Frente a los disturbios en Yemen y Bahrein de esta semana, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama se encuentra en la disyuntiva de defender los intereses de Washington en Medio Oriente o aceptar los cambios que van a ocurrir y rediseñar su estrategia.
En los incidentes del miércoles 16 de noche en Bahrein murieron varios civiles y muchos más quedaron gravemente heridos después de que la policía reprimió una concentración popular en reclamo de reformas políticas.
La secretaria de Estado (canciller) de Estados Unidos, Hillary Rodham Clinton se mostró "muy preocupada" el jueves por lo ocurrido en ese país del Golfo.
El pequeño reino alberga a la Quinta Flota de la Marina estadounidense y es vecino de Arabia Saudita, el gigante petrolero.
Numerosos analistas consideran que la represión puede haber avivado los reclamos de la oposición, una coalición de sunitas liberales y líderes de la minoría chiita, de reformar la monarquía encabezada por el rey Hamad bin Isa al Jalifa.
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"Si me hubieras preguntado el lunes, te habría dicho que la oposición se hubiera quedado contenta con la renuncia del primer ministro o con algunas reformas constitucionales y políticas, que hubiera considerado como una señal de seriedad de la familia real", señaló Toby Jones, especialista en el Golfo de la Universidad de Rutgers.
"Pero reprimieron y ahora no estoy seguro de que esos cambios sean suficientes", añadió.
La polarización de la situación en Bahrein se da en un momento muy malo para Washington, ya complicado por las revueltas populares en varios países árabes que derivaron en la caída del presidente de Túnez, Zine el Abidine Ben Ali, y de Egipto, Hosni Mubarak, al frente de regímenes autocráticos y aliados de Estados Unidos en el norte de África.
Los disturbios en la región plantean un gran problema para el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, quién, según el periódico The New York Times, ordenó a sus asesores en agosto de 2010 realizar un informe secreto sobre la posibilidad de levantamientos populares en Medio Oriente, incluidos Bahrein y Yemen, a fin de promover reformas que eviten estallidos sociales.
Yemen es otro aliado clave de Estados Unidos que recibe decenas de millones de dólares de asistencia militar y a la seguridad para derrotar a la red extremista Al Qaeda en la península Arábiga.
El objetivo de Obama era saber cómo equilibrar los intereses estratégicos de Estados Unidos frente a los reclamos de realizar reformas democráticas.
En el caso de Bahrein, los reclamos son de larga data.
El reino es considerado más liberal y tolerante que sus vecinos del Golfo y presume de tener un parlamento elegido, pese a sus limitados poderes. Pero está gobernando por la familia Jalifa que, en sus 300 años de dinastía, marginó y discriminó a la población chiita.
Los fieles de esa rama del Islam representan 70 por ciento de los 540.000 ciudadanos. Hay más de 600.000 extranjeros en la isla, conectada con Arabia Sabia a través de una carretera elevada.
El malestar comenzó en agosto, dos meses antes de las elecciones parlamentarias, cuando el gobierno comenzó a detener a numerosos activistas chiitas. La situación se agravó con las acusaciones de 23 destacadas figuras políticas y clérigos en septiembre de 2010, acusados de desestabilizar el país mediante violencia y sabotaje.
Clinton, visitó Bahrein tras los comicios y lo elogió como "modelo" en la región. "Veo la mitad llena del vaso", declaró al ser consultada por las detenciones y las denuncias de tortura.
"Creo que los cambios que ocurren en Bahrein son mucho mayores que los que se ven en muchos otros países", añadió.
Pero con el malestar popular que sacude al norte de África y a Medio Oriente, la temperatura política volvió a elevarse. Para evitar otro estallido, el rey anunció que cada ciudadano recibiría el equivalente a 2.700 dólares. Pero el gesto parece no alcanzar.
Tras la represión de la manifestación del miércoles de noche, el gobierno prohibió las concentraciones públicas y la mayoría de los legisladores de la oposición renunciaron a sus asientos parlamentarios.
Clinton y el secretario (ministro) de Defensa, Robert Gates, llamó a las autoridades de ese país a contener a las fuerzas de seguridad.
Bahrein es "un amigo y aliado", señaló, y añadió que "todo el mundo tiene derechos universales, incluido el de reunión pacífica".
El gobierno de Estados Unidos está otra vez caminando sobre la cuerda floja, al igual como con los disturbios de Egipto.
"Washington está frente a otra difícil situación", escribió Graham Guller, ex analista de la Agencia Central de Inteligencia para Medio Oriente, en el Internacional Herald Tribune, el día previo a la represión del jueves.
"Si el régimen cae puede perder las bases navales", indicó Fuller, profesor de la canadiense Universidad Simon Fraser, de Vancouver.
La Casa Blanca puede "apoyar al régimen represivo y defender sus intereses militares, profundizando el malestar popular y, quizá, permitiendo una mayor incidencia de Irán, o quitar restarle apoyo, dejar que los acontecimientos sigan su propio curso y aceptar los muy demorados cambios que se vienen", indicó.
"Debemos defender con más fuerza los cambios y procesos democráticos y dejar de aferrarse a dictadores, aunque sean proestadounidenses", dijo Fuller, al ser consultado por IPS vía telefónica.
"En ese sentido se mueve la región y tenemos que reconocerlo en vez de resistirnos", indicó. Washington debe adoptar una estrategia a la distancia y tener "menos botas en el terreno", añadió.
"Si te pones a favor del cambio, corres el riesgo de causar un daño considerable a tu apuesta político-militar", sostuvo Chas Freeman, un connotado diplomático retirado y ex embajador en Arabia Saudita durante la Guerra del Golfo (1990-1991), quien coincidió con Fuller, pero llegó a otra conclusión.
"Si te inclinas hacia tus intereses militares, te desacreditarás moral e ideológicamente", indicó. "Hay momentos en que el silencio y el respeto a la habilidad de los otros para defenderse es la mejor opción", añadió.
Muchas más cosas pueden llegar a estar en juego, dado el interés de Arabia Saudita en el resultado de la actual crisis en Bahrein, remarcó Freeman.
"Los sauditas no tolerarán mucho malestar porque los chiitas de Bahrein están emparentados con los de Arabia Saudita, es decir los que están sobre los campos petroleros de la provincia Oriental", explicó.
Entre 10 y 15 por ciento de la población de Arabia Saudita pertenece a esa rama del Islam, la mayoría de los cuales viven en la provincia Oriental, que produce la mayor parte del petróleo del país.