China sospecha que Estados Unidos esconde intenciones proteccionistas detrás de su reclamo de reequilibrar el crecimiento de la economía mundial.
Beijing parece haber aceptado que debe pagar un precio por ser una nueva gran potencia en expansión, pero no le hacen gracia las sugerencias de sofrenar su enorme maquinaria exportadora mediante una mayor y más rápida apreciación del yuan.
El último encuentro del Grupo de los 20 (G-20) países industriales y emergentes interesados en la reforma del sistema financiero y la asamblea anual conjunta del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI), que terminó este miércoles en Estambul, permitieron varios intercambios entre China y Estados Unidos, que dejaron al descubierto las diferencias entre sus respectivas agendas sobre cómo respaldar la recuperación de la economía mundial.
En la cumbre del G-20, celebrada en la nororiental ciudad estadounidense de Pittsburgh a fines de septiembre, países ricos y economías emergentes se comprometieron a repensar sus políticas económicas y reducir los desequilibrios entre las grandes naciones exportadoras, como China y Japón, y las endeudadas, como Estados Unidos, uno de los principales consumidores del mundo.
Pero el pedido del presidente estadounidense Barack Obama a China de reducir su dependencia en las exportaciones y promover el consumo interno llevó a varios especialistas chinos a especular sobre una posible agenda oculta de ese país.
[related_articles]
"Washington habla de desacoplamiento (desconexión de sistemas previamente vinculados) y de reequilibrar la economía mundial, pero en realidad trata de conseguir mercados", señaló al semanario China Times el especialista Chen Fengying, del Instituto Chino de Relaciones Internacionales Contemporáneas, que asesora al gobierno.
Muchos especialistas chinos sostienen que Obama pretende que las exportaciones sean el nuevo motor de la tambaleante economía estadounidense y que sus declaraciones sobre atender los desequilibrios mundiales aspiran a frenar el crecimiento de las exportaciones chinas.
El gran apoyo de Beijing a los exportadores chinos, así como un paquete de estímulo al consumo y préstamos bancarios sin precedentes, fueron algunos de los factores que hicieron que la economía creciera a una tasa anualizada de 14 por ciento durante el segundo trimestre de este año. En cambio, la estadounidense se contrajo en uno por ciento en igual periodo.
Beijing ejecutó una fuerte intervención en los mercados de divisas para mantener bajo el valor de su moneda y dar una ventaja competitiva a sus exportaciones en el debilitado contexto económico mundial.
Ese amplio respaldo de China a sus exportadores la llevó a fricciones con sus socios comerciales, en especial con Estados Unidos.
Se desató una verdadera disputa comercial en septiembre después de que Beijing acusara a Washington de "proteccionismo desenfrenado" por imponer gravámenes a sus neumáticos y amenazara con tomar represalias contra importaciones avícolas y de vehículos de ese país.
Al acceder a gravar los neumáticos chinos con un impuesto adicional de 35 por ciento, además del cuatro por ciento existente, Obama se puso del lado de los sindicatos estadounidenses, para los que la "marejada" de importaciones chinas ha causado la pérdida de 7.000 puestos de trabajo en las fábricas de ese país.
El ministro de Comercio de China, Chen Deming, advirtió que la medida de Obama enviaba "un mensaje equivocado al mundo" cuando Washington y Beijing debieran cooperar para lidiar con la peor crisis económica y financiera en décadas.
Beijing quedó satisfecho con el consenso internacional de que la crisis económica había acelerado su emergencia como centro de poder. Los países industrializados reconocieron en Pittsburgh que las decisiones sobre cuestiones económicas mundiales tendrán que incluir en el futuro a naciones emergentes, como China e India.
Desde Estambul, el presidente del Banco Mundial, Robert Zoellick, señaló que la crisis ha terminado con el mundo unipolar que siguió a la caída del bloque comunista hace 20 años.
En el futuro, "las potencias emergentes desempeñarán un papel mayor, habrá múltiples fuentes de crecimiento y más comercio entre las naciones en desarrollo", apuntó Zoellick, quien añadió que el euro y el yuan se unirían al dólar como monedas de reserva.
El grupo de los 7 (G-7) países más industrializados —Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Italia y Japónestá de acuerdo en compartir el poder con las economías emergentes, pero presiona a los gobernantes chinos para que contrarresten la desigualdad en los flujos comerciales y de inversiones permitiendo que el yuan se aprecie.
"Aplaudimos el compromiso permanente de China de avanzar hacia una tasa de cambio más flexible, que permitirá una continua apreciación del renminbi (yuan) en términos efectivos y ayudará a promover un crecimiento más equilibrado de ese país y de la economía mundial", reza una declaración del G-7 desde Estambul.
Pero Beijing sostiene que no se puede responsabilizar a su política monetaria de la desigualdad de los flujos comerciales ni de los desequilibrios en la economía mundial.
Con motivo del 60 aniversario de la Revolución Popular, el primer ministro Wen Jiabao dijo la semana pasada que Beijing pretende contribuir a la recuperación de la economía mundial, pero manteniendo la continuidad y la estabilidad de sus políticas.
El concepto de "nuevo equilibrio económico depende de quién hable", sostuvo Sun Miaoling, analista de mercados.
"Para Estados Unidos significa un rápido aumento de las exportaciones y de sus ahorros. Para Beijing es la suspensión de las restricciones a las exportaciones de productos estadounidenses de alta tecnología a China, pero también una renovada vigilancia sobre cómo se emplean las cláusulas de protección comercial", explicó Miaoling.