En vísperas de la quinta Cumbre de las Américas, en Trinidad y Tobago, la gran pregunta es si el presidente estadounidense Barack Obama llevará en sus valijas algo más que su carisma y capacidad de escuchar.
No hay dudas entre los observadores en Washington de que Obama dará una buena impresión en virtualmente todos sus 33 pares en la reunión del viernes al domingo en Puerto España, tal vez hasta en el venezolano Hugo Chávez. Pero tampoco creen que ofrezca grandes novedades.
Tal vez proponga fortalecer la cooperación en materia de energía o comprometa su apoyo al aumento del capital del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), pero seguramente irá poco más allá de lo ya ha anunciado por él mismo en sus casi 90 días como jefe de gobierno.
Líderes de América lo han aplaudido en varias ocasiones. Por ejemplo, cuando dispuso el cierre de la cárcel de prisioneros de la "guerra contra el terror" instalada en la base naval de Guantánamo, Cuba, y cuando procuró en la cumbre del Grupo de los 20 (G-20) poner más dinero a disposición de los países pobres para lidiar con la crisis económica mundial.
También cuando esta semana levantó por decreto todas las restricciones a los viajes y remesas de cubano-estadounidenses a Cuba.
[related_articles]
Pero el consenso entre los expertos en cuestiones latinoamericanas en Estados Unidos es que aún le resta a Obama un largo camino por recorrer para mejorar la imagen de su país, muy dañada por acciones de su predecesor, George W. Bush (2001-2009).
Además, el presidente estadounidense estará tratando con líderes que, en general, tienen mayor confianza en sí mismos y en su región y están mucho menos inclinados que sus antecesores a acceder a las sugerencias de Washington, especialmente en materia económica.
Muy diferente era el panorama en 2001, cuando Bush asistió a su primera Cumbre de las Américas en Québec. Y mucho más que cuando, en 1994, el entonces presidente Bill Clinton recibió en Miami a sus pares en la cumbre inaugural, convocada para abrir la fallida negociación hacia un Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA).
"América Latina avanza en sus propios términos", explicó Geoff Thale, de la Oficina en Washington sobre América Latina (WOLA). "La era del dominio estadounidense del hemisferio se acabó. La pregunta que los líderes se harán mientras Obama les dirija la palabra es: ¿qué relevancia tiene hoy Estados Unidos para la región?"
Obama viajará el jueves a México, donde deliberará con el presidente Felipe Calderón, con quien ya se reunió dos veces, una antes de su investidura en enero y otra en la cumbre del G-20 en Londres, a comienzos de abril.
El principal punto de la agenda será la campaña del gobierno mexicano para derrotar a los carteles del narcotráfico, en una lucha cuya violencia recrudeció en los últimos meses.
Hace poco se entrevistaron con Calderón en México la secretaria de Estado (canciller) Hillary Rodham Clinton, el secretario de Justicia (fiscal general) Eric Holder, y la secretaria (ministra) de Seguridad Interior, Janet Napolitano.
Esta serie de visitas y la presencia de Obama tienen el objetivo de demostrar el fuerte apoyo de Estados Unidos a los esfuerzos del gobierno mexicano.
Está previsto que el presidente estadounidense prometa acelerar la entrega de helicópteros y otros equipos para luchar contra el narcotráfico en el marco de la denominada Iniciativa de Mérida.
Al parecer, Obama admitirá públicamente —como ya lo hizo Hillary Rodham Clinton el mes pasado— la responsabilidad del gobierno por no haber reducido la demanda interna de drogas.
También podría comprometerse a atacar con más ahínco el contrabando de armas que se dirigen desde Estados Unidos a los narcotraficantes mexicanos.
Horas antes de su partida, Obama decretó sanciones económicas y financieras contra líderes de los carteles de Sinaloa, Los Zetas y La Familia Michoacana, y designó al ex fiscal Alan Bersin como encargado de la coordinación con las autoridades mexicanas en la frontera.
También deliberará con Calderón sobre cómo trabajar con la cancelación, por parte del Congreso legislativo en Washington, de un programa que permitía a camioneros mexicanos operar en territorio estadounidense.
El comercio también tallará alto en la agenda de Puerto España, dada la falta de ratificación por parte del Congreso de los acuerdos con Panamá y Colombia. De todos modos, las cuestiones comerciales no ocuparán el espacio central de anteriores cumbres.
Obama está a favor de acelerar la sanción del acuerdo con Panamá, al mismo tiempo que pretende imponer cláusulas sobre protección de los derechos sindicales en el tratado con Colombia.
El derrotero de este acuerdo es considerado una prueba de la credibilidad de Estados Unidos en América Latina, según el experto Sidney Weintraub, del Centro para Estudios Estratégicos e Internacionales.
"Todo líder latinoamericano se pregunta: 'Si así tratas a tus amigos, ¿qué debemos pensar?'", dijo, refiriéndose a la oposición del gobernante Partido Demócrata a la ratificación del tratado. "Esto tiene gran resonancia en la región, y creo que el gobierno se da cuenta de eso."
En esta cumbre, el libre comercio continental se verá desplazado del centro de la agenda por la crisis financiera mundial y las intenciones de Estados Unidos hacia Cuba.
Se prevé que Obama no se aleje mucho de lo ya prometido en la cumbre del G-20. El coordinador de la delegación estadounidense hacia la reunión de Trinidad y Tobago, Jeffrey Davidow, dijo que el presidente enfatizará en la necesidad de tomar medidas para proteger de la crisis a "los más pobres entre los pobres", entre ellas, alentar el microcrédito.
También se estima que el mandatario anunciará su apoyo condicional a la propuesta de aumentar el capital del BID a 280.000 millones de dólares, para lo cual deberá contar con el aval del Congreso legislativo, donde cunden las preocupaciones por el manejo de esa institución multilateral.
La mayoría de los expertos no creen que, como cree Davidow, Cuba no se asomará a la agenda de Trinidad y Tobago. En ese sentido, advierten que todos los países latinoamericanos adhieren a los llamados a levantar el embargo comercial.
"No creo que haya un solo asunto que los latinoamericanos consideren más importante como señal de cambio", dijo el presidente del centro de estudios Diálogo Interamericano, Peter Hakim.
Algunos simpatizantes de Obama, incluso, manifiestan frustración porque el presidente no tomó medidas complementarias, entre ellas borrar a Cuba de la lista de estados promotores del terrorismo, elaborada por el Departamento de Estado, o anunciar la apertura de negociaciones bilaterales directas sobre migración o cooperación antidrogas.
"Seguramente, la cumbre será un éxito en los medios de comunicación. Obama dejará una buena impresión, en parte al admitir errores del pasado y la responsabilidad por algunos de los problemas que afronta la región", dijo Thale.
"Pero si no tiene algo grande para poner sobre la mesa en términos de pobreza y desarrollo, o un gran cambio de enfoque sobre Cuba, o un cambio significativo en la forma en que se trata la violencia y la inseguridad en torno del narcotráfico, el público del hemisferio (occidental) se preguntará qué importancia tiene la política de Estados Unidos para la región", concluyó.