Después de darle muchas largas al asunto, Egipto designó este mes un embajador en Iraq tras cuatro años sin representación en ese país. No es el primer país árabe que lo hace, en medio de duras críticas.
Los cuestionamientos se refieren al control que Estados Unidos continúa ejerciendo sobre Iraq y a la volátil situación de la seguridad en esa nación del Golfo.
"Enviar un embajador ahora es un error estratégico", dijo a IPS Ahmed Thabet, profesor de ciencias políticas en la Universidad de El Cairo. "Hubo alguna mejoría en materia de seguridad recientemente, pero la situación dista de ser estable."
El presidente egipcio Hosni Mubarak designó el día 16 como embajador en Iraq a Sherif Shahin. El portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores, Hossam Zeki, lo consideró "un paso importante hacia la reanudación del fuerte y vital vínculo" entre El Cairo y Bagdad.
En las próximas semanas, Egipto "despachará a sus diplomáticos, administrativos y técnicos a Iraq para adelantar la apertura de su nueva embajada".
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Las prioridades, según explicó Shahin a los televidentes egipcios, serán "promover las relaciones y la cooperación en varios campos" y "velar por los intereses de los egipcios residentes en Iraq".
La decisión fue bien recibida en Bagdad. "Aplaudimos el paso, que confirma la profunda y fraternal relación entre Iraq y Egipto", dice un comunicado oficial del gobierno, que enviará su embajador a El Cairo "tan pronto como sea posible".
Estados Unidos ha urgido a los países árabes —especialmente los que cumplen con un rol de liderazgo regional, como Egipto y Arabia Saudita— la normalización de sus relaciones diplomáticas con Iraq desde que invadió y ocupó el país en 2003.
Hasta hace poco, condicionaban ese paso a la retirada de las tropas extranjeras del país y al establecimiento de un régimen político que favoreciera más al sector de la población perteneciente a la comunidad musulmana sunita.
Los gobiernos del mundo árabe han manifestado desconfianza al predominio chiita en el de Iraq, al que se percibe próximo a Irán. También están preocupados por la seguridad de sus diplomáticos.
En julio de 2005, el entonces jefe de la misión diplomática egipcia en Bagdad, Ihab Al-Sherif, fue secuestrado y supuestamente asesinado. Funcionarios de El Cairo han sugerido que el crimen fue cometido por agentes iraníes. Medios de comunicación occidentales continúan acusando a la red extremista Al Qaeda, de predominio sunita.
Pero no existen evidencias en uno u otro sentido.
A lo largo de 2008, varios países árabes estimaron que la situación de la seguridad había mejorado y comenzaron a despachar a sus enviados. Al cabo del año, Bahrein, Jordania y Emiratos Árabes Unidos ya habían designado a sus embajadores.
Kuwait también envió su primer enviado desde que Iraq lo invadió en 1990. En octubre, fue Siria —acusada con frecuencia de permitir el paso de insurgentes a Iraq por su territorio— el que designó a su primer embajador en décadas de enfrenamiento.
Arabia Saudita, que formalmente restauró el vínculo diplomático con Iraq en 2004, continuó postergando la apertura de su embajada, pero manifestó su intención de realizarla pronto.
Algunos expertos egipcios vinculan esta tendencia más con los objetivos estratégicos de Estados Unidos que con una mejoría de la seguridad en Iraq.
"La normalización de las relaciones diplomáticas de los países árabes con Bagdad es directamente atribuible a la presión de Washington", consideró Thabet. "Los iraquíes lo ven como un medio de legitimar la ocupación estadounidense y de apoyar al impopular gobierno de su país, respaldado por Estados Unidos."
"La política de Egipto hacia Iraq, así como su vínculo con Palestina y Líbano, refleja los deseos de Estados Unidos más que una posición colectiva del mundo árabe", agregó.
El pacto de seguridad firmado por Estados Unidos e Iraq en diciembre, que establece el 1 de enero de 2012 como plazo para la retirada total de las tropas del país norteamericano de la nación del Golfo, "refleja el actual equilibrio de poder" entre ambas partes, añadió Thabet.
El acuerdo "beneficia enteramente a Estados Unidos, que mantendrá, probablemente, 'centros de comando' estratégicos en territorio iraquí aun después de la retirada", pronosticó.
El pacto "formaliza la continuidad de la ocupación y deja todo el proceso de toma de decisiones en manos estadounidenses", opinó.
El deseo de complacer a Estados Unidos mediante el establecimiento de vínculos diplomáticos con Iraq no es exclusivo de aquellos gobiernos percibidos como "moderados" por Occidente, añadió. "Incluso Damasco, que integra el bando contrario, lo que quiere en Bagdad es un medio de logar el favor de Washington."
Los países árabes explotan su relación con Bagdad "par ganar puntos con Washington", según el analista GAml FAhmi, director del semanario egipcio opositor y panárabe Al-Arabi Al-Nassiri.
"Egipto, Siria y Arabia Saudita no tienen políticas exteriores independientes", afirmó. "Tan pronto como el nuevo gobierno en Washington mejoró su vínculo con el régimen sirio, también mejoraró, repentinamente, el de El Cairo y Riyad con Damasco."
Los países árabes deben tener presencia en Iraq, pero no en los términos que pretende imponer Estados Unidos, agregó Fahmi. "Nuestra presencia allí debe tener el objetivo de apoyar la unidad iraquí y de ayudar a los iraquíes a librarse de la ocupación y a reconstruir su país", concluyó.
Analistas egipcios tampoco creen que la presencia diplomática árabe y sunita sea necesaria para aplacar la influencia del vecino Irán, cuyo régimen islamista responde a la corriente chiita y tiene una embajada de gran porte y plenamente operativa en Bagdad.
"Egipto, en la línea de la política estadounidense, trata de identificar a Irán —y no a Israel— como la principal amenaza del mundo árabe", dijo Thabet. "Pero antes de enviar a un embajador, Egipto debería mejorar su imagen, muy deteriorada, en Iraq."