En chacras y en otrora prósperos establecimientos lecheros cercanos a Colonia, la sudoccidental ciudad uruguaya Patrimonio de la Humanidad, el estrés de las grandes urbes es vencido por las artes turísticas de familias que en cooperativa encontraron así el modo de afrontar una crisis terminal.
Se trata de San Pedro, un paraje cuyos habitantes hallaron en el agroecoturismo el rumbo para superar la debacle económica que en 2002, como a muchos trabajadores y otros productores rurales, se empecinó, sin éxito, en borrarlos de un plumazo y puso al borde del abismo al propio país.
La zona está poblada de productores de pequeña escala, en su mayoría descendientes de inmigrantes europeos que a mediados del siglo XIX se afincaron en lo que había sido un gran establecimiento agropecuario propiedad de británicos. Los primeros fueron italianos congregados en las iglesias Valdense y Católica y luego llegaron familias suizo-alemanas adventistas. Todos ellos forjaron una sólida cultura comunitaria de trabajo y respeto a la naturaleza.
Por casi 100 años cada familia cumplió sólo labores agrícolas típicas, hasta que a fines del siglo XX todo tambaleó al ritmo de la crisis económica rioplatense, cuando "la concentración de la riqueza iniciada a mediados del decenio del 90 profundizó la brecha social", como explican Marisa Bucheli y Magdalena Furtado en su investigación "Uruguay 1998-2002: la distribución del ingreso en la crisis".
El colapso económico-financiero de 2002 puso a aquellos chacareros en la encrucijada de engrosar los asentamientos irregulares de la periferia de las ciudades o renovarse. Fieles a sus principios de no bajar los brazos y hacerle frente a las adversidades, optaron por lo segundo.
Las mujeres de la comunidad, en particular, comenzaron a reunirse para recibir capacitación en áreas que iban desde le idioma inglés y computación hasta cestería y en el manejo de cultivo de hierbas aromáticas, complementados con talleres a cargo de médicos y psicólogos.
A fines de 1999, el Instituto Plan Agropecuario, entidad que opera en régimen mixto público y privado, "seleccionó al grupo de mujeres de la Cooperativa Agropecuaria de San Pedro (Casspe), junto a otros de distintas partes del país, para desarrollar el proyecto "Microplanificación participativa", que buscaba estimular la iniciativa local", narró a IPS la maestra María del Carmen Agesta, vecina y activista del lugar.
Así "se fue forjando un espíritu de equipo fuerte, con intercambio libre de opiniones y de propuestas", añade Agesta, quien valoró que de ese diálogo surgió la idea de crear actividades propias para vencer la pérdida de empleo, la disminución de los ingresos y detener la emigración de los jóvenes del campo a la ciudad.
Fue en ese contexto que nació "el Grupo de Turismo Rural (Grutur), que hoy integran Vivero Yatay, Sociedad Recreativa Parque Brisas del Plata (sitio para instalar campamento), el establecimiento "Los Tres Botones" y el Museo Tourn, miembros también de la Asociación Turística (ex-Cluster) de Colonia".
Aunque no forman parte de ese grupo, también operan en esa actividad en San Pedro los establecimientos Villa Celina, dedicado a la lechería y con huerta orgánica, y San Nicolás, que ofrece paseos a caballo. A esa amplia gama de turismo rural se sumó últimamente el alquiler de viviendas para hospedaje.
Grutur concretó en 2002 en San Pedro la "Fiesta del Campo", que permitió mostrar los atractivos y la producción del lugar. En 2004 esa celebración se instaló en Colonia del Sacramento, la capital del departamento de Colonia, bajo el lema "El campo también es patrimonio", en alusión al título de la Unesco que ostenta esa ciudad.
PASEO NATURAL
El turismo rural, ofrecido tanto en grandes establecimientos como por productores de mediana y pequeña escala como los de San Pedro, se potenció en 2002 en el marco de la política anticrisis y hoy es un gran complemento del sector en Uruguay, que tiene su fuerte en las atractivas y extensas playas del Río de la Plata y del océano Atlántico.
Actualmente Uruguay mueve unos 1.000 millones de dólares al año en torno al turismo, con más de 50.000 puesto de trabajo directos y más de 120.000 indirectos, con una propuesta de modelo sostenible económicamente, responsable de la actuación sobre el ambiente natural y cultural.
El Ministerio de Turismo, con una gestión articulada con los 19 gobiernos departamentales, tiene en pleno diseño el plan de desarrollo 2009-2020 en el que los residentes locales se beneficiarán de la actividad mediante el uso responsable y equilibrado de los recursos naturales.
En esa estrategia tiene especial peso el turismo rural, que incluye la participación u observación de labores en los establecimientos agropecuarios, cabalgatas y avistamiento de aves, habida cuenta que en Uruguay se pueden apreciar 450 especies en sus propios ecosistemas, como detalla la experta Maren Mackinnon González.
Actualmente son 80 los establecimientos dedicados en el país a estas labores que están registrados por las autoridades, 15 de los cuales están en Colonia, que tiene en los habitantes de la cercana Buenos Aires a sus principales visitantes.
Bodegas, posadas en medio del campo y hasta una antigua empresa que se dedicó a la extracción de arena y piedra, con destino a la capital argentina, y hoy propone paseos en una antigua locomotora, conforman parte de esta heterogénea oferta.
LA VUELTA AL ORÍGEN
Sin embargo, el fenómeno más llamativo ocurre en San Pedro, donde es toda una comunidad la que se transformó laboral y organizativamente para poder capear el vendaval de los años 90.
Es un lugar donde se puede ver a las vacas cruzar mansamente un camino vecinal, perros, caballos gallinas y otros animales de granja que comparten el patio de una vivienda y, más allá en una cocina de hierro, a una mujer que revuelve con cuchara de madera la olla donde se cuece a fuego lento de leña un dulce elaborado siguiendo la receta que aprendió de sus ancestros.
"El turista quiere vivir como la gente de campo", señalan a IPS directivos de la Sociedad Uruguaya de Turismo Rural (Sutur). A un costado y otro de la ruta 21, que zigzaguea por el litoral oeste del país, a medida que los visitantes se adentran en ese micromundo agrario sanpedrino se vuelve realidad el decir del poeta uruguayo Lucio Muniz: "Pena es no tener más ojos".
De ese modo lo consideran, dicen, los visitantes, 60 por ciento de los cuales son nacionales, 30 por ciento argentinos y los restantes de otros países vecinos o europeos.
Así se suceden los establecimientos de "Los Tres Botones", con un jardín mostrado con orgullo por su dueña, un grupo de danza folclórica y la oferta de postres caseros, y "Villa Celina", donde se elaboran jaleas y mermeladas que llevan el rótulo de "Las Sanpedrinas" y "dos llaves enormes que representan la vieja propiedad inglesa de los orígenes", como explica a IPS Miriam Rigo.
Hay, además, recorridas por la huerta orgánica matizadas con charlas sobre reservas paleontológicas, que abundan en las cercanas playas y barrancas del Río de la Plata, y las visitas a la finca lechera en pleno funcionamiento.
"Villa Celina" es, por el momento, el único que maneja datos sistematizados del movimiento anual de viajeros. Los registros de la temporada del verano austral 2008-2009 indican que por allí pasaron 1.500 turistas, con un gasto promedio de 13 dólares por persona.
Nury Pagalday, en el Taller Tourn, un museo de máquinas agrícolas, invita a probar sus licores, con gustos inusuales como el de yerba mate, infusión de consumo tradicional en Uruguay.
Ana Berretta, quien junto a su esposo, ambos ingenieros agrónomos cuidan florales y árboles nativos en el vivero Yatay, informa a IPS que también se dan charlas didácticas sobre el parque de añosos árboles y arbustos de especies nativas, y cómo protegerlos.
Con la noche encima, se encienden luces más allá de alambrados y portones en San Pedro, donde una vez las mujeres decidieron ser protagonistas en vez de espectadoras.