Las leyes que establecen pisos mínimos de candidaturas femeninas en las listas electorales han permitido más mujeres elegidas, han contribuido al empoderamiento de género y han propiciado cambios culturales, resumió para IPS la chilena Marcela Ríos, editora de un libro que analiza el tema en profundidad.
Pero "las cuotas" no resuelven todos los problemas, enfatizó Ríos, quien cursó un magíster y doctorado en ciencia política en la estadounidense Universidad de Wisconsin y es autora de varios libros y artículos sobre género y política, movimientos sociales y democratización en América Latina.
El libro "Mujer y Política. El impacto de las cuotas de género en América Latina", de 250 páginas y del cual Ríos es la editora, fue lanzado el 15 de este mes por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) en Chile y el Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral.
Los mecanismos de afirmación positiva —como leyes de cuotas, escaños reservados o cuotas en los partidos políticos— buscan acelerar el proceso de incorporación de las mujeres a las esferas de poder político. Un elemento que es indispensable para mejorar "la calidad de las instituciones" y "legitimar la democracia", dijo Ríos.
IPS: ¿Cuál es la situación de América Latina en materia de representación femenina en cargos de elección popular?
MARCELA RÍOS: En América Latina, por lo menos en los poderes legislativos, tenemos poco más de 20 por ciento de mujeres ocupando escaños. Estamos levemente por sobre el promedio mundial, de 18 por ciento, y somos una de las regiones, después de Europa, mejor posicionadas en este tema.
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Ha habido un avance importante, pero desigual. La región no ha aumentado la representación de las mujeres al mismo ritmo. Hay países donde el aumento ha sido impresionante en la última década, lo cual ha hecho subir el promedio regional.
IPS: ¿Qué factores impiden seguir mejorando?
MR: Hay una mezcla de factores. Lo que nosotros vemos es que todo lo relacionado con el marco regulatorio electoral tiene un papel clave: los tipos de sistemas electorales, los tipos de listas, la existencia o no de cuotas. Todo ello incide fuertemente en abrir o cerrar posibilidades a las mujeres.
El otro factor clave es el rol de los partidos políticos. En aquellos países donde los partidos se han abierto efectivamente y han promovido iniciativas de inclusión, de cooperación, para aumentar la presencia de las mujeres, tenemos experiencias muy positivas. Pero los partidos también operan como tapones en muchos países.
Un tercer factor son los problemas que enfrentan las propias mujeres. En la medida de que las mujeres siguen siendo responsables de todo el ámbito reproductivo y tienen una sobrecarga de trabajo, dedicarse a la política es muy costoso. Hay un tema de conciliación entre el ámbito público y privado que también afecta la presencia de mujeres en la política.
IPS: A 16 años de la implementación en Argentina de la primera ley de cuotas y con otros 10 países con leyes similares y cuotas que oscilan entre 20 y 40 por ciento, ¿cuál es el balance? ¿Han funcionado estos mecanismos de afirmación positiva en la región?
MR: En términos globales, las cuotas han sido muy exitosas en aumentar la cantidad de mujeres electas en la región. En todos los países, con la sola excepción de Brasil, las cuotas han tenido un efecto bastante importante.
El efecto ha sido muy alto en Argentina, Costa Rica, Perú y crecientemente en Honduras y Ecuador. En estos países el efecto ha sido más fuerte porque se han incorporado más mujeres y lo han hecho más rápido. Esto tiene que ver con cómo están diseñadas las cuotas y con cómo éstas calzan en los sistemas electorales.
IPS: ¿Con qué sistemas electorales y tipos de listas, abiertas o cerradas, las leyes de cuotas muestran mejores resultados?
MR: Toda la literatura dice, y el libro también confirma eso, que las cuotas funcionan mejor en sistemas de representación proporcional, cuando la magnitud de los distritos es más grande y cuando las listas son cerradas. A ello se agrega la aplicación de sanciones. Ese es el mejor escenario y eso es lo que ocurre en Argentina y Costa Rica.
IPS: En general, ¿los partidos cumplen estas leyes?
MR: Los partidos cumplen las cuotas cuando se trata de leyes, con sanciones. En los casos donde la cuota no es una obligación, han tendido a evadirlas. Eso pasa en muchos países donde los partidos han adoptado cuotas voluntarias, como es el caso de Chile. En Brasil existe una ley de cuotas que no cumplen porque no hay sanciones. También es el caso de Nicaragua.
Esto diferencia fuertemente a América Latina de Europa, donde una gran cantidad de países no tienen leyes electorales de cuotas, pero los partidos se han autoimpuesto cuotas voluntarias y las han cumplido. Entonces no se necesita imponer una ley.
IPS: ¿Las leyes de cuotas son decisivas para el empoderamiento de la mujer?
MR: Es un tema complejo. Me parece que el proceso de debate y aprobación, el proceso político que se genera en torno a las leyes de cuotas, sin duda provoca empoderamiento.
La experiencia en América Latina muestra que las cuotas han sido aprobadas donde se han logrado establecer fuertes vínculos entre los movimientos de mujeres y las mujeres que están dentro de los partidos.
Esa estrategia de alianza entre mujeres es muy potente para visibilizar los problemas de discriminación de género y para que en el largo plazo se puedan sostener ciertas agendas de género. Sin embargo, hay todo un debate respecto de cuánto incide la presencia de mujeres (en los cargos de poder político) en la promoción de un agenda de género.
Las cuotas, como mecanismo de acción positiva, están orientadas fundamentalmente a resolver el tema de la exclusión de la mujer en tanto presencia y en tanto poder ejercer en igualdad de condiciones un derecho ciudadano que es poder ser electa. Las cuotas además buscan incidir en la conformación de las listas que ofrecen los partidos a la ciudadanía.
Por lo tanto, como mecanismo, no resuelve otros múltiples problemas que tienen que ver con la calidad de la política y la oferta de los partidos a la ciudadanía ni tampoco asegura que ciertos temas vayan a estar en la agenda.
Lo que sí pasa, y así lo demuestra la evidencia, es que mientras más mujeres hayan en espacios de deliberación es más posible que los temas de desigualdad de género sean tratados y abordados. Se legisla y debate más sobre ciertos temas, pero eso no es equivalente a decir que las cuotas resuelven el problema de la representación de los intereses de las mujeres.
Yo creo que las cuotas colaboran y son una condición necesaria, pero no suficiente.
IPS: ¿Qué obstáculos enfrentan las políticas para ejercer su función representativa?
MR: Las mujeres, una vez que están en cargos de poder, siguen enfrentando discriminación respecto de sus pares varones. En muchos países, porque son muy pocas, se las tiende a relegar a temas que sólo están vinculados a lo que se ha entendido tradicionalmente como el ámbito femenino.
Entonces muchas veces las parlamentarias tienen dificultades para entrar a comisiones como Defensa o Economía, o para ejercer cargos de poder dentro de las estructuras parlamentarias.
En el caso de Argentina, las investigadoras del libro muestran que las mujeres han tenido bastantes dificultades para ser presidentas de las comisiones en el Congreso.
También hay un trato diferencial de los medios de comunicación. A las mujeres se les está permanentemente cuestionando e interpelando por cosas que a los hombres jamás se les cuestiona ni interpela.
Hay una preocupación permanente de los medios por la apariencia física de las mujeres políticas: si están gordas, flacas, si se visten bien, si se peinan o no, si son bonitas o feas, si tienen pareja o no, si tienen hijos o no, si los cuidan o no. Entonces, las mujeres tienen una presión adicional al ya complejo ejercicio del poder.
IPS: ¿Considera que las leyes de cuota han propiciado cambios culturales? ¿Ha sensibilizado al dominante liderazgo masculino sobre la necesidad de compartir espacios de poder con las mujeres?
MR: Creo que sí. Al menos en algunos países hay experiencias, sobre todo de liderazgos masculinos jóvenes y de algunos sectores políticos, que han avanzado fuertemente en adoptar un discurso y una estrategia que busca, más allá de las cuotas, la paridad de género.
Es el caso de Costa Rica, donde se ha propuesto una reforma constitucional que busca establecer la paridad de género en todos los ámbitos. Se parte de que las mujeres deben estar representadas de forma equivalente a su peso en la población en todos los ámbitos.
IPS: En América Latina, ¿las mujeres votan por sus congéneres? El mito es que no lo hacen.
MR: Sí, es un mito. La evidencia demuestra que es mentira (que las mujeres no votan por otras mujeres). Lo que pasa es que no en todos los países tenemos estadísticas accesibles para hacer investigaciones, pero donde sí las hay, como en Chile, Perú y México, las mujeres cada vez más muestran una brecha de género en su comportamiento electoral.
Las mujeres sistemáticamente votan por mujeres, más que los hombres por hombres. Eso es evidente en el caso chileno, donde vemos que en todas las elecciones, presidenciales, parlamentarias y municipales, existe una brecha de género de entre cinco y siete por ciento. Si las mujeres tienen candidatas afines ideológicamente prefieren votar por ellas.
Lo que vemos también en la mayoría de los países es que los hombres, como electores, cada vez discriminan menos a las candidatas. Todo esto nos demuestra que para las mujeres de la región el obstáculo no está en conseguir los votos sino en ser nominadas candidatas por los partidos.
IPS: Si ya hay suficiente evidencia de la pertinencia y efectividad de las cuotas de género, ¿a qué atribuye la resistencia que todavía generan en algunos países?
MR: Creo que hay distintos tipos de resistencias. Hay resistencias ideológicas, en el sentido de que sectores importantes están en contra de las políticas de acción afirmativa en general, de género, para pueblos indígenas, afrodescendientes. Ahí hay un fuerte debate político jurídico respecto de lo que implican estas medidas. También es contra la intervención del Estado en la resolución de temas que son de desigualdad estructural.
Por otro lado, existen fuertes resistencias políticas de las elites, sobre todo de los varones, porque las cuotas implican necesariamente compartir el poder, perder algunos cargos para que puedan entrar mujeres. Ahí hay un cálculo estratégico de intereses mucho más inmediato, donde los involucrados tienden a negarse a cualquier reforma que cuestione su ya adquirido poder. Ese es un tema muy relevante en muchos países.
Finalmente, hay quienes piensan que las cuotas en algún sentido van en contra de un sistema "meritocrático". Esto es un desconocimiento de cómo funcionan estos mecanismos, porque lo que hacen las cuotas en la mayoría de los países es simplemente permitir que las mujeres sean nominadas. Los electores siguen resolviendo quién llega a los congresos.
Esta discusión está basada en un supuesto erróneo, que es pensar que los actuales procesos de nominación están sustentados en la meritocracia, cosa que no es así. Sabemos que en todos los países de América Latina los procesos de nominación tienden a ser en general poco transparentes, donde las redes sociales, políticas, de parentesco y amistad tienen un rol muy importante. No es que los hombres llegan ahí por méritos y las mujeres no.
IPS: ¿Cómo avanzar en la paridad de género en el Poder Ejecutivo y otros poderes públicos?
MR: Ahí tenemos distintas experiencias. En el caso chileno se ha aplicado la política de paridad, en Colombia se está aplicando una cuota a la contratación de funcionarios en el Poder Ejecutivo, en Costa Rica se está avanzado a establecer constitucionalmente la paridad y que se aplique en todos los ámbitos públicos.
Se pueden buscar un conjunto de mecanismos. Sí, es importante que existan acciones afirmativas, que se incorpore la dimensión de género en todos aquellos cargos que no son de elección popular, como los de contratación o designación política.