La acción brasileña contra los subsidios de Estados Unidos a su sector algodonero llegó al momento crítico de la represalia, que se encara como una disputa bilateral, aunque están en juego reglas comerciales de interés mundial.
Ocho años después de iniciado el proceso que culminó con una condena de la Organización Mundial del Comercio (OMC) a Estados Unidos, el gobierno de ese país insiste en respuestas dilatorias y no demuestra ninguna voluntad de eliminar esos beneficios o de negociar un acuerdo para evitar las medidas de defensa que Brasil está autorizado a adoptar desde noviembre pasado.
El gobierno brasileño de Luiz Inácio Lula da Silva anunció el 8 de este mes los 102 productos que se importen de la potencia del Norte a los que se les impondrá gravámenes adicionales a partir del 7 de abril. El sector textil será el más afectado con aranceles que se elevarán hasta 100 por ciento en algunos casos.
Una semana después se conocieron los 21 rubros de propiedad intelectual incluidos en la acción, incluyendo la suspensión de patentes y derechos de autor en áreas sensibles como la farmacéutica, agroquímica y audiovisual. En ese caso se dio un plazo de 20 días para consultas públicas.
Los plazos buscan estimular una negociación, pero no hubo señales de Washington en ese sentido, pese a la visita del secretario de Comercio, Gary Locke, a Brasilia luego de conocerse las medidas.
El objetivo es la vigencia de las reglas, no la penalización, pero sin propuestas concretas de Estados Unidos durante tanto tiempo no queda otra alternativa que actuar y poner en práctica las medidas, según Lytha Spíndola, secretaria de la gubernamental Cámara de Comercio Exterior.
En total, las medidas de represalia pueden alcanzar los 829 millones de dólares anuales mientras perduren los subsidios declarados ilegales por al OMC. Eso equivale a 4,14 por ciento del total importado de Estados Unidos el año pasado.
La parte de propiedad intelectual es la menor, de 238 millones de dólares, pero tiene un fuerte impacto porque es la primera vez que un país se atreve a imponer represalias en esa área, hasta ahora un tabú.
No es mucho, pero tiene importancia "simbólica", al no dejar impune la ilegalidad, evaluó Pedro Camargo Neto, quien, como secretario de Producción y Comercialización del Ministerio de Agricultura, impulsó en 2002 la queja ante la OMC que resultó en la condena a los subsidios estadounidenses a su producción algodonera.
Camargo Neto dijo que la actitud de Washington, en caso de persistir con esa política agrícola desconociendo la condena, "agrava la situación de la OMC, ya debilitada por el fracaso de la Ronda de Doha" de negociaciones en busca de un nuevo pacto comercial mundial. Inaugurada en la conferencia ministerial de 2001 en esa ciudad, capital de Qatar, debería haber concluido en 2006, pero colapsó en 2008 por discrepancias respecto de los subsidios del Norte.
Las señales emitidas por Washington revelan "falta de visión a mediano plazo", añadió el ex funcionario brasileño. Estados Unidos "debería fortalecer la OMC, porque la necesitará fuerte en el futuro" para hacer que China cumpla las reglas aprobadas, puntualizó ante la consulta de IPS.
China ingresó a la OMC en 2001, "cuando aún no era tan poderosa" y no podía "hacer lo que quiere" como ahora, recordó.
Sin embargo, Estados Unidos parece darle poca importancia al fallo de la OMC y a otras disputas comerciales, multilaterales y bilaterales, que afronta, al punto de mantenerse desde el año pasado sin designar a su Representante Comercial, la autoridad negociadora del gobierno, que depende de aprobación parlamentaria.
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, enfrenta dificultades en el Congreso legislativo, pero esa situación se debe a la "ausencia de liderazgo del Ejecutivo con visión estratégica", opinó Camargo, hoy presidente de la Asociación Brasileña de la Industria Productora y Exportadora de Carne Porcina.
Hubo rumores en la prensa de que Washington podría adoptar también represalias contra importaciones brasileñas, como su exclusión del sistema de preferencias, que exime a algunos productos del cobro de aranceles.
Brasil tampoco puede aceptar "compensaciones" por sus pérdidas en exportaciones, ignorando los daños sufridos por numerosos países, como los africanos cuya economía depende mucho más del algodón, acotó.
Millones de familias africanas vieron agravarse su pobreza a causa del deterioro de los precios y la pérdida de mercados, como consecuencia de los subsidios de los países industrializados.
Sin embargo, la cuestión tomó un carácter bilateral, entre Brasil y Estados Unidos. Al parecer, "el resto del mundo olvidó" el significado de esa disputa, quizás porque ocho años son demasiado tiempo para concluir una controversia y cierto descrédito en el sistema internacional de comercio, concluyó Camargo.
Brasil también triunfó en un proceso en el Órgano de Solución de Controversias de la OMC contra los subsidios que aplica la Unión Europea al comercio de azúcar, pero en ese caso se logró un cambio y no hubo necesidad de llegar a represalias.