HAITÍ: Bill Clinton alimenta la esperanza nacional

Desde su designación este año como enviado especial de la ONU para Haití, el ex presidente estadounidense Bill Clinton ha sido llamado, mitad en broma, mitad en serio, «presidente» y «virrey» de esa nación caribeña.

Estos apodos reflejan la creencia de los haitianos en que encontraron, al fin, a una figura de celebridad internacional que abrirá una nueva ventana de oportunidades para su problemático país, la vasta mayoría de cuyos nueve millones de habitantes viven con menos de un dólar diario.

Clinton tiene un estatus de superestrella y gran cantidad de contactos con el gobierno estadounidense, donantes internacionales e inversores. Pero ¿podrá curar las enfermedades que afectan al país más pobre de América, es decir la ineficacia y la irresponsabilidad de su gobierno?

El 30 de octubre, en una perturbadora repetición de hechos del pasado, el Senado cesó sin pompa alguna a la primera ministra Michèle Pierre-Louis, tras declarar que en un año había hecho demasiado poco para solucionar los problemas nacionales.

Pierre-Louis, ex directiva de una organización no gubernamental promotora de la educación, era vista como una mujer honesta y capaz, pero careciente de base política propia, lo que le deparó fuertes enfrentamientos con el Congreso legislativo.
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Mientras el apoyo a Lespwa (Esperanza), el partido del presidente René Préval, parece desvanecerse, el apoyo a Clinton se consolida tanto en Washington como en Puerto Príncipe, así como entre los haitianos en el exilio, las principales bases de sustento para el futuro bienestar del país.

Pero la convocatoria del popular ex presidente a escena constituye una tácita admisión de que la ONU carece del poder para dar vuelta la situación por sí misma, a pesar de que cuenta con una fuerza de mantenimiento de la paz de 1.000 policías y 7.000 soldados en Haití desde 2004.

La misión, conocida por sus siglas en francés Minustah, es criticada por no haber logrado detener la violencia y acusada en ocasiones de abusar de haitianos. Sin embargo, su trabajo ha catalizado cierto optimismo dentro del país y en el exterior.

Ha ayudado, por ejemplo, a transformar la Policía Nacional Haitiana en una institución que se ganó el respeto de la mayoría de la población. La policía está por todas partes en el área metropolitana de Puerto Príncipe, y sus residentes se sienten mucho más seguros que nunca.

Ahora comenzó a surgir una semblanza de vida nocturna en bares y restaurantes de Petion Ville, el barrio de clase media en la ladera de las colinas alrededor de la capital. Los secuestros y otros crímenes violentos están en retirada.

Pero un informe reciente de la ONU evaluó que la mejoría de la seguridad es "extremadamente frágil".

Clinton restringió su misión a unos pocos elementos básicos, pero de gran importancia: mitigar y prevenir desastres, asegurar el desembolso de los fondos de donantes, apoyar los programas de recuperación y lograr un mayor flujo de inversiones privadas del extranjero.

Todo esto es el esbozo de un plan para obtener más dinero del exterior para recuperar la economía y la infraestructura devastada.

En efecto, Clinton pasará más tiempo fuera de Haití que dentro del país, donde un sistema político disfuncional es una de las causas principales del caos económico, mucho más que la reticencia de donantes e inversores.

GOBIERNO MALO

Los problemas de Haití —el crecimiento demográfico descontrolado, la escasez aguda de alimentos y productos básicos, la degradación ambiental— parecen inabordables si se los combina con un gobierno débil y disfuncional.

A pesar de estos problemas, surgen señales de optimismo, y con buenas razones. Haití se desembarazó de deudas con instituciones internacionales de crédito por unos 1.200 millones de dólares, lo cual le ahorra al país un pago de servicios por alrededor de 50 millones anuales.

Estados Unidos y Canadá modificaron sus alertas negativos a los turistas, lo cual renovará el flujo. Programas de asistencia permiten la construcción de carreteras y centros comerciales.

La ley estadounidense HOPE II, aprobada el año pasado, ofrece a Haití acceso libre de aranceles y de cuotas para sus productos por nueve años. Ninguna otra nación del mundo dispone de estas ventajas.

En un foro de comerciantes en Puerto Príncipe, los participantes expresaron "apoyo y optimismo de que HOPE II y Better Work Haití —programa de cooperación con la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y la Corporación Financiera Internacional (CFI, rama del Banco Mundial para el trabajo con empresas privadas)— traigan beneficios económicos sostenibles".

Representantes del Open Society Institute, organización conducida por el magnate húngaro-estadounidense George Soros, informaron a la agencia de noticias The Associated Press sobre una alianza con el empresario naviero haitiano Gregory Mevs por la instalación de una zona franca de procesamiento de ropa para la que se invertirán 50 millones de dólares.

En su mensaje a los participantes del foro, Clinton calculó que eso crearía 100.000 empleos, aunque la mayoría de ellos mal pagados, con un jornal de dos dólares.

¿Podrá Clinton cumplir con las expectativas que los haitianos y otros participantes en el proceso tienen en su figura? El ex presidente estadounidense está bien equipado para la tarea, según Robert Maguire, profesor de ciencias políticas en la universidad Trinity College, de Washington.

"Creo que Clinton aprovechará la experiencia de dos años como enviado especial de la ONU para la recuperación post-tsunami" en Asia sudoriental, explicó.

Clinton también tiene propósitos privados: reparar uno de los grandes fracasos de su gobierno. En 1994, la Casa Blanca bajo su mando comandó los esfuerzos por la restauración del ex presidente Jean Bertrand Aristide, depuesto en 1991 por un golpe de Estado militar.

Envió unos 20.000 soldados y policías a Haití en lo que constituyó el primer gran desafío en política exterior de su presidencia.

Clinton tomó esas medidas sin tomar en cuenta las profundas reservas de los estamentos más afincados en el gobierno haitiano, que siempre desconfiaron de Aristide.

Pero además, bajo fuerte presión de los elementos más conservadores del Congreso legislativo estadounidense, debió retirar las tropas y dejó sin efecto las medidas iniciadas para consolidar la democracia y la recuperación económica.

Luego, no presionó lo suficiente a Aristide, de nuevo en la presidencia, ni a sus sucesores para que impusieran reformas y respetaran las instituciones democráticas. Eso polarizó y paralizó el país. Un decenio después, en 2004, Estados Unidos, Francia y Canadá debieron enviar soldados para escoltar fuera del país a Aristide, acosado por una rebelión armada que llegó a las puertas del Palacio Nacional.

Muchos en Haití, en particular los más pobres, constatarán el éxito de la misión de Clinton si Aristide vuelve al poder.

La gran mayoría de los haitianos tienen una conexión visceral con el extravertido ex sacerdote, que mantiene su carisma a pesar de tantos años fuera del país. Pero su gobierno fue, de acuerdo con cualquier criterio que se aplique, un fracaso.

*Especial para IPS Noticias, de The Haitian Times.

***** + Haití: Cobertura especial de IPS Noticias (https://ipsnoticias.net/_focus/haiti/index.asp) +Informe del gobierno de EEUU sobre HOPE II, en inglés (http://www.ustr.gov/about-us/press-office/press-releases/2009/october/ustr-kirk-statement-haiti-certification-hope-ii-be)

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