El éxodo masivo de trabajadores inmigrantes que escapan de la violencia en Libia agravará la situación social y económica en sus naciones de origen, desde Chad hasta Bangladesh, alertaron expertos.
La Organización Internacional del Trabajo (OTI) calculó que había más de un millón de inmigrantes trabajando en Libia antes de que comenzara la rebelión contra el régimen de Muammar Gadafi hace un mes.
Estos procedían fundamentalmente de países vecinos, como Egipto, Túnez, Sudán y Chad, pero también de más lejanos, como Bangladesh y China.
"La OIT estima que más de un millón de inmigrantes trabajaban legal o ilegalmente en Libia hasta inicios de este año", dijo a IPS Dorothea Schmidt, economista de la organización y radicada en El Cairo.
Schmidt dijo que la mayoría de los inmigrantes en Libia eran de Túnez y Egipto. La mayor parte ya han regresado a sus lugares de origen. Pero la situación humanitaria de los que permanecen en territorio libio, en especial bangladesíes y africanos subsaharianos, es una catástrofe.
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Informes del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) y otros grupos humanitarios indican que decenas de miles de bangladesíes, sudaneses y chadianos huyen de la violencia de las milicias leales a Gadafi.
Se encuentran en campamentos cerca de las fronteras libias, esperando transporte para poder regresar a sus respectivos países.
En conferencia de prensa en Ginebra el martes 8, el portavoz de Acnur, Adrian Edwards, confirmó informes de que trabajadores inmigrantes eran víctimas de violencia e intimidación por las fuerzas de Gadafi.
"Un equipo de Acnur en la frontera entrevistó a un grupo de sudaneses que llegaron desde el este de Libia y dijeron que libios armados iban de puerta en puerta expulsando a los africanos subsaharianos. En un caso, una niña sudanesa de 12 años habría sido violada", dijo Edwards.
Los refugiados sudaneses "informaron que a muchos se les había confiscado o destruido sus pasaportes. Escuchamos similares declaraciones de un grupo de chadianos que huyeron de Bengasi, Al Bayda y Brega en los últimos días", añadió.
"En ambas fronteras (libias), la mayoría de los que esperaban la evacuación eran hombres solteros bangladesíes. En este momento hay una escasez crítica de vuelos de larga distancia a Bangladesh y otros países asiáticos y de África subsahariana", dijo.
Acnur y la Organización Internacional para las Migraciones están usando contribuciones en efectivo para pagar vuelos charter, y varios donantes han ofrecido vuelos a larga distancia.
Sin embargo, se necesitan entre 40 y 50 vuelos para repatriar a todos los inmigrantes y más apoyo aun para lograr que lleguen a su hogar, indicó Edwards.
Schmidt dijo a IPS que este éxodo de trabajadores desde Libia suponía una mayor carga social y económica para sus países de origen.
"Para Egipto y otros países, el regreso de los inmigrantes desde Libia es fatal", señaló. "Por un lado, los trabajadores incrementarán el número de jóvenes desempleados, que ya es alto. Por otro, las remesas que enviaban a sus hogares y que apoyaban económicamente a sus familias ahora se han acabado".
La OIT estima que el total de remesas desde Libia a Egipto, Túnez, Sudán, Bangladesh y otros países llegaba a 1.000 millones de dólares anuales. Aproximadamente, la mitad de este dinero iba para Egipto.
Según cifras del Banco Mundial, los egipcios que trabajan fuera de su país enviaron a sus familias 7.600 millones de dólares en remesas el año pasado.
Schmidt alertó que sin ayuda económica extranjera y sin políticas inmediatamente exitosas, Egipto y Túnez no podrán afrontar el retorno de tantas personas.
"En Túnez, el desempleo saltó de 14 a 17 por ciento luego de que regresaran los trabajadores que habían emigrado a Libia", señaló.
Sin perspectivas económicas inmediatas, los jóvenes del Magreb volverán a abandonar sus respectivos países, muy posiblemente a Europa, añadió la experta de la OIT.
Las naciones del Magreb no pueden afrontar las consecuencias económicas y sociales de un éxodo masivo desde Libia, alertó por su parte Robert Holzmann, director de investigaciones del Programa de Movilidad Laboral en el Centro de Marsella para la Integración Mediterránea.
"En el corto plazo, no habrá un éxodo masivo. Pero en el mediano plazo, Europa deberá prepararse para una creciente inmigración desde la región del Magreb", señaló.
Holzmann, ciudadano austríaco, recordó que tras el colapso de la Unión Soviética en 1991 y sus satélites en Europa oriental muchos trabajadores emigraron al oeste del continente, sin importar las reformas económicas que fueron aplicadas en sus países de origen.
"Algo similar va a ocurrir en las naciones del Magreb", sostuvo. "Ni siquiera las reformas más auspiciosas alcanzarán para crear suficientes trabajos y afrontar el desempleo juvenil masivo. Por tanto, la Unión Europea debería lanzar ahora una nueva política de manejo de la inmigración", agregó.
Por su parte, Thomas Straubhaar, director del Instituto para Economía Internacional, con sede en la norteña ciudad alemana de Hamburgo, opinó que Europa no debía tenerle miedo a la nueva inmigración.
"La historia muestra que puede ser un factor positivo en el desarrollo de sociedades. A pesar de las sangrientas causas del éxodo masivo, la inmigración puede ser una fuente de innovación", afirmó.