión Investigadora no puede seguir siendo demorado ya que tiene un potencial para un verdadero mapa de ruta hacia la democracia. (FIN/COPYRIGHT IPS)

(*) Jody Williams, Premio Nobel de la Paz en 1997 y Presidente de la Iniciativa de las Mujeres Premio Nobel; Tin Tin Nyo, Secretaria General de la Liga de Mujeres de Birmania.

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