La presidenta de Argentina, Cristina Fernández, comenzará este jueves a transitar la segunda mitad de su mandato con un escenario nuevo para su gobierno y el de su antecesor y esposo, Néstor Kirchner. Por primera vez en seis años, la agrupación oficialista no controlará el parlamento.
Al asumir los diputados y senadores que conquistaron una banca en las elecciones legislativas parciales de junio, la oposición en sus diversas expresiones sumadas pasará a detentar la mayoría en la cámara baja del Congreso de la Nación.
En el Senado, donde el gobernante Frente para la Victoria, el sector centroizquierdista del Partido Justicialista (peronista), tenía quórum propio, existirá a partir de ahora un equilibrio.
Sólo con la suma de aliados, la bancada oficialista podría lograr el mismo número de senadores que la oposición.
Para los analistas, esta nueva realidad puede fomentar la cooperación o el conflicto entre poderes. Y la alternativa no dependerá sólo del gobierno.
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"El gobierno no debería olvidar que cuando un presidente pierde la mayoría legislativa una estrategia imperial contribuye a su desestabilización, como le ocurrió a (Fernando) Collor de Melo", presidente de Brasil entre 1990 y1992, cuando se vio forzado a renunciar ante denuncias de corrupción, dijo a IPS la politóloga Carla Carrizo, de la privada Universidad Católica Argentina.
"Pero la oposición tampoco debe perder de vista que, a diferencia de los sistemas parlamentarios, en los sistemas presidenciales las elecciones de renovación parcial no eligen nuevos gobiernos ni avalan ninguna soberanía parlamentaria", advirtió.
Equilibrio, sistema de pesos y contrapesos, tolerancia, negociación, acuerdos, son los elementos que Carrizo recomendó manejar en la nueva escena que se inaugura a dos años de la asunción de Fernández. "La norma sería ahora que mejor que imponer es negociar", subrayó la experta.
La oposición ya advirtió que apuntará a tratar en el ámbito legislativo temas polémicos en los que no logró incidir hasta ahora en la política oficial, como la presunta manipulación de datos estadísticos, la falta de control de las obras públicas y la intervención del gobierno en la designación de jueces.
El sector oficial, a la defensiva, advierte que si se sancionan proyectos contrarios a sus estrategias podría apelar al veto. Esta herramienta no está contemplada explícitamente en la Constitución, pero faculta al Ejecutivo a desechar una ley sancionada por el Legislativo, en los días siguientes a su aprobación.
El analista Rosendo Fraga, director del Centro de Estudios para la Nueva Mayoría, señaló a IPS que "en lo inmediato, el oficialismo pierde el control del Congreso tras haberlo tenido durante seis años y medio y haberlo utilizado con intensidad para acentuar el desequilibrio de poderes a favor del Ejecutivo".
Fraga aludió así al período de Kirchner (2003-2007), cuya gestión es considerada como una primera etapa del "kirchnerismo", un "fenómeno político dominante que irrumpió en la política nacional en 2003 y que ha comenzado su declinación" en 2008.
Este fin de ciclo se inicia, para diversos observadores, con el conflicto entre el gobierno de Fernández y los gremios agropecuarios. Se expresa luego en los comicios de medio periodo de junio, cuando el Frente para la Victoria perdió la mayoría parlamentaria, y se confirmará a partir de este jueves con el nuevo parlamento.
En el nuevo Congreso, de los 257 diputados, 144 serán opositores, mientras que el Senado quedó dividido matemáticamente en 35 para el sector del gobierno y sus seguros aliados y otra cifra idéntica para el bloque opositor, que encabeza la tradicional y centrista Unión Cívica Radical. Para aprobar las normas se requiere de 36 votos.
Entre los diputados que inaugurarán su labor este jueves está Kirchner. Su influencia ya se hizo sentir en la designación de autoridades de la cámara baja, cuando se produjo la juramentación el 3 de diciembre.
Pero los resultados fueron magros. El grupo oficialista mantuvo la presidencia pero perdió la vicepresidencia primera y el control de todas las comisiones.
Para designar las autoridades, los diputados de la oposición de todo el espectro político e ideológico, desde la derecha mayoritaria a la centroizquierda e izquierda, se unieron contra el oficialismo, un hecho que no se anticipa como habitual.
"Difícilmente se mantenga la unidad (opositora) para votar distintos proyectos", consideró Fraga.
De todos modos, este analista cree que el "kirchnerismo" hará un mayor uso de "sus poderes fácticos". Ante un Congreso reacio a avalar todas sus iniciativas, al contrario de lo ocurrido hasta ahora, Fraga cree que el gobierno apelará a legislar por decreto y al veto de las normas sancionadas que se contradigan con sus políticas.
En este sentido, hubo ya "avisos" de parte de dirigentes emblemáticos de sector oficialista. El jefe del bloque de diputados del Frente para la Victoria, Agustín Rossi, advirtió que la oposición podría intentar "acorralar" al gobierno y que éste debería "defenderse" haciendo uso del veto.
Graciela Camaño, legisladora opositora del Partido Justicialista Disidente, advirtió que si se abusa del veto "pueden volver a sonar las cacerolas", en referencia a la protesta de 2001 mediante la cuál los ciudadanos expresaron su descontento. La manifestación derivó en la renuncia del presidente Fernando de la Rúa (1999-2001).
Para la analista Carrizo, el cambio de escenario introduce dos situaciones inéditas en la historia del ciclo democrático argentino comenzado en 1983. Es la primera vez que un presidente del justicialismo pierde el control del Senado y es la primera vez que un sector del justicialismo vota en contra del presidente de su partido.
Esto explica, según la experta, la reacción "defensiva" del gobierno, que busca "amurallarse con amenazas de vetos y medidas extraordinarias de gestión, si el Congreso elige imponer esta novedosa soberanía adquirida".
Pero también señaló que el cambio no necesariamente debería ser "disfuncional". "La mayoría de los presidencialismos que funcionan bien, gobiernan la mayor parte del tiempo bajo lógicas institucionales de gobierno dividido. Es decir, situaciones en que el partido o coalición del presidente no controla la mayoría en el Congreso", dijo.
"Los gobiernos unificados son la excepción y no la regla", recordó, y puso los ejemplos de Estados Unidos en las últimas tres décadas, el de Chile antes del triunfo de la presidenta Michelle Bachelet en 2005, de Uruguay cuando por primera vez ganó el Frente Amplio en 2004, y en Argentina durante casi 25 años.
En Argentina sólo hubo un período anterior al de Kirchner, de dos años, en que el partido en el poder tuvo mayoría parlamentaria, durante la doble gestión del también peronista Carlos Menem (1989-1999).
Kirchner gozó de control parlamentario todo su mandato y Fernández hasta ahora, cuando el escenario dio un giro que coloca al gobierno frente a uno de sus mayores desafíos políticos.
Consciente de este nuevo reto, el presidente de la Cámara de Diputados, el justicialista Eduardo Fellner, admitió que la nueva composición parlamentaria "obligará a dialogar, a buscar adhesiones". "Son las nuevas reglas de juego, pero de ninguna manera significa un impedimento para gobernar".
Habrá que ver si el flamante diputado Kirchner y la presidenta así lo entienden. Por de pronto, Fraga asegura que el ex mandatario "no se dará por vencido" y tratará de inmediato de "retomar la iniciativa" , a fin de evitar o al menos postergar lo más posible el final de un ciclo político, estimó.