La relación de Alemania con sus socios de la Unión Europea (UE) oscila entre el amor y el desamor en el marco de la lucha del bloque por recuperarse de la crisis financiera global.
El poderío económico de Alemania, como lo refleja el superávit comercial, sólo es posible a costa de sus socios de la UE, que están peor que al principio del descalabro financiero, muchos de ellos a punto del colapso.
Pero sin el enorme apoyo económico brindado por Berlín a bancos irlandeses y a Grecia, el continente europeo hubiera sucumbido.
La doble relación de Alemania con la UE, de 27 miembros, pero en especial con los 17 de la Unión Monetaria Europea, conocida como euro zona, es más marcada ahora.
Los últimos datos oficiales confirmaron que este país salió de la recesión de 2009 más fuerte que antes.
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Ese año, como consecuencia de la crisis económica global, el producto interno bruto (PIB) de Alemania se contrajo casi cinco por ciento, la más severa recesión en el mundo industrializado. Pero en 2010, la economía comenzó a crecer a 3,3 por ciento y todo indica que seguirá así en el futuro inmediato.
La mayoría de los pronósticos prevén un crecimiento de entre 2,5 y tres por ciento este año para Alemania.
La fuerte recuperación fue posible gracias al proverbial poder de las exportaciones alemanas. La demanda interna sigue estancada, pero las exportaciones se dispararon. La mayoría de los clientes son de la zona euro.
En plena crisis de 2009, las exportaciones de bienes y servicios de Alemania ascendieron a 1,1 billones de dólares, 125.000 millones de dólares más que las de Estados Unidos.
Ese volumen es más impactante dado que la población de Alemania es de 82 millones de personas, menos que los 310 millones de Estados Unidos.
Este país tuvo en 2009 un excedente comercial con casi todos los miembros de la zona euro, con excepción de Irlanda, Holanda y Eslovaquia, lo que quiere quiere decir que casi todos registraron un déficit.
Los países de la sub-región no pueden optar por el camino más obvio de la competitividad internacional, devaluación automática a un cambio flotante, porque comparten la moneda con Alemania.
Para la mayoría de los miembros de la zona euro, compartir la moneda con Alemania es una trampa. Pero para Berlín es una garantía de poder seguir exportando sin temor a represalias como la devaluación competitiva.
Eso explica por qué el gobierno alemán está dispuesto a pagar la mayor parte de los paquetes de rescate europeos creados en mayo para apuntalar las finanzas de varios países de la UE como España, Grecia, Irlanda y Portugal.
El paquete de rescate fue revisado este mes por los jefes de gobierno de la región. El mecanismo será permanente a partir de 2013 y ascenderá a más de 688.000 millones de dólares.
Pero al mismo tiempo, la UE trata de buscar una forma de salir del dilema, de lidiar con la producción industrial y la hegemonía comercial de Alemania en la región y a su vez garantizar que sea controlable el déficit estatal de los países más frágiles.
Numerosos economistas observaron en los últimos años que Alemania aumentó su preeminencia industrial dentro de la UE gracias a la llamada "devaluación interna", es decir que las exportaciones alemanas son competitivas por los bajos salarios que paga a los trabajadores.
"Hay cinco millones de empleados alemanes con un trabajo de medio tiempo y otra cantidad similar con lo que se conoce como mini-empleo, es decir un cargo de 20 horas semanales y un salario de menos de 550 dólares al mes", escribió el corresponsal en Alemania del periódico francés Le Monde, Frédéric Lemaître.
Además, hay por lo menos un millón de personas con trabajos temporales que ganan la mitad de un salario estándar. Todos ellos representan casi 20 por ciento de la población activa de Alemania.
"Las inequidades en los ingresos aumentan mientras Alemania se hace rica", concluyó Lemaître.
Otra consecuencia de la política laboral de este país es el prolongado estancamiento del consumo interno, lo que disminuye el volumen de lo que importa de los otros socios europeos.
La posibilidad de que la UE copie el ejemplo alemán tiene a muchos actores preocupados.
La canciller (jefa de gobierno) de Alemania, Angela Merkel, propuso a principios de este mes, junto con el presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, "un pacto de competitividad europeo" para el bloque basado en el modelo de este país.
"Necesitamos aumentar la competitividad y el patrón tiene que ser el miembro que está mejor", declaró Merkel el 4 de este mes en Bruselas.
De aplicarse, el acuerdo pondrá fin a los salarios indexados a la tasa de inflación, común en muchos países europeos. El plan franco-alemán también prevé un aumento del promedio de la vida activa para beneficiar a los jubilados.
Ambas medidas significarán una reducción de los ingresos netos de los trabajadores.
Está previsto que el acuerdo se apruebe durante una cumbre especial de jefes de Estado europeos prevista para marzo y que se comience a implementar dentro de un año.
Pero la propuesta no está siendo bien recibida, ni en el ámbito de la UE ni en local. Algunos jefes de Estado y sindicatos se niegan a poner fin a la indexación de salarios. Otros se oponen a aumentar el impuesto corporativo, por temor a que perjudique su capacidad de atraer inversiones.
"Lo que los gobernantes alemanes no parecen darse cuenta es que su modelo sólo funciona gracias al gran consumo y préstamos a Grecia, España e Irlanda", señaló Guillaume Duval, economista jefe de la revista mensual Alternatives Économiques, con sede en París.
"Si el modelo alemán se aplica a toda Europa, la demanda interna de los países se contraerá y se reducirá el comercio interno de la UE, lo que causará una recesión continental, el aumento del desempleo y del déficit", dijo Duval a IPS. "Una catástrofe", sentenció.