ISRAEL-PALESTINA: Un diplomático de EEUU que escucha

El consulado de Estados Unidos en la calle Agron de Jerusalén oriental es una rareza en el paisaje de la cuidadosamente calibrada diplomacia que rodea el conflicto palestino-israelí. Ningún país tiene su embajada en la Ciudad Santa.

Israel insiste en que el área este de la ciudad, la cual se anexó al cabo de la Guerra de los Seis Días (1967), es parte integral de su capital "reunificada". La comunidad internacional no la reconoce como tal, y ha declarado a Jerusalén oriental territorio ocupado.

Por eso es que, al igual que otras naciones que mantienen relaciones diplomáticas con Israel, Estados Unidos cuenta con dos consulados en Jerusalén, uno en el oeste (que desde 1948 pertenece a Israel) y otro en el este, en cuya población predominan los palestinos.

Pero, al contrario que los otros países, la delegación estadounidense en Jerusalén oriental se limita a cumplir funciones consulares y administrativas. Todo lo que se relacione con el pasado, presente y futuro de la ciudad se procesa en el consulado instalado en su zona oeste.

El consulado de la calle Agron se encuentra estratégicamente ubicado. Desde allí se puede ir a pie a la disputada y amurallada Ciudad Vieja, repleta de sitios sagrados del Islam, el judaísmo y el cristianismo, y también a la residencia oficial del primer ministro de Israel.
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M.T., EL NUEVO VECINO

M.T., diplomático estadounidense novicio que pide ser identificado sólo con sus iniciales, está supuestamente de paso en Jerusalén pero le gustaría que el Departamento de Estado (cancillería) le asignara un puesto permanente en esta ciudad.

Experto en estudios orientales y graduado en una prestigiosa universidad de su país, habla y escribe en árabe y ya cumplió funciones en Líbano y en Iraq.

Mientras, acumula información, en especial relacionada con Jerusalén oriental y los cambios que se procesaron (o que no) durante más de 40 años de ocupación israelí.

Su labor podría ser particularmente importante en tiempos en que el gobierno de Barack Obama considera la situación de Jerusalén oriental una cuestión clave en sus gestiones hacia la paz entre palestinos e israelíes.

"No es tan fácil", dijo M.T. "Como se sabe, los hechos dependen en quiénes los definen, en quiénes los crean."

El diplomático escuchó versiones de primera mano, tanto de funcionarios israelíes como palestinos, no sólo sobre los "hechos", sino también sobre las conflictivas y a menudo excluyentes visiones que tienen los dos bandos en torno del futuro de la ciudad.

Pero M.T. no es uno de los diplomáticos de siempre, tal vez porque acaba de iniciar su carrera. También está interesado en recoger hechos tangibles, obtenidos por él mismo en el terreno.

Le resulta estimulante hablar con los palestinos cara a cara, más que limitarse a entrevistarse con dirigentes y voceros.

Su intención es escuchar voces usualmente silenciadas en los corredores del poder: las del cuarto de millón de palestinos jerosolimitanos atrapados entre la perenne reivindicación israelí de esta ciudad como su "capital eterna" y la de su propia nación, que aspira a instalar allí su futura capital. Atrapados en un túnel del tiempo en el que quedaron paralizados, abandonados, olvidados.

M.T. tuvo conocimiento de una serie de iniciativas de la sociedad civil palestina que lograron eludir el "impasse" político con el objetivo de mejorar las condiciones de vida de la población local.

IFTAR EN LO DE AWISAT

Naim Awisat, de 38 años, representa a una nueva generación de empresarios palestinos de Jerusalén oriental. "Debemos defender nuestros propios intereses porque nadie los ha defendido antes y nadie lo hará", le dijo a M.T.

Entre las iniciativas impulsadas por este empresario figuran la creación de las primeras líneas de transporte público decente en la historia de Jerusalén oriental y la construcción de la primera clínica privada del área, vinculada con el Programa Nacional de Salud de Israel.

Awisat invitó al diplomático a la cena de Iftar, uno de los últimos días del mes de ayunos diurnos de Ramadán. Al abrir la puerta de su residencia de dos pisos en el corazón del barrio de Jabel Mubaker, en el área de Sawarha, le dijo; "Ahlan wa-Sahlan, eres bienvenido."

La sencilla mesa de plástico en el porche estaba abigarrada de bandejas repletas de pollo asado y arroz, verduras rellenas y platos de kubbeh (carne picada de cordero con trigo burgol) aderezado con piñones. Las hijas de Awisat acercaron botellas de jugo de almendras con miel, bebida usual para romper el ayuno. Mientras, los fuegos artificiales alumbraban las calles oscuras.

Awisat esperaba que su invitado se haya dado cuenta de la falta de iluminación. "En circunstancias normales, los cambios vienen desde arriba. Pero las nuestras no son circunstancias normales. Nadie de arriba se molestó en mirar cómo vivimos aquí abajo, y, por cierto, ni siquiera se aparecen por aquí para nada", le dijo.

"Por eso, dar vuelta esa lógica depende de nosotros. Creo que algunas cosas se pueden mejorar", indicó.

"Escorpiones, perros callejeros, mosquitos, ratas… eso es lo que tenemos y no lo que necesitamos, que son más aulas, saneamiento adecuado, recolección de basura", agregó el empresario. "No sé a quién echarle la culpa… ¿al alcalde, al gobierno israelí, al primer ministro?"

"Nosotros, los jóvenes, tenemos un enfoque distinto. Mi primer trabajo fue como repartidor en una cadena israelí de supermercados. Mi jefe, judío, me alentó a pedir el puesto de director de toda la red de reparto. Así comencé a hacer dinero. A mi jefe no le importaba si yo era israelí o palestino", recordó.

A M.T. le resultan claras las dificultades de los palestinos jerosolimitanos, cuyos derechos nacionales están en el limbo, incluso más allá del alcance de un emprendedor que hace avanzar a la sociedad civil como Awisat.

Para él, la idea es que todos los residentes de la ciudad tengan los mismos derechos civiles. "Nosotros pagamos todo lo que debemos pagar, igual que los israelíes de Jerusalén: impuestos nacionales y municipales, impuestos al valor agregado… ¿Qué hacen con todo ese dinero? ¿Por qué no hacen nada aquí?"

"Imagine que sus hijos no pueden cruzar la calle al almacén sin arriesgar la vida. Las calles son un caos. Y un niño es un niño, no importa si es judío o árabe", sentenció el empresario, mientras M.T. asentía. "Ellos no nos brindarán los servicios que deben brindarnos, pero estoy trabajando en eso y seguiré haciéndolo."

TRABAJANDO EN TODAS DIRECCIONES

Awisat planea ahora la construcción del primer parque deportivo y de diversiones de Palestina en una colina cercana.

Pero quiere que M.T. le preste atención a otro proyecto, de mayor alcance: una clínica del otro lado del muro de seguridad que rodea Cisjordania, en Sheik Sa'id, comunidad de varios miles de habitantes que originalmente integraba el área jerosolimitana de Sawarha y ahora está formalmente bajo control de la Autoridad Nacional Palestina.

"Nuestras familias del otro lado del muro tienen derecho a recibir atención médica subsidiada", dijo el empresario. M.T. vuelve a asentir, y pregunta si la implementación de esta iniciativa es más o menos complicada que la de loslos desarrollados por Awisat de este lado.

Llegó el automóvil del consulado estadounidense. "Fue una magnífica cena. Estaremos en contacto, lo prometo", dijo el diplomático al despedirse.

La brillante Cúpula de la Roca, templo desde donde el Islam cree que Mahoma ascendió al cielo y que integra la Explanada de las Mezquitas (conocido por los judíos como Monte del Templo), apareció entonces por encima de la muralla del siglo XVI.

M.T. le susurró al chofer del vehículo: "Me pregunto si un proyecto comunitario como el de Awisat puede tener alguna influencia en la batalla por la soberanía."

Fue en ese mismo lugar donde estalló hace nueve años la segunda intifada (insurgencia popular palestina contra la ocupación israelí), porque el hoy agonizante dirigente político Ariel Sharon realizó una provocativa visita al Monte del Templo.

Allí mismo fue que, a fines de septiembre, varios palestinos resultaron heridos y docenas terminaron detenidos por arrojar piedras contra un grupo de colonos judíos en Cisjordania ultrarreligiosos que ingresaron en la zona con fuerte custodia de las fuerzas de seguridad.

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