La solidaridad extranjera con Haití fue «impresionante» por su rapidez y eficacia en la emergencia provocada por el terremoto del 12 de enero de 2010, pero se detuvo al iniciarse la reconstrucción, en buena medida porque las instituciones internacionales y estatales no se adecuaron al desafío.
La evaluación de Rubem Cesar Fernandes, director ejecutivo de Viva Rio, organización no gubernamental (ONG) brasileña presente en Haití desde 2004, subraya la necesidad de "inventar, de innovar institucionalmente en las agencias internacionales" para accionar la cooperación con la urgencia necesaria.
Se deben encaminar proyectos con sus fondos a instancias medias y locales del poder público e involucrar a las ONG y empresas con soluciones, ante la ineficacia del procedimiento jerárquico tradicional a través del gobierno central, ejemplificó Fernandes, en entrevista telefónica con IPS desde Puerto Príncipe.
Existe, según él, una "incapacidad de diálogo entre el conocimiento internacional y el local", entre los líderes políticos tradicionales de ese país caribeño, que son poco ejecutivos, y los gestores de los recursos internacionales, como Bill Clinton, ex presidente estadounidense (1993-2001) y actual co-presidente de la Comisión Interina para la Reconstrucción de Haití.
En consecuencia, muchos planes nacionales son ignorados, como el de la restauración del centro de Puerto Príncipe, elaborado hace casi 20 años "con interesantes ideas urbanísticas", lamentó.
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Los afectados por el terremoto se ven obligados a sobrevivir en "enormes campamentos en las afueras (de la capital haitiana), que pronto serán grandes favelas", como Ciudad de Dios en Río de Janeiro, pronosticó.
Además, organismos financieros internacionales, como el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo, "no están preparados" para atender las necesidades inmediatas de 1,3 millones de personas sin techo en ciudades destruidas y por lo menos dos tercios de los trabajadores que quedaron desempleados o subempleados.
Cualquier proyecto financiado por los fondos de reconstrucción exige evaluación técnica internacional, a veces con el absurdo requerimiento de estudiar impactos ambientales en ciudades destrozadas, indicó. Fernandes señaló que las agencias internacionales cuentan con mecanismos inadecuados, diseñados para el desarrollo a largo plazo.
Por su parte, Benito Baranda, presidente de la Fundación América Solidaria, dijo a IPS que la actuación de las ONG se ve afectada por la falta de coordinación, a causa de "un caos desde la estructura del gobierno, que tiene muchas dificultades para articular las políticas y las acciones".
Su ONG ayuda Haití desde 1999, y a partir de 2003 pasó a enviar periódicamente profesionales de distintas áreas, especialmente médicos y enfermeras. Tras el terremoto, intensificó sus acciones con casi un millón de dólares que logró recaudar, y actualmente promueve otra campaña para tratar a unas 1.000 personas contra el cólera.
La indefinición electoral es otro escollo. Muchos organismos internacionales suspendieron sus donaciones "hasta que no asumieran las nuevas autoridades", observó Baranda. Sólo entonces comenzará "la ayuda a los planes de reconstrucción verdaderos", apuntó.
El plan de reconstrucción, acordado entre muchos países en marzo pasado, con una meta de 11.000 millones de dólares, "me parece bien, pero tendría que ser sancionado por el nuevo gobierno haitiano, y el pueblo tiene que querer ese proyecto", porque sin su aprobación y participación "estará llamado a fracasar", sostuvo.
De todos modos, urge "agilidad". La Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria (Embrapa) aporta conocimientos importantes para el desarrollo agrícola de Haití, pero "haría mucho más" si se conectara con instituciones intermedias, actuando como Estados Unidos, "que no respeta jerarquías", según Fernandes, antropólogo e historiador, además de activista social.
Viva Rio, la ONG que dirige, desarrolla desde 2007 un programa de recuperación del céntrico barrio de Bel Air y alrededores, beneficiando a unos 130.000 habitantes de Puerto Príncipe. Promueve actividades culturales, gastronómicas, de danza y otras artes, generando empleos y combatiendo la violencia, como hizo en varios barrios de Río de Janeiro.
En su evaluación, la presencia militar de la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (Minustah) aún es indispensable para mantener el orden, aunque la policía haitiana haya mejorado mucho en su función.
Pero no piensa así Ricardo Seitenfus, brasileño que representó a la Organización de los Estados Americanos en Haití hasta que fue destituido hace dos semanas por haber condenado la intervención internacional donde no había "amenaza internacional" ni "guerra civil", en entrevista con el diario suizo Le Temps.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU), en lugar de enfrentar el "problema socioeconómico", más evidente después del terremoto, insistió en el mismo "camino equivocado" enviando "más soldados" y "convirtiendo a los haitianos en prisioneros en su propia isla", sentenció Seitenfus, profesor universitario de relaciones internacionales y especialista en Haití.
Esas son "palabras de oro", que expresan lo que sienten muchos haitianos, según André Yves Cribb, agrónomo que viajó a Brasil en 1992 para realizar estudios de posgrado y se quedó como investigador de Embrapa, aunque visita regularmente su país.
Haití necesita "menos militares y más ingenieros, médicos y técnicos" para la reconstrucción, opinó.
Coincidió con Seitenfus en que su país paga "el precio de la proximidad con Estados Unidos". La solidaridad de Cuba, agregó, que envió 1.300 médicos, agrava la hostilidad del poderoso vecino.
Pero los problemas se deben también a la inestabilidad política de Haití y a la incapacidad del actual gobierno, sin dinamismo ni diálogo con la población, reconoció a IPS. En su caso, por ejemplo, ya intentó regresar a Haití y aportar su experiencia tras concluir su maestría en Brasil en 1994, pero la tensión política se lo impidió. Ahora, casado con una brasileña y con tres hijos adolescentes, trabajar en su país es más difícil, pero confía en la posibilidad de hacerlo en misiones de la misma Embrapa.
Hay miles de técnicos haitianos viviendo en el exterior, por falta de condiciones de trabajo y la inseguridad en su propio país. En Canadá hay más médicos haitianos que en Puerto Príncipe, señaló Cribb.
Su propuesta es que la ONU y los países que quieran ayudar al desarrollo haitiano adopten políticas de estímulo para la repatriación de esos profesionales calificados, contratándolos y enviándolos a trabajar a Haití. Tienen la ventaja de conocer la realidad nacional mejor que los técnicos extranjeros.
En su caso, además de los conocimientos adquiridos en Brasil, acumuló experiencia anterior durante los 10 años en que fue funcionario del Ministerio de Agricultura de Haití, trabajando por el desarrollo rural en todo el país.
En las actuales condiciones, duda que su país aproveche debidamente los conocimientos agrícolas que aporta Brasil, especialmente a través de Embrapa, que ya ha enviado varias misiones y técnicos a ese país caribeño.
* Con aportes de Daniela Estrada (Santiago).