Este 12 de enero se cumple el primer aniversario del terremoto en Haití. Nunca antes los haitianos experimentamos tanta solidaridad, ni recibimos tanta atención de la comunidad internacional.
Fue tanta la atención que, con algunas raras excepciones, no pudimos honrar a nuestros muertos como es debido. No los velamos ni los sepultamos porque eran demasiados. Porque muchos ya estaban enterrados bajo los escombros. Porque había demasiada gente alrededor. Porque había demasiadas víctimas, demasiados muertos en vida. Nunca un dilema fue tan grande: velar a los muertos o aquellos que estaban por morir.
No honramos a nuestros muertos, y no estamos orgullosos de eso. No nos gustan los velorios ante la vista del público, especialmente del extranjero, y nos incomodaba la idea de llorar a nuestros deudos mientras el mundo entero nos miraba. Porque el mundo entero vino a ayudarnos, y a vernos llorar.
Pese a las apariencias, nos disgusta ser el espectáculo. Algunos lo hacen todo el tiempo, pero no por eso debe concluirse que los haitianos son proclives a exponer sus emociones en público.
Entonces, esta masiva presencia de amigos extranjeros que acudieron en nuestra ayuda se ha convertido en una pesada carga. Vinieron muchos, y no se han ido. Vinieron con demasiadas propuestas, demasiados recursos, demasiadas promesas. Tomaron demasiadas decisiones. Llegaron con un exceso de conocimiento, pero con poco saber hacer.
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Fueron tantos los que nos abrazaron, que al final nos avergonzaron. ¿Cómo es posible? Con el calor de sus abrazos casi nos sofocan. ¿Sospechan siquiera lo que nos pasa?
Este 12 de enero de 2011, varias organizaciones presentes en Haití intentan usar el aniversario para elevar su visibilidad ante los haitianos y convencer a sus auspiciantes y financiadores de la importancia de su trabajo en el último año. También insistirán en la necesidad de que sus aportes continúen en el futuro.
Con muy poca reconstrucción tangible o visible, en especial la notable ausencia de hogares para un millón de personas sin techo y el escaso avance en la eliminación de los escombros, esas organizaciones junto a las autoridades locales se preparan para exponer el 12 de enero sus visiones sobre cómo debe ser el futuro de la mitad de esta isla.
Darán una entrevista tras otra, distribuirán vídeos que describen las proezas de sus organizaciones y los sacrificios que hizo su personal para venir en socorro de los haitianos.
Algunos repetirán por enésima vez que Haití recibe más ayuda que cualquier otro país, excepto Afganistán. Y reiterarán su apoyo al pueblo haitiano, usando cifras nuevas o recicladas.
Para algunas organizaciones no gubernamentales (ONG), la lucha contra la epidemia de cólera también está en la agenda del 12 de enero, si bien experimentaron una cierta decepción cuando la epidemia apareció donde no se la esperaba.
La idea era que el cólera se encendería en los campamentos de desplazados y luego se propagaría al resto del país. Varias organizaciones habían dado alertas prematuros sobre un brote epidémico en los campamentos, pero la enfermedad infecciosa se comportó de manera muy distinta.
El cólera empezó en la zona rural de Artibonite, y no en los campamentos de sobrevivientes, y se propagó con saña. La Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (Minustah) debería aceptar las consecuencias de las conclusiones científicas sobre el origen de esta enfermedad en Haití. Pero hasta ahora se ha hecho muy poco en esa dirección.
Es comprensible que las organizaciones que realmente han trabajado todo el año en Haití usen este aniversario para hablar sobre sus actividades e incluso para publicitarse.
Lo único que les pido es que el 12 de enero no organicen conmemoraciones públicas, celebraciones ni inauguraciones de ningún tipo. Mi sugerencia es que elijan cualquier otra fecha de enero, excepto el miércoles 12. Déjennos ese día a los haitianos, para que podamos finalmente recordar a nuestros muertos a solas.
Les pido a nuestros amigos extranjeros que nos den al menos un día. Uno solo. Déjennos solos el 12 de enero de 2011 y cada 12 de enero de los próximos años.
Lo pido una vez más: es sólo un día en el año, desde 2011 en adelante, para honrar a nuestros muertos, recordarlos y reflexionar sobre los que nos pasa, sobre cómo y porqué llegamos hasta aquí. Necesitamos hallar un poco de paz ese día, solos con nosotros mismos.
Espero que nuestros amigos extranjeros entiendan, que las embajadas entiendan, que las agencias multilaterales y bilaterales entiendan, que entiendan las ONG, la Minustah, las Naciones Unidas, la Organización de los Estados Americanos, la Comunidad del Caribe y todos los "amigos de Haití". Necesitamos estar solos y redescubrirnos.
Varios de mis conciudadanos han llegado a decirme que sienten cierta nostalgia de las épocas en que estábamos solos. Las cosas no andaban bien, es verdad, pero ahora tampoco andan bien, y no estamos solos.
Quisiéramos conservar el 12 de enero para nosotros. Podría decirse que es casi el único gesto de soberanía del que somos capaces.
Cuento con que Bill Clinton y su equipo entiendan, y con que P. J. Patterson entienda también **. Mis mejores deseos para 2011.
* Ericq Pierre es un economista y agrónomo haitiano que trabaja para el Banco Interamericano de Desarrollo.
** El ex presidente estadounidense Bill Clinton preside la Comisión Interina de Recuperación de Haití. El ex primer ministro jamaiquino P. J. Patterson es el representante especial de la Comunidad del Caribe para la reconstrucción de Haití.
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