Vedadas por ahora las soluciones globales a la crisis climática, muchos se han lanzado a buscar vegetales que puedan mitigar la contaminación causante del calentamiento y ayudar a soportar los embates de un clima enloquecido. Ahora le toca el turno al bambú.
"Crece rápido, necesita poca agua, absorbe dióxido de carbono, protege los estuarios, es resistente a tormentas", enumeró a Tierramérica la holandesa Coosje Hoogendoorn, directora general de la Red Internacional del Bambú y el Ratán (Inbar), que agrupa desde 1993 a 35 naciones y tiene sede en Beijing.
En el mundo hay más de 1.000 especies de bambú, Bambusa vulgaris, y 34 por ciento de ellas crecen en América Latina. Sólo en México hay 36 especies, poco estudiadas y aprovechadas.
La fibra de su caña es una eficaz materia prima de utensilios, muebles y artesanías, y un material apropiado para la construcción de viviendas resistentes a los ciclones.
"En Latinoamérica el potencial se desarrolla poco a poco. Se sabe poco de su uso", señaló a Tierramérica el ecuatoriano Álvaro Cabrera, coordinador regional para América Latina y el Caribe de Inbar.
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La 16 Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP 16), que se celebra en la ciudad turística mexicana de Cancún hasta el 10 de este mes, está casi absorta en la exploración de opciones técnicas para proteger y restaurar ecosistemas y ayudar a la adaptación a los desastres naturales.
La fibra de bambú se emplea para construir viviendas en los estados sureños mexicanos de Puebla y Veracruz, pero no de forma masiva. Este país no forma parte de Inbar.
El limitado uso de estas especies nativas en México tiene "razones históricas, culturales y económicas", según el informe "El bambú. Estudio del mercado mundial", de la Secretaría (ministerio) de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación.
"La planta es denigrada y combatida porque se la considera una plaga, particularmente en las zonas donde se cultivan café, plátano, tabaco y cacao, y se cría extensivamente el ganado vacuno", añade el documento.
En 10 años, una hectárea de bambú moso (Phyllostachys pubescens) en China captura 30 toneladas de dióxido de carbono más que una plantación del mismo tamaño de abeto chino (Cunninghamia lanceolata), de acuerdo a un modelo comparativo de Inbar.
"El manejo sustentable y el uso apropiado del bambú pueden aumentar la cantidad de carbono secuestrado, a través de cambios en el manejo que elevan la capacidad de almacenamiento dentro del ecosistema a corto plazo", afirma el estudio.
El manejo forestal de esta planta ha ganado impulso en Colombia, Ecuador y Perú, y, más recientemente, en Argentina, miembros de Inbar junto con Cuba, Panamá y Venezuela.
Está bien "desarrollar proyectos de protección innovadores, pero hay que estudiarlos a fondo", advirtió a Tierramérica el inglés Stephen Crooks, consultor de la firma estadounidense ESA-PWA, coautor de un análisis sobre la captura y de carbono en las zonas costeras del planeta. Se necesita analizar sus características y los efectos que podría tener su implantación masiva.
En Ecuador se construyeron más de 100.000 viviendas de bambú para restaurar zonas devastadas por lluvias e inundaciones que provoca el fenómeno climático periódico de El Niño/Oscilación del Sur, que calienta las aguas superficiales del océano Pacífico ecuatorial.
En la sureña ciudad peruana de Ica, se emplearon más de 40.000 cañas de bambú para erigir el hotel Paracas. En la noroccidental provincia ecuatoriana de Esmeraldas, la cadena hotelera estadounidense Royal Decameron también usó este material en la edificación de un alojamiento.
En Ecuador, Inbar proyecta 15 prototipos de casas de bambú. En enero arrancará una iniciativa similar en Perú, financiada con unos 200.000 dólares por el Banco Mundial.
El objetivo es que los gobiernos de los dos países financien cada uno la construcción de 1.500 viviendas. "Estamos desarrollando una tecnología para fabricar tejas de bambú, en vez de las de zinc", dijo Hoogendoorn en Cancún.
Productores ecuatorianos y peruanos obtuvieron la certificación de la materia prima que expide el Consejo de Administración Forestal (FSC por sus siglas inglesas) y que garantiza el manejo sostenible del cultivo.
"Las plantaciones comerciales de bambú son una de las opciones que podrían contribuir más eficazmente a compensar y corregir el deterioro ambiental en territorios con climas cálidos húmedos y muy cálidos con lluvias todo el año", afirma la Secretaría de Agricultura mexicana.
El Congreso legislativo de este país pidió al presidente Felipe Calderón que se adhiera a Inbar y establezca un programa de fomento del bambú.
"En México hay mucho interés por promover el uso del bambú", aseguró Cabrera. El comercio internacional del vegetal asciende a unos 7.000 millones de dólares.
* Este artículo fue publicado originalmente el 4 de diciembre por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.