PLÁSTICA-ARGENTINA: La gran pintura menuda

Una pequeña ciudad ubicada casi 500 kilómetros al oeste de la capital argentina, en plena Pampa húmeda, es el refugio de una mujer que desde hace 50 años brinda clases gratuitas de pintura a niños y niñas con resultados reconocidos ya con más de un millar de premios internacionales.

"El secreto es que los chicos trabajen. Nosotros sólo los orientamos, los entusiasmamos, pero la idea no es que copien. Les hablamos, leemos un cuento y dejamos que ellos se expresen libremente", explica a IPS María Josefa Echave de Carrozzi, más conocida en General Villegas como "Maruca" Carrozzi.

Con el nombre de La Fragua, el taller de Maruca recibe a menores de entre tres y 12 años. Son unos 320 asistentes al año, divididos en grupos de edad. Pero desde que comenzó el proyecto por esta verdadera escuela de arte pasaron alrededor de 4.500 niños.

General Villegas es cabecera del municipio de igual nombre que abarca la zona del noroeste de la oriental provincia de Buenos Aires, en el límite con las de de Santa Fe, Córdoba y La Pampa. Se trata del corazón de la región geográfica conocida como Pampa húmeda, muy fértil para la agricultura y apta para la producción ganadera.

"Vienen hijos o nietos de antiguos asistentes al taller y también llegan de otros pueblos cercanos, porque ahora es más fácil trasladarse", explicó a IPS Gabriela Saadi, licenciada en Bellas Artes y empleada en La Fragua con apoyo del gobierno municipal, que en los últimos años contribuyó a sostener esta iniciativa.

Pero no siempre fue así. Con cinco tableros y 10 bancos largos que su esposo le regaló, Maruca se lanzó a la aventura de convocar a los niños del pueblo a un cuarto de su casa donde montó el primer taller de arte gratuito en 1959. "Sólo les pedíamos un trapito, pero si se olvidaban nosotros les dábamos", recuerda la mujer.

Pocas veces recibían donaciones. La mayor parte del tiempo, el taller funcionó con los materiales que conseguían Maruca y su esposo. A veces, de noche, recargaban de tinta las fibras ya exhaustas. Otras veces alguno de los dos viajaba a Buenos Aires a pedir témperas en las fábricas de pintura.

"Siempre la idea fue que los niños pinten mediante la libre expresión, no que copien. Y los materiales se los dábamos nosotros. Nunca eran tan abundantes, pero algo conseguíamos y no cobramos porque queríamos que fuera para todos. La idea no es formar artistas sino mejorar la formación general de la persona", reflexiona.

Maruca entiende que los niños no siempre ven el cielo de color celeste o la tierra verde, y procura rescatar esa paleta de su imaginación antes de que se pierda.

Los mejores trabajos, esto es: los más bellos, mejor terminados y prolijos, se envían a distintos concursos de arte infantil en todo el mundo, y muchos fueron reconocidos por los jurados. Alrededor de 1.500 fueron de algún modo destacados y cinco recibieron primeros premios en India, España, Yugoslavia, Japón y Polonia.

Uno de ellos, con el título "Animales", fue reconocido en 1998 con el primer premio del Ministerio de Relaciones Exteriores de Japón en un concurso del que participaron 250.000 trabajos de 75 países. La ganadora, Victoria Inveninato, tenía cuatro años, asistía al taller de Villegas y había elegido pintar "una familia de gatitos".

En la Competencia Internacional de Niños de Shankar, en Nueva Delhi, los trabajos argentinos que llegan desde La Fragua ya son un clásico y suelen aparecer entre los más premiados entre miles de de obras provenientes de 150 países.

"En los concursos del extranjero gustan mucho los collages", señala Saadi, aludiendo a la técnica por la cual los niños cortan papeles de colores con las manos y los pegan creando una determinada imagen.

Los pobladores de Villegas sostienen que Maruca Carrozzi es casi una institución en el pueblo. Muchos recuerdan el entusiasmo que les transmitía para que terminen sus trabajos, aunque les llevara varias clases.

"Tengo el hermoso recuerdo de haber sido de los primeros alumnos, allá por 1959, en el taller frente a la plaza", recordó este año una alumna, María del Carmen García, en un blog de un diario de Villegas.

"Inolvidables baldes de pintura, caballetes, papeles y pinceles que nos permitieron ensuciarnos y plasmar nuestro pequeño arte. Luego lo hicieron mis hijos. Hoy lo hacen mis nietos. Todos conservamos los más hermosos y coloridos recuerdos de nuestro paso por La Fragua", asegura García.

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