UN PROTECCIONSIMO DE BAJA INTENSIDAD… HASTA AHORA

El crecimiento económico mundial, medido por la producción de bienes y servicios, se ha enlentecido abruptamente en 2008 y en los primeros meses de este año. La contracción en la demanda condujo a una reducción en la producción y en el comercio internacional. Se prevé la caída del comercio mundial de mercancías en un 10% este año, mientras que la inversión extranjera directa, que ya cayó en un 15% en 2008, previsiblemente bajará más aún.

La Organización Mundial del Comercio (OMC) ha respondido rápidamente ante la crisis y ha advertido a los gobiernos contra las contraproducentes políticas destinadas a “arruinar a los vecinos” que han sido intentadas en el pasado en situaciones similares a la actual. Asimismo, ha instrumentado un mecanismo de control de las restricciones comerciales que puso en funciones inmediatamente después del comienzo de la crisis financiera.

Lo que muestra el «radar» de la OMC hasta ahora es un proteccionismo de “baja intensidad”; en otras palabras, un amplio número de medidas cuya intensidad ha sido restringida hasta el momento. Pero no debería haber complacencia al respecto. El creciente desempleo continuará estimulando las inevitables presiones proteccionistas.

El impulso de volcarse comercialmente hacia lo “local” en respuesta a la crisis financiera debe ser resistido. Debemos continuar volcándonos “hacia lo global”, por la simple razón de que muchos consumidores han visto declinar su poder adquisitivo y tienen la necesidad de acceder a bienes y servicios más baratos y más competitivos, es decir menos caros que los producidos detrás de una barrera arancelaria nacional.

El comercio internacional ayuda a bajar el costo de bienes y servicios para el consumidor final. Y es por esta razón que resulta imperativo que concluyamos la Ronda de Doha sobre negociaciones comerciales internacionales comenzada en noviembre de 2001. De hecho, si toda la comunidad de naciones decidiera alzar la aplicación de los niveles arancelarios hasta alcanzar los topes legales de la OMC, ello haría subir el promedio mundial de las barreras a las importaciones a cerca de dos veces sus actuales niveles. En otras palabras, los exportadores estarían un 100% peor de lo que están ahora.

Ello explica porqué esta cuestión ha ocupado tanto espacio en la agenda del grupo de los veinte mayores países (G20) desde el año pasado, incluyendo la última cumbre en Pittsburg del 24 y 25 de septiembre. En esa oportunidad informé a los líderes del G20 sobre la situación del comercio internacional y dije que son necesarias las señales políticas de compromiso para resistir al proteccionismo y concluir la Ronda Doha. Pero, hasta tanto estas señales no se traduzcan en acuerdos concretos, las declaraciones por sí solas no producirán un resultado. Los líderes han convenido que sus negociadores se embarquen desde ahora en los programas de trabajo que hemos establecido para los próximos tres meses y que éstos determinen nuestra capacidad colectiva para alcanzar la meta del 2010.

Parte de la contracción en el comercio mundial que hemos visto en 2008 y 2009 ocurrió debido a la retracción de la financiación comercial. Las instituciones financieras redujeron sus créditos a la exportación en respuesta a la crisis económica tras tener en cuenta el número de incumplimientos de pagos en contratos comerciales. La OMC no ha permanecido en silencio con respecto a este problema. Se ha dirigido a las instituciones financieras y a los líderes mundiales alertándolos sobre el descenso en espiral que se registra en el comercio mundial a causa de esta situación.

La financiación comercial está ahora comenzando a reforzarse. Es mi esperanza de que pronto podamos ver restaurados los anteriores niveles crediticios, especialmente donde más se necesitan: en las pequeñas empresas y en los países menos desarrollados.

Aunque que la crisis financiera es una preocupación seria, no es el único problema global que aguarda acciones de nuestra parte. También es apremiante que la comunidad internacional cierre un acuerdo sobre el clima en la Cumbre de Copenhague a fines de este año. Solamente a través de un consenso mundial equitativo se podrá contrarrestar efectivamente la crisis climática. Necesitamos un acuerdo que explique claramente y en detalle el compromiso de cada uno y de todos los actores del escenario internacional. Las acciones unilaterales de unos pocos no detendrán la crisis climática.

Debemos actuar todos nosotros sin excepción, porque está en juego nuestra misma capacidad para sobrevivir. (FIN/COPYRIGHT IPS)

(*) Pascal Lamy es el Director General de la Organización Mundial del Comercio (OMC)

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