El gobierno de Mauricio «tiene la obligación moral de proteger» a los productores azucareros, «porque en las últimas tres o cuatro generaciones hemos trabajado duramente por la economía» de este país isleño, dijo a IPS el dirigente de la Asociación de Agricultores de la Reforma, Salil Roy.
El 30 de septiembre expiró el Protocolo del Azúcar, firmado en 1975 entre los países de África, Caribe y el Pacífico (ACP) y la Unión Europea (UE), que en los últimos 34 años aseguró una cuota preferencial de mercado a los azucareros de esas naciones que fueron enclaves coloniales de Europa.
Sobre los ingresos del azúcar, este pequeño estado insular africano erigió dos importantes industrias: la del turismo y la de la vestimenta.
El Protocolo le garantizaba una cuota libre de impuestos de 500.000 toneladas de azúcar en el mercado europeo, a un precio que triplicaba los valores dominantes en el mercado mundial. Entre los 79 países ACP, esta isla llegó a ser la primera proveedora de ese alimento para Europa.
A los habitantes de Mauricio les hubiera encantado que las cosas continuaran así durante años. Pero la reducción de 36 por ciento en los precios pagados por la UE en los últimos cuatro años y de hasta seis millones de toneladas en la cuota, terminaron con el sueño.
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Con la ayuda de la UE, Mauricio asumió el desafío de reformar su sector azucarero. Los ingenios se redujeron a seis, y los agricultores pequeños y medianos se agruparon para aprovechar los beneficios de la economía de escala.
Para mejorar los ingresos y diversificar la producción, se elabora azúcar blanca refinada y etanol (alcohol carburante), y se aprovecha el bagazo como materia prima en la generación de electricidad. La industria ha dejado de ser azucarera para ser cañera.
IPS preguntó a Salil Roy sobre cómo sobreviven a los cambios los pequeños y medianos azucareros.
IPS: ¿Cómo los afecta el fin del Protocolo del Azúcar?
SALIL ROY: Estamos preparados. El anuncio se hizo mucho tiempo atrás. Nuestro plan de reforma ha mitigado el impacto. Hemos hecho mucho por reformar nuestra industria y volverla competitiva y viable para los próximos años.
Ahora refinaremos nuestro azúcar antes de venderlo, generando más ganancias para los cultivadores y, por lo tanto, compensándolos por la caída del precio.
IPS: ¿Usted lamenta el fin del Protocolo?
SR: Sí y no. El fin del Protocolo ha obligado a los agricultores a pensar de manera innovadora. Antes simplemente producían azúcar sin procesar y lo exportaban. Ahora buscan otros nichos de mercado en la misma área, y las reformas han abierto numerosas posibilidades para ellos a propósito de cómo optimizar sus ganancias.
Ahora se ven obligados a hacer las cosas de modo diferente porque éste es un mundo donde sólo pueden sobrevivir los que mejor se adaptan. Es así como nuestra industria puede volverse competitiva en esta economía global. El final del Protocolo es algo bueno que le está ocurriendo a nuestra economía.
IPS: ¿Cómo afectaba el Protocolo el sustento de los agricultores en los últimos 34 años?
SR: En los años 70, el Protocolo fue fundamental para ayudar no sólo a los cultivadores, sino a todos los habitantes de Mauricio que luchaban contra la pobreza. Todo lo que hoy se ve en la isla tiene el sello del Protocolo.
En ese momento, nuestros gobernantes hicieron la opción correcta al integrarse al Protocolo. Fue muy beneficioso a largo plazo.
IPS: ¿Todavía tiene razón de ser?
SR: No. Mauricio es un país que ha diversificó al máximo los beneficios del Protocolo invirtiendo en turismo y en la industria textil y de la vestimenta, en comparación con otros países azucareros de ACP. Todavía estamos desempeñándonos muy bien, incluso después del Protocolo.
IPS: ¿Las reformas han cambiado realmente la industria?
SR: Los agricultores pequeños y medianos no obtienen todo lo que deberían. Han laborado tierras marginales y contribuido a la economía de la isla durante décadas. No están aquí simplemente para hacer posibles las economías de escala de los grandes productores.
Ellos deberían obtener las máximas ganancias por su caña, a partir de su jugo, de su azúcar, su electricidad, su etanol, sus melazas y todo lo demás que se puede extraer de la caña. No me digan que cultivo caña de azúcar y el bagazo no me pertenece.
IPS: ¿Así que el plan de reforma no satisface a los agricultores?
SR: En cierto grado sí, pero el gobierno tiene la obligación moral de protegernos, porque en las últimas tres o cuatro generaciones hemos trabajado duramente por la economía. No constituimos un lastre para el gobierno; aportamos mucho a la prosperidad de Mauricio.
Hay otros problemas: insuficiente mano de obra, aumento de los costos de producción, falta de financiamiento bancario, y así sucesivamente.
IPS: Los pequeños cultivadores producen entre 40 y 50 por ciento de la caña de la isla. ¿Por qué están tan mal organizados?
SR: Ésta es una cuestión de mentalidad que tiene que cambiar. Muchos tienen dificultades para hacer frente a un mundo cambiante. Ha sido realmente muy difícil agruparlos para beneficiarnos de la economía de gran escala. Muchos de ellos piensan que perderán su tierra si se integran a una organización.
Dependemos del plan de reforma para organizar mejor a los agricultores. Deberíamos crear un clima propicio para su existencia.
IPS: ¿Piensa usted que los productores pequeños y medianos sobrevivirán al fin del Protocolo del Azúcar?
SR: Sí, todos los ingredientes del éxito están presentes. Soy optimista pese a los problemas que afrontamos. Con cientos de años de experiencia, la industria azucarera de Mauricio no fenecerá ahora. Producimos azúcar muy bien. ¿Por qué no podríamos hacerlo en los próximos años?
No hay dudas de que sobreviviremos. Pero tenemos que poner las cosas en orden.