El reciente colapso de la economía mundial, causado predominantemente por la falta de regulación de los mercados financieros, ha erosionado ulteriormente la credibilidad del neoliberalismo. Y sin embargo sigue ejerciendo una fuerte influencia en la mayoría de los economistas y dirigentes de empresas sobre todo por la ausencia de una doctrina alternativa.
¿Por qué la continua invocación de los mantras neoliberales cuando las promesas de esta teoría han sido contradichas por la realidad en casi todas las ocasiones?
El neoliberalismo es una perspectiva que aboga a favor del mercado como el principal regulador de la actividad económica mientras busca limitar al mínimo la intervención del Estado.
En tiempos recientes el neoliberalismo ha sido identificado con la propia ciencia económica, dada su hegemonía como un paradigma dentro de la disciplina, que induce a la exclusión de otros enfoques.
Dado que la economía es vista en muchos sectores como una ciencia irrefutable, casi como la física es, por ejemplo, la única ciencia social para la cual hay un Premio Nobel-, el neoliberalismo ha tenido una tremenda y penetrante influencia no sólo en ámbitos académicos sino también en medios políticos. Mientras la Universidad de Chicago, hogar del gurú neoliberal Milton Friedman, se convirtió en la fuente de la sabiduría académica, en círculos tecnocráticos el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial fueron vistos como las instituciones clave que llevaron esta teoría a la política con una serie de prescripciones que eran aplicables a todas las economías.
Resulta sorprendente comprobar cómo solo recientemente el liberalismo se transformó en un paradigma hegemónico. Hasta mediados de los años 70, las orientaciones económicas keynesianas, que promovían una buena dosis de intervención estatal como necesaria para la estabilidad y un crecimiento económico constante, eran la ortodoxia. En el Tercer Mundo, el desarrollismo, que prescribía los principios keynesianos para las economías que estaban insuficientemente penetradas y transformadas por el capitalismo, era el enfoque predominante. Había un tipo conservador de desarrollismo y otro progresista, pero ambos veían al Estado como el mecanismo central del desarrollo.
Creo que hay tres razones por las cuales el neoliberalismo, pese a sus fracasos, sigue siendo dominante.
En primer lugar, en ciertos países en desarrollo como Filipinas la corrupción continúa siendo considerada generalmente como una explicación para el subdesarrollo. De ahí que se argumente que el estado es la fuente de la corrupción y el incremento del papel del estado en la economía, incluso como regulador, es visto con escepticismo. El discurso neoliberal concuerda perfectamente con esta teoría de la corrupción, con su minimización del papel del estado en la vida económica y con su suposición de que hacer que las relaciones de mercado sean más dominantes en las transacciones a expensas del estado reducirá las oportunidades para la corrupción tanto de los agentes económicos como de los estatales.
Por ejemplo, para muchos filipinos, el Estado corrupto ha sido y sigue siendo el principal obstáculo para el mejor nivel de vida. La corrupción estatal es vista como el mayor impedimento para el desarrollo económico sostenido. La corrupción, por supuesto, debe ser condenada por razones morales y políticas, pero la supuesta correlación entre la corrupción y el subdesarrollo tiene, de hecho, poca base.
En segundo lugar, pese a la profunda crisis del neoliberalismo, no ha surgido ningún paradigma o discurso alternativo creíble ni localmente ni internacionalmente. No hay nada parecido al desafío que los principios keynesianos plantearon al fundamentalismo del mercado durante la Gran Depresión de los años 30 del siglo pasado. Los desafíos presentados por economistas estelares como Paul Krugman, Joseph Stiglitz y Dani Rodrik continúan estando dentro de los confines de la economía neoclásica.
En tercer lugar, la economía neoliberal sigue proyectándose con la imagen de una ciencia irrefutable en razón de haber introducido meticulosamente la tecnología matemática. . Como secuela de la reciente crisis financiera, esta extrema aplicación de las matemáticas ha sido objeto de criticas desde la propia profesión, con algunos economistas que sostienen que la metodología en lugar de la sustancia se ha convertido en la finalidad de la práctica económica y que como consecuencia la disciplina ha perdido su contacto con las tendencias y los problemas del mundo real. Vale la pena hacer notar que John Maynard Keynes, una mente matemática él mismo, se opuso a la matematización de la disciplina precisamente por el falso sentido de solidez que daba a la economía. Como hace notar su biógrafo Robert Skidelsky, Keynes era notoriamente escéptico acerca de la econometría y los números eran para él simplemente pistas, indicaciones, gatillos para la imaginación, más que las expresiones de certezas sobre pasados y futuros hechos.
Superar al neoliberalismo, por lo tanto, requerirá ir más allá de la veneración a los números, que a menudo cubren la realidad, y del supuesto cientificismo neoliberal. (FIN/COPYRIGHT IPS)
(*) Walden Bello, diputado de la República de Filipinas y analista del centro de estudios Focus on the Global South (Bangkok).