Vinieron con experiencias muy diversas y de los más variados lugares de América Latina, pero tienen un patrón común: apuestan al desarrollo social y a la inclusión de modo colectivo. Son los 13 proyectos innovadores seleccionados para mostrar sus logros, esta vez en la capital guatemalteca.
Con la crisis económica mundial en curso como mayor aliciente para demostrar la sustentabilidad de sus propuestas, llegaron hasta el campus de la Universidad de San Carlos indígenas que se juntaron para mejorar la cría y venta de ganado, mujeres que han potenciado sus conocimientos ancestrales para superar la pobreza, alfabetizadoras de barrios marginales y ambientalistas preocupados por el mal uso del agua.
La Feria de Innovación Social transita su quinta edición con el acervo de haber convocado y revisado ya más de 4.800 proyectos sociales en los cinco años de vida del programa creado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), con respaldo de la estadounidense Fundación W.K. Kellogg.
Es una muestra contundente de la importancia de la sociedad civil en el desarrollo local y general de los países, y con estas muestras se trata de hacer visible todo eso, más allá de sus comunidades, muchas veces remotas, y llamar la atención de los gobiernos sobre el diseño de sus políticas sociales, señalan los responsables del proyecto consultados por IPS.
"Uno de los problemas de América Latina es que siempre las políticas públicas han tenido el sesgo de arriba hacia abajo, se cree que es el Estado el que construye la sociedad, por eso nosotros tratamos de permear esas estrategias sociales con el tipo de iniciativas que surgen y se sistematizan en la base social", explicó a IPS el director de la División de Desarrollo Social de la Cepal, Martín Hopenhayn.
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Para este filósofo y experto en temas sociales, "no importa qué es lo que se logra, sino cómo se hacen las cosas para lograrlo. La idea es transmitir una ética del desarrollo, en la que no sólo los datos duros son los que cuentan, sino los procesos de transformación humana y social que se alcanzan", enfatizó.
Lo que motiva a la Cepal y a Kellogg a organizar la feria y el concurso es ayudar a cambiar las condiciones de vida de las comunidades más vulnerables, dando apoyo logístico y técnico, y un reconocimiento que trascienda las fronteras de las propias iniciativas de sus hacedores, como destacó a IPS la directora del proyecto Experiencias en Innovación Social de la Cepal, la colombiana María Elisa Bernal.
"Lo más importante para estos proyectos es que les demos el aval, porque los valida en sus propios países", apuntó.
Son modelos que han funcionado, que han permitido que la continuidad escolar en las zonas rurales no se trunque por la distancia entre las viviendas y las escuelas, por ejemplo, o que niños y niñas indígenas aprendan la cultura occidental sin perder sus tradiciones y que más bien se fortalezcan para así mejorar su rendimiento escolar, añadió.
Con el desfile de decenas de personas, en especial estudiantes y académicos que transitan por la imponente ciudad universitaria de San Carlos de Guatemala, la exposición abierta el miércoles tendrá su culminación este viernes, cuando se conozcan los cinco proyectos ganadores entre los 1.800 presentados en los últimos dos años.
Mientras la Fundación Kellogg aporta los fondos, que van desde los 30.000 dólares para el primer premio hasta 5.000 dólares para el quinto, corresponde a la Cepal la asistencia técnica e institucional y la consiguiente recomendación de que estas experiencias sean incorporadas a las políticas públicas.
Como repite con énfasis Hopenhayn, esa es "la principal preocupación de la Cepal, en tanto organismo cuya historia ha sido tratar de asesorar a los gobiernos y proponer estrategias de mediano y largo plazo".
En ese camino está, entre otros, la Unión de Padres y Amigos Solidarios, cuyo centro de rehabilitación de discapacitados en situación de pobreza u abandono, en la colonia chilena de Vicuña, región centro-norte de Coquimbo, los congrega para facilitar la atención en el lugar o el traslado a Santiago u otras ciudades para su tratamiento.
Pero han logrado algo que, para el responsable de la organización civil, Patricio Santander, es lo más importante: han comprometido a los propios beneficiarios y con ello combinan la atención con una tarea ambientalista a través del reciclado industrial de materiales desechados, transformándolos en objetos de valor comercial para mejorar la calidad de vida de los más necesitados.
De este modo, "las personas con discapacidad, en la medida que su situación lo permita y sus familiares se sumen al trabajo, se involucran en la gestión y con ello se les incorpora una cultura de sustentabilidad", explicó Santander a IPS.
El año pasado vendieron unas 360 toneladas de materiales reciclables, que le reportaron al proyecto y a sus gestores más de 52.000 dólares, detalló.
"Y eso ha sido posible porque se ha involucrado a la propia comunidad, que colabora separando los materiales que sabe nos sirven para el trabajo, edificios enteros que nos preparan el cargamento para que periódicamente pasemos a retirarlo, lo cual a la vez generamos una cultura ambiental de aprovechamiento sustentable de los residuos", dijo.
Otros que apostaron a lo colectivo para superar el atraso productivo son los campesinos indígenas de las provincias andinas de Huancané y Azángaro, en el sudoriental departamento peruano de Puno.
"Hace tres años, después de una fuerte crisis, decidimos juntarnos con apoyo de (la organización internacional) CARE Perú quienes producíamos ganado vacuno para agregar a nuestros conocimientos de toda la vida mejores formas de engorde y comercialización, nos capacitamos y hemos avanzado muchísimo", dijo a IPS Lourdes Saavedra Pilco.
Gracias a ese trabajo conjunto en la zona de Puno "ya hemos podido acelerar el engorde para preparar el animal para su venta de tres años a sólo tres meses, dejando atrás el pastoreo a campo abierto" y otros procesos artesanales, cuenta Saavedra, mezclando español y quechua en su habla.
"También logramos romper la barrera de los intermediarios, que nos daban migajas por nuestros productos, para negociar directamente, sabiendo el valor de mercado, etcétera", indica.
El proyecto comprende a más de 3.000 familias, con producción propia o generación de empleo, que han mejorado notablemente su vida, con ingresos superiores, accediendo a viviendas dignas, comodidades, salud, nutrición, además de incorporar infraestructura y técnicas, que los ponen en situación de afrontar con éxito las inclemencias del clima que causa cada tanto daños cuantiosos.
La lista de finalistas que compiten por los premios de Cepal y Kellogg se completa con otros 11 de diversas temáticas. Con haber sido tomados en cuenta y estar en la feria ya hemos ganado, pues es un fuerte reconocimiento, dijo a IPS la profesora Griselda Anzola, del proyecto de inserción socio-laboral de recicladores urbanos de la ciudad de Paraná, en el noreste argentino.
Así han podido mostrar su trabajo las Abuelas Cuenta Cuento del norteño Chaco, los gestores ambientales en defensoría del agua de la occidental provincia de Mendoza y el Banco Social para pequeños productores aledaños a la bonaerense ciudad de La Plata, todos ellos de Argentina.
Pero también las maestras uruguayas alfabetizadoras de Cuenta Quien Cuenta, y el proyecto de Atención Integral a la Población Indígena Altamente Móvil de Costa Rica.
Brasil está representado por el plan Ángel de la Guarda, de apoyo a la adopción de niños del central estado de Goiás, el de promoción de acceso al agua, solidaridad y ciudadanía de la región de Paraíba, en el extremo noreste, y por el Observatorio Social de Maringá, en el sureño estado de Paraná.
Desde México llegó el programa de mujeres productoras de los llamados alimentos nostálgicos en el sureño estado de Oaxaca, y desde Perú las Familias Andinas Educadoras del sureño departamento de Apurímac.