El concepto de «tierras silvestres» o «tierras nativas» no existe como tal en las cosmovisiones indígenas, pero está implícito y se transmite de una generación a otra, inculcándose como una forma de vida.
«La idea de tierras silvestres es interesante; es de Occidente, en realidad nuestra gente siempre ha vivido e interactuado con el ambiente», declaró a esta periodista Illion Merculieff, activista ambiental de la comunidad aleut de Alaska.
Este pueblo ha sobrevivido más de 10.000 años en las islas y costas del septentrional mar de Bering. En condiciones tan difíciles, los aleuts han sabido adaptarse.
«La adaptación es absolutamente esencial, pero no la que define la comunidad científica, sino la que se origina en la observación y la comunicación de y con el ambiente», dijo Merculieff. Desde pequeño, él se ha comunica con el océano, que le ha revelado si habrá mareas altas y dónde están los mejores lugares para la pesca.
A muchos kilómetros de distancia vive Gerald Antoine, ex gran jefe de la Primera Nación Dehcho, en los Territorios del Noroeste de Canadá. «Las tierras silvestres no existen en nuestro vocabulario, pero nuestra gente siempre está hablando de proteger la tierra. Para nosotros es algo natural: la tierra nos mantiene y necesitamos respetarla porque la naturaleza nos provee de cosas», dijo.
[related_articles]
Merculieff y Antoine se encontraron en la sudoriental ciudad mexicana de Mérida con otros jefes, líderes, miembros y asesores de pueblos aborígenes del mundo, en una sesión del Consejo de Tierras Indígenas y Silvestres celebrada en el marco del 9º Congreso Mundial de Tierras Silvestres, del 5 al 13 de este mes.
Esas tierras que en muchos casos son territorios indígenas, enfrentan problemas de todo tipo. Y en la forma de abordarlos se refleja la identidad única de los pueblos que las habitan.
Por ejemplo, la comunidad de Santa Clara Pueblo, en Nuevo México, enfrentó incendios forestales que llegaron a destruir 10 por ciento de sus bosques. Para Joseph Gutiérrez, habitante de Khapo Owinge o Valle de las Rosas Salvajes (el nombre tradicional de la comunidad), la respuesta de su nación ha permanecido dentro de sus tradiciones y costumbres.
«Cuando el consejo tribal se dio cuenta de que los incendios forestales habían afectado la pesca, también se percataron de que sería un golpe a nuestra cultura», señaló.
Así, «la comunidad creó un departamento forestal y de restauración manejado por la tribu y desde entonces hemos plantado más de 1,7 millones de árboles», describió.
En la región amazónica de Colombia, Rose Mary Parente fue elegida gobernadora de la comunidad indígena tikuna de Castañal de Los Lagos, de 536 habitantes.
«Una trabaja con la gente y la gente le dice qué quiere hacer. Como gobernadora, una colabora en la gestión de recursos para el trabajo comunitario», dijo para este artículo.
A pesar de tener gobierno propio, uno de los mayores problemas de Castañal de Los Lagos es la deforestación. «Se han talado muchos árboles, pero no lo hemos hecho nosotros, sino personas de otras partes. Nuestros viejos también tumbaron algunos y ahorita se dieron cuenta de que realmente se necesita que haya árboles, y están colaborando en este proyecto», señaló.
Con el precepto de mandar obedeciendo, Parente se ha dado a la tarea de gestionar proyectos con instancias internacionales no solamente para reforestar, sino también para conservar el lago Yahuarcaca y gestionar iniciativas productivas de la «chagra», la finca agrícola tradicional.
Hay muchos más ejemplos de iniciativas en tierras indígenas de diferentes partes del mundo. Gracias a su unidad, el pueblo yawanawá de Brasil logró trascender un estado de esclavitud y obtener un territorio independiente en el noroccidental estado amazónico de Acre, donde preserva su tierra y su cultura.
En Ecuador, la conformación de la Federación Indígena de la Nacionalidad Cofán consiguió reunir a 13 comunidades base y, entre otros logros, puso en funciones un programa de guardaparques certificados.
Los valores tradicionales heredados también permitieron a la Nación Flathead, situada en Montana, noroeste de Estados Unidos, convertirse en la primera en asignar un séptimo de su territorio a la protección natural, además de organizar acciones para la conservación del búfalo.
«La comunidad global necesita regresar a sus orígenes, a la tierra, y así cambiar la mentalidad», declaró Tashka Yawanawá, jefe del pueblo yawanawá de Brasil.
El ritmo en que se extinguen las especies del planeta debería frenarse para el año próximo para cumplir con el compromiso asumido por la comunidad internacional en el marco del Convenio sobre la Diversidad Biológica.
Los aborígenes reclaman reconocimiento del papel que pueden jugar en ese esfuerzo.
«Los pueblos indígenas deben convertirse en actores principales de la conservación, pero al mismo tiempo se necesitan mecanismos que permitan a los que deciden escuchar y tomar en cuenta estos puntos de vista», sostuvo Julie Cajune, de la Nacion Flathead y coordinadora de la sesión.
Terry Tanner, también de la Nación Flathead, dijo a esta reportera: «Nuestros mayores tienen muchas historias que contarnos de las montañas, de la caza, de la recolección de frutos y de nuestra gente».
Merculieff resumió esta combinación de espíritu y sabiduría. «Tenemos que saber cómo escuchar a nuestro corazón. La mente puede mentir, pero el corazón nunca miente», concluyó.
* Este artículo es parte de una serie producida por IPS (Inter Press Service) e IFEJ (siglas en inglés de Federación Internacional de Periodistas Ambientales) para la Alianza de Comunicadores para el Desarrollo Sostenible (http://www.complusalliance.org). Publicado originalmente el 14 de noviembre por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.