Ciencia climática busca a tientas el saber campesino

La percepción que indígenas y campesinos tienen de la variabilidad climática, al menos en una región de Colombia, coincide casi matemáticamente con los registros que arrojan los instrumentos técnicos.

Así opina el experto Andrés González, coordinador del Programa Conjunto Integración de Ecosistemas y Adaptación al Cambio Climático en el Macizo Colombiano, ejecutado desde hace casi tres años por agencias de las Naciones Unidas.

En el sudoccidental departamento de Valle del Cauca, indígenas y científicos trabajan juntos para adaptarse al cambio climático. Pero es un caso raro en América Latina.

Este año se estableció allí una red de custodios de semillas de tubérculos, maíces, frutales, especies forrajeras, quínoa y amaranto, entre otros alimentos de alto poder nutritivo, con el fin de promover el trueque entre las comunidades de los resguardos (jurisdicciones indígenas) Puracé, Paletará, Coconuco, Quintana y Poblazón.

También se crearon parcelas para aclimatar las semillas y seis "Escuelas de Campo", donde profesionales y campesinos estudian y discuten sobre seguridad alimentaria, producción sostenible, gestión de riesgos y entornos saludables. Participan unas 1.000 familias de los municipios de Popayán y Puracé.
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En el área de impacto directo del programa en esa región del Cauca habitan unas 11.000 personas, pero se estima que las beneficiadas son más de 240.000. González espera que el proyecto, que concluirá en seis meses, sea renovado.

En un contexto histórico de conflicto por la tierra entre los resguardos indígenas, los pequeños campesinos y los terratenientes de la zona, se firmaron sin embargo los Pactos de Convivencia entre estos actores, y se elaboran calendarios productivos y listas de especies resistentes a diferentes condiciones.

Pero "falta mucho. Es un reto importante establecer ese diálogo, que nosotros podamos entender la lógica (de campesinos e indígenas) y ellos la nuestra", dijo González a IPS.

En el equipo que dirige este proyecto, auspiciado por el Fondo para el Logro de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, hay representantes de comunidades nativas, "espejos de nuestros técnicos y profesionales, que velan porque su concepción y su visión del mundo esté garantizada en el programa", indicó.

Los indígenas y campesinos no podrían haber estado ausentes, por la exactitud que muestran sus percepciones y observaciones empíricas.

La producción agropecuaria es responsable de cerca de 30 por ciento de los gases de efecto invernadero, causantes del calentamiento global, emitidos a la atmósfera por los países de América Latina. Principalmente por cambios en el uso del suelo, utilización de fertilizantes y descomposición de los desechos del ganado.

Y la agricultura es uno de los sectores que ya siente los efectos del cambio climático: mayor intensidad y frecuencia de fenómenos extremos —inundaciones, heladas y sequías—, aparición de nuevas plagas, cambios en la disponibilidad de agua por derretimiento de glaciares y desplazamiento de cultivos.

A esto se suma que más de 50 por ciento de la población rural de América Latina y el Caribe es pobre y casi un tercio vive en condiciones de indigencia, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), con sede en Santiago.

"El agricultor sabe de variabilidad climática porque la agricultura es eso: manejar el clima", comentó a IPS Laura Meza, coordinadora del Equipo Multidisciplinario de Cambio Climático y Medio Ambiente para América del Sur de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).

Fomentar el diálogo entre la academia y el saber tradicional campesino es "uno de los desafíos que nos queda como región", dijo.

"En Australia hemos sabido que hay un vínculo muy estrecho entre el agricultor, el científico y el tomador de decisión. Los tres están trabajando de la mano", aseguró la especialista de la FAO, cuya oficina regional está también en Santiago.

"Acá son compartimientos estancos, están separados. Nos falta bastante diálogo", enfatizó Meza.

También es necesaria la comunicación entre países, "porque hablamos de un fenómeno que no conoce fronteras", señaló a IPS Adrián Rodríguez, oficial a cargo de la Unidad de Desarrollo Agrícola de la División de Desarrollo Productivo y Empresarial de la Cepal.

"Es hora de que se valore el conocimiento ancestral que poseemos los campesinos e indígenas", reclamó ante IPS la quichua Rosa Guamán, de la ecuatoriana Asociación de Productores de Plantas Medicinales Chimborazo-Jambi Kiwa, una pujante empresa comunitaria, formada por mujeres indígenas que exportan hierbas a Canadá y a países europeos.

Como dirigente indígena y de la Asociación, Guamán tuvo que derribar muchos prejuicios para validar su saber porque no posee formación académica, contó.

"No creo que haya una receta" para asegurar un diálogo efectivo, dijo a IPS Holm Tiessen, director del intergubernamental Instituto Interamericano para la Investigación del Cambio Global, con sede en São Paulo, Brasil.

"Lo que sucede muchas veces es que la ciencia produce respuestas para problemas que nadie tiene. Entonces es importante en algún momento de la planificación y la búsqueda de financiamiento (de los proyectos de investigación) hablar con la gente del campo. Pero mecanismos establecidos no hay", dijo.

"Como ente financiero, tenemos que forzar a los investigadores a abrir sus ojos, a hablar, a dialogar con los productores para hacer su ciencia más eficiente", dijo Tiessen. El instituto financia estudios que abarcan a más de un país.

Para Meza, las políticas públicas tienen que orientarse con urgencia a mejorar el conocimiento sobre el clima, fortaleciendo las redes meteorológicas, y a difundir esa información entre las autoridades y los agricultores.

Esta base permitirá tomar decisiones claves como "contratar seguros, usar variedades de corta duración que demandan menos agua para enfrentar un periodo de sequía, conservar materia orgánica en el suelo para gozar de más humedad o construir cobertizos para animales", entre otras medidas prácticas.

Brasil, por ejemplo, lidera el proceso de "zonificación agroecológica", que implica definir las zonas y temporadas aptas para producir determinados cultivos. Otros países avanzan en el manejo de cuencas, sistemas de riego y gestión de conflictos.

"Pero falta mucho… El cambio climático se ve como algo muy lejano y ese es un problema, porque los tomadores de decisión y los agricultores y la sociedad en general no le toman el peso a la urgencia de actuar", concluyó Meza.

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