A 20 años de la brutal represión estudiantil en la plaza de Tiananmen, China vuelve a vivir la misma mezcla de malestar y de pesimismo ante el aumento del desempleo que motivara las protestas prodemocráticas de 1989.
Ahora como entonces, un descontento inquietante fermenta entre los jóvenes profesionales que terminan sus estudios y no encuentran empleo.
Ante el temor de que aumente el malestar, las autoridades chinas ofrecieron devolver el costo de la formación a los recién egresados que acepten trabajar en zonas alejados y no muy desarrolladas de país.
"En el marco de la crisis financiera internacional, el desempleo en nuestro país es extremadamente desalentador", señaló el primer ministro Wen Jiabao ante el Consejo Estatal, el gabinete chino, en una reunión de emergencia convocada esta semana para tratar el asunto.
"Tenemos que dar mayor prioridad a la creación de empleo para los jóvenes profesionales", remarcó, según el sitio gubernamental www.gov.cn
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En un intento de promover la innovación en el país, el gobierno promovió en los últimos años la educación superior y logró, de hecho, aumentar la matrícula.
Unos 6,1 millones de jóvenes profesionales entrarán al mercado de trabajo en 2009, casi medio millón más que el año pasado, pero sus perspectivas de trabajo son cada vez más difusas.
Más de 30 por ciento de los 5,6 millones de jóvenes graduados el año pasado no habían conseguido trabajo en agosto de 2008, señaló la Sociedad China de Personas en Busca de Empleo, una publicación de la Academia China de Ciencias Sociales que evalúa el clima de la población.
Los investigadores de la academia concluyeron que el desempleo en los centros urbanos llegó a 9,4 por ciento de la población económicamente activa.
China no publica datos confiables del desempleo y los economistas no creen que las cifras oficiales de cuatro por ciento tomen en cuenta factores como la movilidad de los trabajadores emigrantes y los pobres de las ciudades.
El descontento con el que deben lidiar las autoridades chinas no es sólo el de los jóvenes recién graduados, sino también de sus padres que invirtieron sus ahorros en la educación de sus hijos.
"Nunca pensamos que el problema fuera encontrar trabajo", señaló un agente de viajes cuya hija empezará a buscar empleo en el próximo verano boreal.
"Siempre nos hicieron creer que si le pagábamos más cursos, ella accedería a las mejores universidades y tendría un buen empleo en una empresa. Pero ahora que las compañías echan gente, ya no estamos tan seguros".
Algunos jóvenes se fueron a ciudades más ricas como Guangzhou, en el sur, en busca de empleo para tareas domésticas y cuidar niños, según la prensa estatal. Entre 500 y 600 personas se registraran todos los meses en las bolsas de trabajo, en su mayoría de universitarios, según el periódico provincial Guangzhou Daily.
Para evitar la reacción de padres e hijos, el gobierno anunció esta semana que los recién graduados que acepten trabajar en las regiones central y occidental, las más pobres del país, podrían obtener una devolución total del costo de su formación.
"La decisión de devolver el costo de los estudios universitarios revela la determinación del gobierno a estabilizar el mercado laboral", señaló el especialista de la academia de ciencias sociales Chen Guangjin al periódico China Daily.
Asimismo, la revista Outlook, publicada por la agencia de noticias estatal Xinhua, señaló que el menor crecimiento económico enfadará en especial a los trabajadores inmigrantes y a los recién graduados.
El descalabro financiero causó el cierre de unas 670.000 pequeñas y medianas empresas en China, muchas de ellas fábricas ubicadas en la zona costera. El Ministerio de Recursos Humanos y Seguridad Social estimó que más de 10 millones de inmigrantes perdieron su trabajo, según la revista.
"Estamos por entrar en un periodo mayor conflictividad", señaló revista Huang Huo, jefe de la oficina de Xinhua en la sudoccidental ciudad de Chongqing. "Habrá más conflictos y enfrentamientos en 2009 que pondrán a prueba la capacidad para gobernar del partido y de las autoridades".
La masacre de civiles desarmados de 1989 en la plaza de Tiananmen sigue siendo una mancha para el Partido Comunista y no hay relaciones públicas que la logre borrar.
Las manifestaciones de ese año fueron motivadas por la situación económica y la inflación, y agravadas por reclamos de democracia y cambio de régimen.
El drama tuvo su epicentro en Beijing, pero millones de personas manifestaron en otras ciudades creando el mayor movimiento político que haya tenido China.
Ahora, el Partido Comunista tratar de rescatar la economía mediante inversiones en proyectos de infraestructura como la construcción de caminos, vías férreas, aeropuertos y viviendas de bajo costo.
Beijing anunció un paquete de estímulo de cuatro billones de yuanes (alrededor de 585.000 millones de dólares) para evitar los efectos del declive económico.
Pero el Banco Mundial sostiene que las medidas fiscales y monetarias previstas por Beijing no serán suficientes para relanzar el crecimiento a menos que vayan acompañadas de iniciativas de bienestar social, que China desestimó en sus proyectos de infraestructura.
La economía china crece con cifras de dos dígitos desde 2003 y tuvo un máximo de 11,9 por ciento en 2007. Pero el año pasado, el crecimiento fue de nueve por ciento entre junio y septiembre, lo que amenaza la economía en la que el régimen comunista basa su credibilidad de partido único.
China sostiene que debe mantener un crecimiento de al menos ocho por ciento para mantener las cifras de desempleo a un nivel manejable y evitar el malestar social. Pero las previsiones para este año son poco halagüeñas.
Goldman Sachs ubicó el crecimiento de China en seis por ciento este año, en tanto Moodys Investors Service advirtió que puede bajar hasta cinco por ciento.