«Toda esa parte yo la tumbé», dice el mexicano Esteban Martínez y señala un rectángulo de tierra pelona de árboles.
«Antes perseguía a los jaguares que mataban a los animales y sí, maté alguno. Pero ahora ya los cuidamos. Para mí ya no es negocio que se dañe el bosque», dice Martínez.
Desde el mirador del monte, el hombre explica cómo 16 habitantes del ejido San Juan de los Durán, en el centro de México, cambiaron la agricultura de subsistencia por un proyecto ecoturístico que les permite administrar un albergue de campamento para visitantes interesados en la naturaleza.
La comunidad está en la Reserva de la Biosfera Sierra Gorda, en la porción norte del central estado de Querétaro, el sitio de mayor diversidad de ecosistemas del país.
En sus 384.000 hectáreas, la tercera parte de Querétaro, la reserva alberga ecosistemas diversos —semidesierto, bosque de niebla, bosque templado y selvas bajas, entre otros— desde los 350 a los 3.100 metros sobre el nivel del mar.
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Aquí habitan 360 especies de aves, 130 de mamíferos —entre ellos seis felinos, como el amenazado jaguar (Panthera onca)—, 71 reptiles, 23 anfibios y 2.308 especies vegetales.
La zona fue recuperada gracias al impulso de Martha Ruiz Corzo, una maestra de música, y de Roberto Pedraza Muñoz, su esposo y contador público, que en 1987 fundaron el Grupo Ecológico Sierra Gorda, encargado de administrar la reserva.
El esfuerzo de 23 años, que implicó a toda su familia, logró la adhesión de fundaciones privadas y agencias internacionales, como el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (GEF por sus siglas en inglés) que, a través del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) aportó 6,7 millones de dólares entre 2001 y 2009.
La gestión local permitió obtener ingresos de cuatro dólares por cada uno aportado por el GEF para implementar un modelo de manejo entre el gobierno y la sociedad civil de un área natural protegida, único en México.
Gracias a la organización civil Bosque Sustentable, filial del Grupo Ecológico Sierra Gorda, se colocaron en el mercado internacional certificados por más de 28.000 toneladas de dióxido carbono —el principal gas que recalienta la atmósfera— absorbido mediante reforestación de zonas degradadas de bosque.
Los ingresos se destinan a financiar proyectos de Bosque Sustentable, pero el objetivo es que se empleen para pagar a las comunidades por proteger la zona.
El equipo que encabeza Ruiz Corzo, directora de la reserva, desarrolla unidades de Retorno Social de la Inversión (SROI, por sus siglas en inglés), que combinan indicadores económicos, sociales y ambientales para estimar los beneficios económicos de las acciones.
La intención es crear «certificados bursátiles de salud planetaria», que incluyan la protección de la biodiversidad y el combate a la pobreza, explicó Ruiz Corzo a esta reportera.
«Necesitamos que la gente local reciba pagos por conservar», añadió Ruiz Corzo, y para eso se requiere una «alianza» con las comunidades de extrema pobreza. «¿Cómo les pedimos que mantengan y conserven si son los más fregados (arruinados) del planeta?». Las alteraciones en el régimen de lluvias y las sequías de los últimos años propiciaron el ataque del gusano descortezador, el muérdago y la larva barrenadora contra encinos (género Quercus), enebros (Juniperus) y pinos (10 especies del género Pinus) en unas 27.000 hectáreas, la tercera parte de la superficie boscosa de la reserva.
«Son bosques debilitados por el estrés climático», aseguró Roberto Pedraza Ruiz, jefe técnico de la reserva.
Las plagas no son la única amenaza para la Sierra Gorda, protegida por el gobierno federal en 1997 y proclamada en 2001 Reserva de la Biosfera Mundial por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).
La Comisión Federal de Electricidad (CFE) gestiona desde hace cuatro años la compra de terrenos a los ejidatarios para un tendido eléctrico de 47,5 kilómetros que lleve energía desde San Luis Potosí hasta Guanajuato, dos estados vecinos de Querétaro.
«Las consecuencias serían incuantificables», advirtió Pedraza. «Para empezar, una de cada tres especies de anfibios estarían en peligro».
La ley de protección de áreas naturales prohíbe tendidos eléctricos en estas zonas. Pero la CFE insistió en dos oportunidades con la propuesta, rechazada por la administración de Sierra Gorda.
Sin embargo, integrantes de la organización vecinal Consejo Ciudadano de la Sierra Gorda aseguran que personal de la CFE sigue intentando comprar terrenos e incluso ha pagado por algunos.
En México, más de la mitad de la población de 107 millones de habitantes vive con menos de cinco dólares diarios. A pesar de que 80 por ciento de los bosques son propiedad comunal, la tenencia de la tierra no está bien documentada y los predios son muy pequeños para acceder a mercados globales.
Por ello en Sierra Gorda, son pocas las propiedades comunitarias que reciben pago por servicios ambientales, que oscilan entre 18 y 27 dólares anuales por hectárea conservada.
El propósito es que todos los habitantes de la Sierra sustituyan la explotación maderera, la ganadería y la agricultura, que eran las únicas actividades de la región, por servicios ambientales.
Para eso se propuso crear un fondo estatal que pague compensaciones a los propietarios por los servicios ecosistémicos de sus bosques y selvas.
«Necesitamos que saquen el ganado del bosque, que mantengan aguajes para la fauna, que lleven a cabo saneamiento de plagas y haya una activa vigilancia civil», dijo a IPS el subdirector de Bosque Sustentable, Mario Pedraza Ruiz, especialista en alternativas ganaderas ambientalmente amigables.
El más joven de la familia Pedraza Ruiz está convencido de que conservación y ganadería son compatibles.
«Confinas a los animales, hacen su caquita y con los pies rompes la costra de suelo que está aplanada por su pisada, raspas, aras, y en ese territorio no vuelven a pisar hasta que se recupera», describió.
Dos comunidades, Landa de Matamoros y Arroyo Seco, iniciaron un pastoreo controlado mediante cercos eléctricos, que permite recuperar el forraje.
Allí también se desarrolla un forraje hidropónico, que se cultiva sin tierra.
«La ganadería es parte del entendimiento cultural» de los comuneros, «aunque tengan dos vacas flacas», describió Mario Pedraza. «Es imposible cambiar la mentalidad de la gente, y en esos casos, es mejor hacerlo bien».
* Este artículo es parte de una serie de reportajes sobre biodiversidad producida por IPS, CGIAR/Bioversity International, IFEJ y PNUMA/CDB, miembros de la Alianza de Comunicadores para el Desarrollo Sostenible (http://www.complusalliance.org). Publicado originalmente el 26 de junio por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.