En la mitología de los baniwas, yanomamis y desanas, etnias que habitan el noroeste del estado brasileño de Amazonas, fronterizo con Colombia y Venezuela, se encuentran explicaciones y advertencias sobre el cambio climático.
Según André Baniwa, viceintendente del municipio de São Gabriel da Cachoeira, los efectos del clima ya fueron previstos por hombres de grandes poderes.
Esos fenómenos ya ocurrieron en épocas remotas de la humanidad, cuando se dio la ruptura de la convivencia armónica entre los humanos, los animales y la naturaleza.
Baniwa nació en la comunidad de Tucumã-Rupitã, en el alto río Içana y fue entre 2005 y 2009 vicepresidente de la Federación de las Organizaciones Indígenas del Río Negro (FOIRN).
El mito de la creación, que también se refiere al fin del mundo para los yanomamis, menciona la «caída del cielo», momento en el que los humanos, sumergidos en el agua del diluvio, guerreaban con los seres mágicos. Esa imagen constituye su mayor miedo, según la premiada fotógrafa suiza Claudia Andujar, que trabaja con ese grupo hace 30 años.
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Para los yanomamis, eso puede ocurrir, si la humanidad no revierte el proceso de destrucción actual, así como dicen también los baniwas.
José María Lana, habitante del Alto Río Negro, representante desana y miembro de la dirección actual de la FOIRN, afirma que los indicios de lo advertido por los mitos ya son perceptibles.
El sol hoy quema de manera distinta. El período de floración ha cambiado. Las lluvias, que caían en los meses de abril y mayo, ahora se concentran en julio y agosto. La «piracema» —desove de los peces— ocurre en un sitio diferente.
Todo eso interfiere en la reproducción de las especies animales y vegetales, alterando los ciclos de alimentación de los pueblos de la floresta e interfiriendo en sus rituales tradicionales, que están íntimamente ligados a los ciclos naturales.
David Yanomami sostiene que el humo producido por la acción humana es el causante de ese gran daño. Este chamán y líder de su etnia, premiado internacionalmente por la defensa de los indígenas, vive en Watoriki, en el norteño estado de Roraima, en la frontera con Venezuela.
Proveniente de las industrias, las bombas, la combustión del petróleo y también del veneno invisible que sale de la tierra en la extracción de minerales, la contaminación es la causa de las enfermedades, dice Yanomami. Muchas de ellas son hoy desconocidas para los chamanes, que hasta hace poco tiempo disponían de métodos para manejar las principales dolencias que asolaban a esos grupos.
Esos alertas son lanzados por estos líderes desde hace décadas, pero aún no existe capacidad plena para oírlos, quizás por la dificultad para comprender la visión tradicional de esos grupos, cargada de simbologías y de lenguajes asociativos.
Aún más conscientes que los ciudadanos de las urbes de la dependencia humana con la naturaleza y las selvas, los indígenas tienen mucho para enseñar y pueden conducir una reflexión sobre el modelo de desarrollo adoptado hasta ahora.
En septiembre, representantes de esos grupos se reunieran en la norteña ciudad de Manaus para elaborar la carta de los pueblos indígenas de la Amazonia brasileña sobre el cambio climático, que forma parte del documento de la delegación de este país en la conferencia de cambio climático que se celebra en Copenhague sobre la iniciativa Reducción de Emisiones de Carbono causadas por la Deforestación y Degradación de los Bosques (REDD).
La carta expresa la posición de estos grupos sobre el tema y reúne propuestas de acciones de mitigación, sobre todo en lo que se refiere a la preservación de la Amazonia y la contribución del conocimiento tradicional a las nuevas estrategias frente a las alteraciones del clima.
Está comprobado que las tierras indígenas son más eficientes para evitar la deforestación y retener carbono. Los líderes reivindican el derecho a la restitución integral de sus territorios y a ser beneficiarios de los pagos por servicios ambientales y por la comercialización de créditos de carbono, en el marco de la REDD, que podría ser uno de los pocos logros de la 15 Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas para el Cambio Climático (COP-15). Además, solicitan que los fondos destinados a contener la tala sean reglamentados de manera adecuada a las particularidades socioculturales de las diferentes etnias y que se destinen a fortalecer sus organizaciones y a apoyar sus programas y proyectos de preservación de la biodiversidad y del conocimiento tradicional.
La floresta es vida. La vida es floresta. Si se la elimina, se acaba por destruir el sustento humano. Ella mantiene el agua pura, pilar fundamental para sostener la vida en el planeta.
Para esas poblaciones, la selva posee lugares sagrados, habitados por seres «superiores» que tienen la capacidad de «curar el planeta» y de equilibrar los efectos del calentamiento, las alteraciones climáticas y las enfermedades. André Baniwa afirma que la tecnología y el dinero nos engañan. El valor está en la armonía entre los humanos y entre éstos y la naturaleza.
Es de esperar que las acciones de la COP-15, que empezó el 7 de diciembre y concluirá este viernes, consideren lo que esas etnias dicen hace tanto tiempo.
* Marina Barbosa, maestra en antropología por la Pontifícia Universidade Católica de São Paulo y especialista en desarrollo. Integra la delegación de Brasil en la COP-15. Este artículo es publicado por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.