«Quienes toman las decisiones sobre el cambio climático son los mismos que lo han causado», sentenció este martes el arzobispo sudafricano Desmond Tutu, explicando por qué la justicia ha sido esquiva en la conferencia internacional que se desarrolla en la capital danesa.
Las víctimas del cambio climático en el mundo prácticamente intentan gritar en los oídos de los negociadores presentes en la 15 Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP 15) que están en juego las vidas de todos, y que por lo tanto es imprescindible llegar a un acuerdo justo.
En la COP 15, que finalizará este viernes tras dos semanas de discusiones, se negocia, los términos de un tratado para abatir los gases de efecto invernadero causantes del cambio climático, con objetivos posteriores a 2012.
Durante el año pasado, más de un millón y medio de personas de 36 países participaron en audiencias climáticas nacionales, testificando sobre cómo el cambio climático ha hecho estragos en sus vidas y pidiendo justicia.
«Éste es un caso de profunda injusticia», dijo Tutu, quien lideró las audiencias de este martes junto con Mary Robinson, ex Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos.
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El momento para realizar las audiencias internacionales no podría haber sido mejor. Por los corredores del Bella Center los negociadores intentaban reagruparse tras la suspensión de las negociaciones, el lunes, mientras los países africanos, respaldados por todo el Grupo de los 77 (G-77, integrado por más de 130 naciones en desarrollo), protestaban contra el modo como se llevan a cabo las negociaciones.
En vez de seguir un enfoque a dos vías, que es el que prefieren los países más pobres, las negociaciones parecieron guiarse por los intereses de los estados industrializados.
«Realizamos esta audiencia climática internacional en un momento crítico en las negociaciones», dijo Jeremy Hobbs, director ejecutivo de Oxfam Internacional, que organizó las audiencias.
«Las historias de los testigos climáticos deberían brindar el imperativo moral de (llegar a) un tratado justo en Copenhague», dijo Hobbs.
La realidad de la crisis en las negociaciones dominó las audiencias, al tiempo que emergía el conflicto entre el mundo industrializado y en desarrollo. Y los mensajes de los testigos del cambio climático fueron los que más se destacaron en este sentido.
Hablando en nombre de los indígenas latinoamericanos, Caetano Juanca, un agricultor de Cuzco, Perú, dijo a la audiencia internacional presente en Copenhague que su pueblo sufre sin ser culpable, y exigió un acuerdo «que respeta a la Pachamama» (Madre Tierra).
Pelonesi Alofa, de Trinidad y Tobago, dijo que los negociadores en la COP 15 están «comprando y vendiendo» las vidas de las personas.
«¿Acaso no comprendemos que el cambio climático no es negociable. Ahora entiendo que la COP 15 está más allá del cambio climático, y más allá de Trinidad y Tobago», planteó.
La ugandesa Constance Okolet explicó que su gente ya no sabe cuándo sembrar y cuándo cosechar, que solamente comen una vez por día y que las estaciones han desaparecido.
«Estoy aquí para decirles a los líderes mundiales que queremos que vuelvan nuestras estaciones», le dijo a la audiencia.
Shorbanu Khatun, de Bangladesh, fue la última en testificar. Recordó que como los cultivos tradicionales se perdían en su aldea, su esposo se vio obligado a hurgar en busca de alimentos, y en una de esas ocasiones fue asesinado por un animal salvaje.
Luego, su casa fue destruida por un ciclón. «Primero pensé que Dios nos estaba castigando, pero he comprendido que esto fue hecho por el ser humano», expresó.
Robinson concluyó las audiencias declarando que los efectos del cambio climático no sólo fueron generados por las acciones de los países industrializados, sino que además los sintieron de modo desproporcionado personas a las que no se puede culpar del cambio climático.
«El hecho de que los países industrializados no actúen con urgencia nos está llevando a todos a un desorden social e internacional», alertó.
El derecho fundamental de la gente a un «orden internacional y social» (principio básico contenido en la Declaración Universal de Derechos Humanos) es denegado a través del modo como se toman las decisiones sobre cómo abatir el cambio climático, sostuvo.
Robinson pidió que los países industrializados se comprometan inmediatamente a reducir 40 por ciento las emisiones de gases de efecto invernadero para 2020, en base a los registros de 1990, y a ofrecer financiamiento adicional a largo plazo por valor de 200.000 millones de dólares anuales hasta 2020, mitad para la adaptación y mitad para la mitigación.
«No confío en los gobiernos de los países industrializados porque sólo les interesa el dinero y no les importa la Pachamama», dijo Caetano Juanca a IPS.
«Pero confío en la gente, en el trabajo realizado mediante iglesias y comunidades. Hay gente que se preocupa», agregó.
Consultado sobre qué ocurrirá si no se firma un tratado justo en Copenhague, Juanca respondió: «Continuaremos luchando hasta que nos escuchen. Nuestra lucha no se detiene aquí».