El reto del siglo XXI es que la actividad agrícola se transforme en buena administradora de la biodiversidad y abandone su capacidad destructora, sin limitar su misión de alimentar a una población mundial creciente, dijo el director ejecutivo del PNUMA, Achim Steiner.
Como el dios romano Jano, cuyos dos rostros miran en direcciones opuestas, la agricultura puede proteger la biodiversidad del planeta, o diezmándola con el uso irracional de insumos químicos y la reducción de la fecundidad del suelo.
Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), diariamente desaparecen unas 150 especies, víctimas de actividades humanas que provocan el cambio climático, incluida la producción rural, y que transforman los diferentes ecosistemas.
Tierramérica dialogó con el responsable del PNUMA (Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente) en Berlín, en ocasión del lanzamiento del Año Internacional de la Diversidad Biológica, que busca llamar la atención sobre la necesidad vital de proteger y conservar la multiplicidad de flora y fauna del planeta.
TIERRAMÉRICA: La agricultura es indispensable como productora de alimentos, pero potencialmente peligrosa para la biodiversidad.
ACHIM STEINER: Así es. La creciente importancia de la agricultura provocada por el aumento de la población mundial supone que se restrinjan cada vez más los espacios vitales de muchas especies, tanto de flora como de fauna. En este sentido, la agricultura constituye un peligro para la biodiversidad.
Por ejemplo, cada año se sufren pérdidas de miles de millones de dólares a causa de la agricultura irracional, que destruye la fecundidad de los suelos. El uso exagerado de productos químicos, como pesticidas, herbicidas y similares, contribuye a la eliminación de muchos organismos útiles.
Nosotros podemos detener ese proceso de erosión y de aniquilación de especies si aplicamos otros modelos para aprovechar de manera óptima esos 20 centímetros de la corteza terrestre necesarios para producir los bienes que necesitamos. Con estos modelos alternativos, la agricultura ofrece un gran potencial de protección de plantas y animales.
Los agricultores pueden ser excelentes gerentes de los recursos naturales y de los diferentes ecosistemas. El reto de este siglo es cómo recompensar a los agricultores para que continúen produciendo los bienes indispensables para la humanidad y, al mismo tiempo, contribuyan a conservar y proteger los ecosistemas, cruciales para nuestra sobrevivencia.
TIERRAMÉRICA: Usted se refiere a la agricultura orgánica.
AS: Es un ejemplo de cómo trabajar la tierra en armonía con la naturaleza. Se intenta, a través del uso de la ciencia y del manejo sostenible de los recursos, aprovechar la fecundidad del suelo sin destruir la naturaleza.
Pero yo no quiero dar la idea de que el reto se reduce a una dicotomía entre agricultura orgánica y tradicional. Las fronteras entre ambas son porosas y una puede aprender de la otra. Se trata de garantizar la producción de alimentos para un número creciente de habitantes del planeta y, simultáneamente, proteger la naturaleza y la biodiversidad.
TIERRAMÉRICA: Pero el impacto negativo de la agricultura es variado. Por ejemplo, las importantes emisiones de gases invernadero que produce, que contribuyen al cambio climático.
AS: Sí, hoy la agricultura es responsable de entre 15 y 18 por ciento del total de gases invernadero que se emiten en el mundo.
Basta echar un vistazo a un cultivo cualquiera. Van y vienen los tractores, que consumen combustibles fósiles y emiten dióxido de carbono, al igual que lo hacen el transporte de vegetales y de otros productos agrícolas, así como la producción de fertilizantes, pesticidas y herbicidas. Los animales emiten metano.
Por estas razones, como para todo sector de la economía, necesitamos un balance de las emisiones de dióxido de carbono generadas por la agricultura.
A partir de ello, podremos comparar qué modelos agrícolas tienen el mejor resultado en términos ambientales, para así estimular a los productores con un saldo negativo muy alto a adoptar un sistema alternativo que les permita reducir sus emisiones, o incluso capturar esos gases, a través de otros usos de la tierra, como plantar bosques.
TIERRAMÉRICA: Pero, ¿basta con hablar de la necesidad de proteger fauna y flora para convencer a agricultores y líderes nacionales de cambiar sus modelos?
AS: Seguramente conceptos como "biodiversidad" y "ecosistemas" pueden parecer abstractos a mucha gente. Pero están relacionados directamente con beneficios económicos concretos para millones de personas.
Por ejemplo, la multiplicidad de beneficios económicos que generan los corales y la variedad de animales que dependen directamente de ellos para su supervivencia no son aspectos valorados suficientemente por las autoridades económicas, tanto a nivel nacional como internacional.
Pero los corales generan beneficios de hasta 189.000 dólares anuales por hectárea, sólo en forma de protección de litorales y de manejo natural de riesgos. A ello hay que sumar los ingresos por turismo, pesca y por provisiones de materiales genéticos y otros, que sobrepasan fácilmente el millón de dólares por hectárea al año.
TIERRAMÉRICA: A pesar de todo esto, la biodiversidad continúa decayendo. Oficialmente, está confirmado que no se alcanzará el objetivo, fijado en 2003, de detener este proceso en 2010.
AS: Por eso mismo, yo insto a los gobiernos del mundo a renovar su compromiso y a fijarse objetivos ambiciosos. La urgencia de la situación exige que la comunidad internacional no sólo detenga la velocidad con la que están desapareciendo las especies, sino también que restituya la infraestructura ambiental destruida en los últimos 100 años.
* Este artículo fue publicado originalmente el 6 de febrero por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.