Feng Danya estudió varios idiomas. Esperaba trabajar en una empresa china en expansión y crecer con ella, pero no era el momento adecuado. Se graduó en el verano boreal, en medio de la crisis económica mundial.
"Ahora trabajo en una fiambrería italiana, vendiendo carne y queso", dijo, abatida. "Intento mantener al día mi inglés con los extranjeros que de vez en cuando a vienen a comprar aquí. Probé suerte en muchos otros lugares donde al menos pudiera usar mi título, pero fue en vano."
Al menos Feng tiene empleo. Con un modesto sueldo mensual de unos 205 dólares y viviendo con su padres, puede continuar buscando algo mejor. Pero muchos de sus amigos de la universidad aún sin tienen trabajo atestan ferias laborales y centros de reclutamiento.
Un informe presentado en septiembre por la Academia China de Ciencias Sociales señala que los sueldos de los graduados están hoy a la par de los que reciben los trabajadores migrantes, y que llegan a ser, incluso, más bajos.
La noticia fue un golpe para muchos padres y jóvenes con ambiciones, en un país que durante siglos se jactó de cultivar una intelectualidad de elite.
[related_articles]
"¿Qué sentido tiene invertir tanto esfuerzo y tiempo en obtener un título universitario si al final todo lo que uno obtiene es el salario de un trabajador migrante?", reflexionó Wang Lefu, quien estudió administración de empresas.
"No había para qué molestarse dando exámenes y con toda la burocracia", dijo.
Sin poder hallar un trabajo de su gusto, Wang se postula ahora para continuar sus estudios en el exterior. Sus padres administran su propia empresa y pueden pagarle cursos en Gran Bretaña o Australia.
"La educación de aquí debería servir para algo allá", sostuvo Wang, quien espera conseguir un empleo con el que pueda volver a radicarse en China pero ganando un salario extranjero.
"En un año la crisis económica debería haber terminado. Para entonces será más fácil conseguir trabajo", expresa.
Pero la recesión mundial ha exacerbado en China una seria crisis del mercado laboral, gestada durante años. Pocos creen desaparecerá con los primeros síntomas de la recuperación global.
El desempleo oficial asciende en este país a alrededor de cuatro por ciento de la población económicamente activa. Sin embargo, un gran grupo de trabajadores —los 150 millones de obreros migrantes, calificados a menudo de "población flotante"— no son tenidos en cuenta en el cálculo de ese indicador.
Se estima que cuando el año pasado se desató la crisis, disminuyendo los flujos comerciales y las órdenes de compra a las fábricas chinas, unos 20 millones de migrantes perdieron sus empleos y volvieron a sus lugares de origen.
La presión por resolver las tensiones del desempleo en las áreas rurales este año se volvió aun más difícil para Beijing, donde cada vez supone más esfuerzo hallar trabajo para la gran cantidad de graduados universitarios.
Unos 6,1 millones de graduados ingresaron al mercado laboral este verano boreal, 540.000 más que el año pasado.
En 2008, el empleo entre los graduados fue inferior a 70 por ciento. Se prevé que casi dos millones entre ellos, muchos con títulos de posgrado, se habrán quedado al cabo de este año fuera del mercado.
Estudiantes de la meridional provincia de Guangdong, la más rica del país, están desesperados por trabajo. A tal punto que muchas jóvenes se han postulado para trabajar como niñeras y han sido rechazadas, informó la prensa local a comienzos de año.
Empleadores adinerados prefieren muchachas campesinas con experiencia y no anglohablantes graduadas en administración de empresas, según pobladores de Guangdong.
En su "Libro Verde de la Población y el Trabajo 2009", publicado en septiembre, la Academia China de Ciencias Sociales evaluó que la falta de obreros capacitados, en oposición a la creciente cantidad de graduados, originó una tendencia anómala, por la cual a los profesionales universitarios se les paga lo mismo o incluso menos que a los migrantes.
Beijing, donde Feng obtiene sus 205 dólares mensuales, es una de las ciudades más caras de China. Pero el informe concluye que los migrantes del meridional cinturón industrial de China pueden ganar hasta 220 dólares al mes.
"Definitivamente es una tendencia. Por un lado, esto ilustra cómo nuestro mercado laboral se ha vuelto más integrado. Por el otro, preocupa cuán feroz se ha vuelto la competencia por el empleo", dice Cai Fang, del Instituto de Investigaciones sobre Población y Economía del Trabajo, dependiente de la Academia China de Ciencias Sociales.
Los graduados universitarios se sienten frustrados, y sus padres también. Muchos de ellos invirtieron los ahorros de toda la vida para que sus hijos únicos obtuvieran un título.
Muchos de ellos acusan al gobierno de destacar la educación superior entre los requisitos para que los jóvenes prosperen en la China del siglo XXI, sin brindarles, al mismo tiempo, oportunidades de empleo.
La sobreoferta de graduados universitarios comenzó en 1999, cuando las autoridades chinas decidieron contrarrestar algunos de los efectos de la crisis financiera asiática de entonces impulsando la inscripción en los centros de estudios terciarios.
Entonces esperaban que una generación de habitantes urbanos adinerados y educados estimulara el consumo interno y ayudara a reducir la dependencia de las exportaciones.
Las inscripciones aumentaron rápidamente, de tres por ciento de los estudiantes en edad universitaria en los años 80 a 20 por ciento en la actualidad. La tendencia coincidió con un esfuerzo notorio del gobierno por pasar de una economía manufacturera a una basada sobre el conocimiento.
Pero incluso en un periodo de auge económico y creación de empleos, Beijing debía extremar esfuerzos por ubicar a su creciente ejército de graduados en el mercado laboral.
Muchos profesionales universitarios chinos se destacan en áreas como las ciencias informáticas, el derecho y contabilidad, pero la demanda real se concentra en áreas técnicas específicas.
La situación empeoró aun más con la crisis financiera mundial, que determinó un congelamiento de las contrataciones y una crisis de liquidez que, a su vez, frenó el crecimiento de las empresas.
A comienzos de este año, el gobierno chino lanzó un llamado a todos los niveles de la administración pública para combatir el desempleo, particularmente entre los recién graduados.
Este año se cumplieron 20 años de la masacre de estudiantes prodemocráticos en la plaza Tiananmen, en Beijing, y las autoridades temían que el malestar de los graduados por la falta de trabajo causara disturbios sociales.
Mientras la economía mundial muestra señales de recuperación y los expertos chinos ya trazan estrategias de "salida" de la crisis, el desempleo sigue siendo penoso.
"Los graduados universitarios y los migrantes figuran entre los grupos sociales más afectados por la crisis", admitió el ministro de Recursos Humanos y Seguridad Social, Yi Weimin, en una conferencia dedicada el mes pasado a analizar el informe de la Academia.
Es tiempo de que los jóvenes diplomados reduzcan sus pretensiones y adviertan el potencial de empleos antes desatendidos pero bien pagados, dijo a los medios. "Como consecuencia de la crisis habrá un cambio en los valores de nuestros graduados", dijo el ministro Yi.
* Este artículo fue elaborado por IPS Asia-Pacífico como parte de una serie sobre el impacto de la crisis económica mundial en niños, niñas y jóvenes, en asociación con la oficina Asia-Pacífico del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).