Yandi Condado y un pequeño grupo de productores del sureño estado mexicano de Puebla decidieron hace un par de años procesar el cacahuate o maní, como opción económica y defensa de este tradicional cultivo frente al avance de otros más rentables.
"Hace muchos años se sembraba mucho cacahuate, pero ahora la gente prefiere otros cultivos. Por eso y para frenar la emigración, planteamos una alternativa productiva, con valor agregado", relató a Tierramérica Condado, originaria de Cacaloxúchitl, una localidad de unos 3.000 habitantes ubicada a unos 170 kilómetros de la Ciudad de México.
La cooperativa Grupo Cacaloxúchitl Unido para el Desarrollo, formado por cuatro mujeres y dos hombres comenzó a operar en marzo de 2009. Los cultivadores siembran tres hectáreas de cacahuate (Arachis hypogaea) y cosechan anualmente seis toneladas, que usan para fabricar artesanalmente mantequilla y salsa de chile picante (ají o ajiaco).
Originaria de América del Sur y adoptada por México, esta semilla es rica en proteínas, vitaminas y grasas no saturadas. Ante la renovada alza del precio de los alimentos y un posible repunte de la pobreza, puede ser una alternativa para afrontar tiempos difíciles.
"Es un buen paliativo de crisis alimentaria, pero no de la pobreza. Sirve para que se muera menos gente de hambre, pero lo realmente importante para acabar con la pobreza sería mejorar las explotaciones agrícolas locales", señaló a Tierramérica el experto José Guimón, de la estatal Universidad Autónoma de Madrid, quien ha investigado el tema.
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En México se siembran unas 53.000 hectáreas de cacahuate o cacahuete, con un rendimiento de promedio estable de 1,55 toneladas por hectárea, lo cual da una producción de unas 80.000 toneladas. Puebla aporta 10 por ciento de ese total.
En paralelo, las importaciones de este producto van en aumento, especialmente de Estados Unidos. Las compras mexicanas llegaron en total en 2009 a 107.839 toneladas, mientras que las ventas sumaron apenas 866 toneladas.
En América Latina, el hambre y la desnutrición afectan a 53 millones de personas, mientras que aproximadamente nueve millones de niños y niñas menores de cinco años sufren desnutrición crónica, según la Organización de las Naciones Unidas.
En los últimos años han proliferado los "alimentos terapéuticos listos", así denominados por la Organización Mundial de la Salud, estratégicos en el combate contra la desnutrición, especialmente en países africanos.
En ese marco es que se destaca el valor nutricional del cacahuate. Una de las variedades de su uso es la mezcla, que no necesita cocción, que se prepara agregándole azúcar, leche en polvo, aceite vegetal, vitaminas y minerales, según una fórmula creada en 1996 por los franceses Michel Lescanne, fundador de la empresa Nutriset, y André Briend, médico nutricionista.
Nutriset, precisamente productora de esta pasta alimenticia llamada "Plumpy'nut", la ha distribuido en Etiopía, Haití, Malawi, Mozambique, Níger, República Democrática del Congo y República Dominicana a través de instancias como el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia y la organización no gubernamental Médicos Sin Fronteras (MSF).
"Es un instrumento fácil de emplear en situaciones de crisis, en comunidades rurales. Los niños suben de peso, están mejor nutridos. En estados de convalecencia o de prevención funciona bien", explicó a Tierramérica la nutricionista Anita Sackl, de MSF.
"Estamos apoyando redes para distribuir nuestros productos y llevamos a cabo iniciativas para un mejor acceso nutricional de la población más pobre" en Bolivia, Guatemala y Perú, indicó a Tierramérica el periodista francés Christian Troubé, asesor de Nutriset.
Troubé publicó el año pasado el libro "Nutriset, lautonomie nutritionnelle pour tous" ("Nutriset, autonomía nutricional para todos"), aún no traducido al español.
En 2007, esta compañía francesa abrió la filial Vitaset en República Dominicana, desde donde fluye la dotación alimenticia para Haití. Sin embargo, su incursión en América Latina marcha a paso lento.
Por ser un cultivo de temporada lluviosa, los agricultores plantan el cacahuate entre mayo y junio para recogerlo entre octubre y noviembre. "Lo hacemos todo, desde la limpieza manual hasta el envasado", explicó Condado, quien se graduó de economista en la estatal Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.
El Grupo Cacaloxúchitl, palabra que en lengua indígena puede traducirse como "lirio que florece en mayo" o "flor de cuervo", ha financiado el proyecto con sus propios recursos, con los cuales ha adquirido una descascaradora y un molino.
Para los productores, es más rentable dar valor agregado a la materia prima que sólo comercializarla, pues les pagan menos de un dólar por kilogramo de esta legumbre. En cambio, el producto manufacturado se puede vender entre tres y cuatro dólares por cada recipiente de 260 gramos.
"El hecho de que se cultive en muchos países en desarrollo permite utilizar recursos locales para la producción de alimentos terapéuticos, dotando a los países de mayor autosuficiencia y seguridad alimentaria", declaró Guimón.
"Es fácil de usar en lugares donde el cacahuate forma parte de la dieta local. México podría ser un sitio ideal para un proyecto similar", indicó Sackl.
En India, Kenia y Etiopía, por ejemplo, han surgido fábricas que procesan alimentos terapéuticos listos.
El futuro de la cooperativa pasa por la obtención de la certificación orgánica, el acceso a financiamiento público y la incursión en los esquemas de economía solidaria y comercio justo.
* Este artículo fue publicado originalmente el 12 de febrero por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.